domingo, 12 de junio de 2016

Paganismo

¿Qué significa ser pagano?

El Paganismo es un tipo de religión, no una religión en sí. El mismo término es controversial. Aquí se exponen los puntos fundamentales de nuestras creencias y los elementos que unifican a todas las tradiciones en un colectivo único.



A través de los años, conforme el Paganismo comenzó a resurgir y a constituirse en un colectivo religioso separado de las tendencias hegemónicas, se han dado múltiples definiciones sobre la cuestión.

Algunos, apelando a la antropología y/o la historia de las religiones, ven que en realidad no existe el “Paganismo” como creencia, filosofía o confesión.

Desde ese punto de vista académico, esto es rigurosamente cierto; como se ha dicho en numerosas ocasiones, no hay otra forma exacta de definir el paganismo que no sea por exclusión.

Pero, “¿exclusión de qué?”, preguntarán los que no conocen demasiado del tema: Pues, del judeo-cristianismo (y del Islam), básicamente del monoteísmo monárquico que plantean las auto-denominadas “religiones reveladas” (también llamadas “abrahámicas”), así como de la New-Age, que no es otra cosa que la versión reciclada, edulcorada, light y trivial de dichas creencias.

Parecerá “intolerante” o sectario el excluirnos o excluir. Pero, tal acto, no es más que una categorización que se ajusta perfectamente a los hechos y las ideas, ¿por qué entonces habría de tener algo de malo?

“Discriminar” es malo, sólo cuando se hace de manera calificativa, cuando se pretende que “lo uno” es mejor que “lo otro”, o bien que “tal cosa” es válida y “tal otra”, no lo es (en especial, si esto se hace sin ser acompañado con argumentos racionales). Sin embargo, la discriminación con el propósito de definir, de establecer grupos, conjuntos, categorías o colectivos, es sólo un ejercicio de la lógica.

Así mismo, muchos llevan a cabo precisiones -todas correctas y de suma importancia para la cuestión- sobre que, al ser pagano un término latino, aplicado por los cristianos a la gente de las zonas rurales, donde costó más erradicar las antiguas creencias, tiene poco sentido aplicarlo a las tradiciones de otros continentes, que no sean el europeo y/o los territorios dominados por la Antigua Roma.

En esto último, habría que hacer una salvedad: Tal consideración, sólo es importante si se pretende ser fiel a la etimología de la palabra… De nuevo en la antropología y el estudio de las religiones, se suelen utilizar términos originarios de una cultura particular, como herramienta para definir categorías o tipos de sistemas de creencias.

Así tenemos que “shamanismo”, que es un término inventado por los antropólogos, deriva de un vocablo de la lengua tungusa, hablada por los aborígenes del Este de Siberia (xâma = “el -o la- que sabe”, de la raíz sha-, o sea: “saber”), se usa para definir cualquier creencia del mismo estilo (visionaria, que utilice plantas alucinógenas o rituales que propicien los estados alterados de consciencia). Por otra parte, Tabú, es un concepto universalmente utilizado para aludir a prácticas estrictamente prohibidas (en una sociedad, colectivo o tribu), es una palabra derivada de la hawaiana/taitiana tapú, extendida a partir de la conquista europea de dichas islas. Mientras que tótem, es un tipo de escultura del pueblo ojibwa, el cual es una cultura aborigen originaria de la zona de los Grandes Lagos, en la frontera entre USA y Canadá, que no obstante hacer referencia a un tipo de culto particular de la zona, fue tomada por la antropología para definir un tipo general de religión: La enmarcada en el culto a las raíces de la tribu y los elementos ancestrales de la misma.

Estos son sólo tres ejemplos de cómo una palabra adquiere, con el tiempo, una significación más abarcativa y universal, que la signada en su etimología o lengua de origen. Las palabras, son parte del lenguaje y el lenguaje evoluciona, como toda otra manifestación de la cultura humana.

Muchos pensamos hoy, que el término “pagano“ es antropológicamente correcto, para definir un tipo de religión, un conjunto de creencias ancestrales y de grupos modernos que tratan de rescatarlas y/o redescubrirlas. Esto es así, incluso cuando algunos seguidores o practicantes de estas corrientes (o tradiciones ancestrales), no concuerden con el uso de dicha palabra.

