jueves, 16 de junio de 2016

Sigurd, el caballero Jorge y la lucha con el dragón

La lucha por la patria nos obliga a todos a volver a una existencia natural. Todos los que habían perdido su vínculo con la tierra, sienten otra vez la llamada de la herencia del pasado, una herencia campesina que incita a amar a la patria. Fuera, la naturaleza todavía duerme. Pero la luz del día va apareciendo, la primavera ya no está lejos. Esta palabra conmueve a todos los corazones, pues significa el final del combate anual por el renacimiento de la vida.

El espíritu campesino ha producido maravillosas alegorías sobre la lucha de las estaciones, que además son los símbolos de una concepción del mundo característica de la raza. Son símbolos que no se pueden definir perfectamente con palabras y conceptos, pues comprenden el mundo global de la existencia. A veces son nuevos y sin embargo se unen, fuere cual fuera la apariencia que adopten, a un próximo o lejano pasado de nuestro pueblo. Los cuentos y leyendas, incluso algunas leyendas cristianas, contienen símbolos de sabiduría y de conocimientos antiguos. ¿Qué auténtico corazón juvenil no palpitaría orgullosamente al escuchar por primera vez el relato de un combate heroico? ¿Cuál de nosotros, en los duros tiempos de invierno, rehusaría recibir los huéspedes del país de las leyendas? 

Feliz es el mundo cuyas costumbres y artes han conservado símbolos de la lucha por la vida. En muchos lugares, el invierno es todavía muerto bajo la forma de un dragón, la dulce reina de la primavera liberada y unida al rey de mayo. Detrás de estas imágenes se esconde un antiguo mito de la renovación de la vida. Sólo el eterno "estar alerta" consigue superar la muerte. En todas partes del destino, el dragón monstruoso se interpone en nuestro camino y nos impide al acceso a la fuente de juventud, nos impide de la conquista vital, del "tesoro brillante".

Los dos aspectos de la vida, nacimiento y muerte, día y noche, verano y invierno... Se encuentran bajo diversas formas y nuestro patrimonio popular las ha conservado en su gráfica riqueza, incluso la vestidura cristiana, que no podía vencer de otro modo la fuerza del alma popular femánica, sino era poniéndola al servicio de la Iglesia. Es así cómo el caballero San Jorge, el matador del dragón, ha permanecido la más germánica de todas las figuras heroicas. Es de la fuerza del alma, de esencia germánica, donde Bernd Notke ha sacado su San Jorge. Un antiguo documento dice: " Es justamente en esa época -Pascuas- cuando se debe triufar con San Jorge, cuando el Invierno es expulsado por el viento del sur, y la tierra entra es su adolescencia y da la vida a las plantas y las flores".

Y cuando buscamos en el pasado germánico símbolos de esta vida marcada, quedamos sorprendidos por la abundancia de los testimonios y la franqueza de la expresión. Veamos ante todo el símobolo de vida que es el Edda: " Yo sé que eleva un fresno,/ se llama Yggdrasill,/ el árbol elevado, rociado/ Por blancos remolinos; De allí viene el rocío / que cae de la cañada,/ se levanta enternamente verde / por encima del pozo de Urd." Pero en el fondo habita Nidhógrr, el horrible destino que guarda la fuente de la bebida de la inmortalidad y roe las raíces del árbol de la vida. "Llega volando / el tenebroso dragón,/ la víbora centellante, bajando,/ de Nidafell; Leva en su plumaje / planea por encima de la llanura / Cadáveres, Nidhógrr. Ahora, va a desaparecer." Y el dragón decía de sí mismo: "Yo soplaba veneno, cuando yacía sobre la herencia, inmensa de mi padre. Más fuerte, yo sólo / Me creía, que todos,/ Despreocupado del número de mis enemigos".

Wotan y Thor, los dioses magníficos, participan ellos mismos en el combate contra ese sombrío dragón por la supervivencia del mundo. Su fuerza se perpetúa en héroes como Sigurd y Dietrich, cuyas gestas de armas han sido cantados en los coros reales germánicos. "Oh poderosa serpiente - Tú lanzaste grandes escupitajos - Y silbaste rudamente - El odio aumenta - Entre los hijos de los hombres - Cuando se lleva este llelmo a la cabeza" La vida no podía ganarse sin la muerte: "Yo te aconsejo ahora, brasa - Los anillos te conducirán a la muerte".

Esta actitud germánica es ya manifestada por los más antiguos testimonios que poseemos, datando del tercer milenio antes de cristo. En las piedras grabadas en Suecia -Símbolo de las viejas costumbres- aparece la serpiente Midgard, el árbol de la vida, la lucha de Thor y el dragón. Pero es sobre todo en la época de las grandes invasiones, el tiempo de la gran apertura política de la germanidad, conocida ya en la Edad del Bronce, cuando la fuerzas espirituales emanadas de una concepción de vida intacta, animaron el artesanado del arte. Con el arte de los Vikingos del norte, esta fuerza encontró una gran renovación y sobrevivieron hasta las épocas cristianas.

Seguro y dueño de sí mismo, el dios del Sol representado sobre la piedra del caballero de Hornhausen, cabalga a través del mundo, sin temer la funestas potencias del abismo. El motivo del dragón aparece bajo diversas formas incluso en los ornamentos de la indumentaria y los grabados sobre madera de las primeras iglesias del norte. Manos de artistas representaron la lucha de Sigurd con el dragón en la puerta de Hyllestad. Un motivo de Islandia ilustra magníficamente el triunfo de la vida sobre la muerte. En este símbolo aparecen los dos aspectos del universo, la esencia del Dios Wotan nos es explicada. Se transparenta constantemente en todas esas personificaciones, que la germanidad era consciente de que el destino divino de la vida reposaba en ella misma, en su fe, en su fuerza de voluntad y acción. En todos los tiempos, su potencia supo desafiar los destinos divinos. Tan sólo el débil sucumbe ante las fuerzas obscuras.

Nuestros relatos, cuentos y leyendas, nuestro arte popular, son símbolos de la vida espiritual y moral de nuestros antepasados. No debemos tomar la simplicidad y la claridad de estas representaciones psíquicas por candidez. ¿Acaso no aspiramos parecidamente a reencontrar esa unidad de vida que irradia de la tradición antigua, de la cual misma Iglesia medieval extrajo su energía para reforzar su doctrina extranjera? ¿No son nuestros fundamentos morales de nuestra voluntad los mismos que en los tiempos pretéritos?

No conocemos todavía las profundas fuerzas que llevaron a nuestros antepasados a adoptar un pensamiento cristiano que le era totalmente ajeno. Tal vez el peligroso momento en el que adquiría una nueva conciencia de vida más elevada.

El conocimiento de nuestra identidad nos ha hecho volver al orden divino del cual somos un elemento, del que ninguna transcendencia espiritual nos puede separar. Cuerpo, Alma y Espíritu constituyen de nuevo una unidad. El ritmo eterno de la vida late en nosotros, hoy como antes, y la vida aparece como la manifestación divina presente en todas las cosas.

Extraído de Parabelum: http://vk.com/parabellumspanien



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