Más allá de la terminología, cualquiera de las múltiples formas de religión a que solemos denominar “paganas”, pueden reconciliarse entre sí, porque sus lineamientos generales son compatibles.

A continuación, se enumerarán los principales puntos en común de entre (virtualmente) todas las tradiciones y vertientes del Paganismo…

Concepciones universales dentro del Paganismo:

1. Politeísmo: La primer noción que llega a la mente al pensar en una religión, filosofía y/o sistema de creencias pagano es la pluralidad de dioses… Una concepción multifacética del Cosmos, donde cada principio o fuerza está animada y posee características divinas. Una infinito concierto de fuerzas primales, de energías y potencias; fluyendo y refluyendo, interactuando entre sí.

Todas las “religiones paganas”, ya sean tradicionalistas, reconstruccionistas, evolucionistas o neo-paganas, son politeístas.

Por politeísmo hay que entender desde un nivel de multiplicidad divina indeterminado (cuasi-infinito), como ocurre en el Kemetismo, el Hinduismo védico o algunas tradiciones animistas, hasta la síntesis dualista que hace la Wicca moderna (Dios ~ Diosa). Debe quedar claro, que la adoración a más de un dios único y excluyente, es eso: POLITEISMO.

Algunas escuelas neopaganas como la Wicca, han sintetizado o “resumido” a los diversos aspectos o manifestaciones de los dioses masculinos, en la genérica figura de El Dios (por lo general, con atributos solares y sin un nombre específico o, en otros casos, vinculado con dioses astados como Kernnunos -celta- o Pan -griego-) y a todas las formas y concepciones divinas femeninas, en La Diosa (en general, el Culto Lunar y de la Madre Tierra). En este contexto, el politeísmo se reduce a una dualidad, pero jamás pasa a ser “monoteísmo”, porque tal dualidad es irreductible. Sin la creencia en la dualidad de géneros divinos, el Paganismo no puede existir. No se puede adorar a la Naturaleza y pensar en ella como una entidad “asexuada” (porque lo asexuado es infértil).

Es importante tener presente, que dicho dualismo no es el origen de donde surgen la multiplicidad de deidades masculinas y femeninas, sino su síntesis (es una falsa creencia, la idea de que alguna vez existió un culto global de una Gran Diosa Madre Prehistórica, sólo existieron enésimas manifestaciones del mismo, generalmente desconectadas entre sí -vale decir, muchas diosas diferentes).

En una correcta visión de la Wicca, todos los dioses, se representan a través de El Dios y todas las diosas, a través de La Diosa. Esto se hace, como una manera de simplificar el culto y de sortear la necesidad de un profundo conocimiento de los atributos teológicos y mitológicos de las divinidades ancestrales, para poder abordarlas, de cara a una visión actual y operativa de la religión. No porque tal “resumen”, en sí mismo, sea más avanzado o evolucionado que la multiplicidad original.

Toda idea peregrina, sobre que “por encima” o “detrás” de esta pareja divina (o de los dioses en general), existe un “Gran Espíritu”, un “Absoluto”, un ser trascendente y ulterior, no es un concepto pagano, sino (en el mejor de los casos) una lucubración filosófica tardía, como ciertos conceptos neoplatónicos, o (en el peor) una fantasía new-age o bien una extrapolación tomada desde el sistema de creencias judeo-cristiano.

A lo largo de la historia han existido “episodios” monoteístas dentro del paganismo (Akhenatón, Heliogábalo, etc…), pero en general, el concepto de “un solo y único dios” es privativo del tronco ideológico bíblico y de sus tres religiones derivadas: Judaísmo, Cristianismo e Islam. Es por el propio peso de esta noción, que quedan fuera del colectivo pagano las tres religiones antes mencionadas, sin posibilidad alguna de mixtura o sincretismo (al menos a nivel teológico).

Basta con recordar:

אנכי יהוה אלהיך אשר הוצאתיך מארץ מצרים מבית עבדים לא יהיה־לך אלהים אחרים על־פני לא תעשה־לך פסל וכל־תמונה אשר בשמים ממעל ואשר בארץ מתחת ואשר במים מתחת לארץ

“Yo soy Yãhwêh tu Dios que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud: No tendrás otros dioses delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra“. (Éxodo 20:2-4).

Y también:

لا إله إلا الله محمد رسول الله

La-ilaha-illallah, Muhammad rbsulu-llah

No hay más divinidad que Alláh -Dios- y Muhammad es su Enviado (esto es la “Shahada” o profesión de fe del Islam).

Es por la intolerancia de estos textos, que “ese dios” (Yãhwêh, Jehová, Alláh, Dios, Dios Padre, Cristo, Jesucristo) no cabe en el Paganismo, y no porque nuestra visión de las cosas lo excluya.

En el paganismo, no puede existir un “dios único”, un “Dios de dioses” ni nada parecido. La mayoría de los panteones de las mitologías ancestrales poseían uno o varios “dioses supremos”, pero con frecuencia estos se alternaban o bien, se “comprendía” que tendrían un ciclo para luego dar paso a una regencia diferente. El mito de la caída de los titanes y el ascenso de Zeus en la religión griega o la creencia en el Ragnarok, dentro de la fe nórdica, deja en claro este aspecto.

Otro ejemplo de ello es el henoteísmo (del griego heis, henos = “un” -nunca “único”– y theos = “dios”) de tipo cíclico, practicado como religión oficial en el Antiguo Egipto. Debido a los milenios que perduró dicha cultura, la religión oficial cambió con frecuencia de dios “supremo”, hasta incluso pretender que de él derivaban todas las demás deidades. Pero esto sólo era un recurso de la realeza para validar su derecho al trono (por lo general, el dios local de la ciudad donde la nueva dinastía faraónica surgía, terminaba por ser el Imperial) y de las clases sacerdotales para obtener, de ese modo, más poder. De manera opuesta y siempre coherente, el pueblo y las clases no-gobernantes, mantuvieron el culto a una pluralidad de dioses casi infinita, por más de 4500 años.

2. Panteísmo: Al mismo tiempo, se tenga o no como concepción filosófica racionalizada, el pagano tiende a ser panteísta, ya que ve a lo divino en TODO (como dice el principio hermético, “El Todo está en todo y todo está en el Todo”).

Pero hay que aclarar algo muy importante: A diferencia de (por ejemplo) algunos grupos gnósticos cristianos, de los sufíes musulmanes o de la filosofía Vedanta Advaita de India, no se trata de un “pan-theos” único, de una UNIDAD, sino de la intuición de que los dioses están detrás y “en” todas las cosas, o mejor aún: Los dioses son la Naturaleza en sí (incluidos nosotros mismos).

El Panteísmo, suele concebirse como la idea de que existe un ser absoluto e indiferenciado, que lo compenetra todo y que todo forma parte de él (o de “Aquello” o Brahmán, como dicen la filosofía hindú).

La variante pagana es un tanto diferente: Vemos a “lo divino” (esto puede ser a un aspecto de un dios particular, a ese dios en sí, a un grupo de dioses o la manifestación de todos los dioses en general) detrás de toda vida, de todo proceso del Cosmos; inmanente en todo acontecimiento y en toda la Naturaleza en sí.

La ecuación Naturaleza = Lo Sagrado = Lo Divino, nos hace panteístas sin que por ello creamos en una sola entidad fundamental o absoluta.

En la mayoría de las tradiciones paganas, “lo absoluto”, es un estado original de Caos o un estado potencial de la Existencia. Tal como era Nun el “Océano Cósmico” en el Antiguo Egipto o la idea del Χάος (Caos, de la raíz proto-indoeuropea: ghen = “hueco” o “abismal”) original, entre los griegos. No se trata entonces de un ser, sino de un no-Ser, de una no-entidad. Por tanto, jamás ha recibido culto.

El Paganismo rechaza la idea de una deidad extra-cósmica, de un ser ajeno al propio Universo. Con base en que el Cosmos es “Todo lo que ES”, que fuera de la Totalidad no hay nada, se asume que los dioses son parte del mismo, que no son ajenos a éste.

Siendo un sistema de creencias naturalista, no hay lugar para deidades “inescrutables” o inefables. Los dioses son la personificación de las fuerzas del Cosmos, de las energías que dan origen a todas las cosas y que las conforman. Por tanto, todo lo impregnan, todo es parte de ellos y ellos son parte de TODO.

Lo espiritual y divino, lo compenetra todo, pero los dioses y diosas del Paganismo son “mensurables”, no siempre pueden ser comprendidos enteramente, debido a que la mente humana es limitada, finita. Pero los mismos, siempre son identificables, resultan evidentes ante una observación atenta de la Naturaleza.

El pagano adora a la Naturaleza, por tanto no necesita tener fe en sus dioses, porque la Naturaleza demuestra su existencia de manera explícita, su realidad y trascendencia son evidentes.

3. Inmanencia: Existen dos tipos básicos de religiones, partiendo de una categorización quizás más importante que la diferencia básica entre monoteísmo y politeísmo.

Por un lado, tenemos a las creencias que plantean que la Divinidad es trascendente. ¿Pero qué significa esto con exactitud? Sencillamente que, Dios o los dioses están por fuera del Universo (o los universos), que son extra-cósmicos y ajenos por completo a la Naturaleza, que han creado a la misma y que, por tanto, el mundo natural no merece ser sacralizado ni adorado. También, que los dioses son (por lo general) preexistentes a la misma, sin haberse dado nunca una “teofanía” (o sea, un momento en que “apareciera” lo divino, que fuera creado o surgiera del caos o de la nada). A esta noción, se la suele llamar TRASCENDENCIA y es completamente ajena al Paganismo bien entendido.

Por otro lado, están las creencias que vislumbran a los dioses como parte inherente, inextricable e íntima de la Naturaleza, como inmanentes en el Cosmos. En este caso, no tiene sentido pensar en algo “fuera” del Cosmos, del Todo, de la Totalidad, porque si se establece que existen otros universos, otros planos o dimensiones, se concluirá que no son más que aspectos, hasta ese momento, desconocidos de la realidad cósmica. A esta concepción, se la suele llamar INMANENCIA y es una creencia profesada por la mayoría de las tradiciones paganas, desde los comienzos de la historia hasta el presente.

De la creencia de que los dioses son inmanentes en el Cosmos, deriva la sacralización de lo natural, en la divinización de cada fuerza o principio de la Madre Naturaleza y, por lo tanto, en su culto. Este es un punto de irreconciliable discrepancia, respecto de las doctrinas de las “religiones reveladas”.

4. Animismo: También está presente el animismo en casi toda tradición pagana. No obstante existir un rango que va desde la creencia en “espíritus” temibles, insondables o misteriosos -en el “tremendum”, de algunas culturas primitivas-, pasando por el shamanismo, el manismo (culto a los espíritus de los muertos) y el totemismo; las creencias en diversas clases de genios tutelares (como los lares y penates romanos) y hasta las ideas elaboradas de ciertas filosofías ocultistas, como las categorías de seres elementales de Paracelso, todos los paganos tienden a creer que existen planos de la realidad no accesibles a los sentidos o al empirismo “normal”.

Para los paganos, TODO tiene Vida, la vida lo compenetra todo, no sólo lo orgánico. Incluso lo inorgánico, tiene un nacimiento, una evolución y un final. Todas las cosas están hechas de energía, por tanto están “animadas” (del latín: ánima y este del griego: ánemos, “soplo”, por extensión: “aliento” o “fuerza vital”).

Según la escuela o tradición, esta idea se interpreta de diferentes formas: Ya sea a través del animismo natural o shamánico (que postula que todas las cosas naturales tienen un “espíritu”); el manismo (culto a los antepasados, que asume que todo está animado por los ancestros, es decir, los seres que nos precedieron en la vida -muy extendido en las culturas nativas del África y del Extremo Oriente); el moderno concepto de Gaia (que concibe a todo el planeta como un ser viviente y “animado” en sí mismo), etc…

Del concepto animista, deriva la creencia de que TODO es sagrado, toda vida es preciosa y toda cosa existente (al menos, en el mundo natural) debe ser tratada con respeto.

AnkhPor supuesto, muchos dirán que el Panteísmo y el Animismo no son excluyentes de las tradiciones paganas… Y tal cosa es verdad… Pero perfilando el conjunto, puede establecerse una especie de “corpus” de creencias, que sin ser dogmas o “verdades sagradas” (los paganos no solemos creer en ninguna de las dos cosas), a las cuales hay que aceptar para poder “ser pagano”, se constituyen en tendencias generalizadas, que dan un claro esquema a nuestra “religión” o mejor dicho, conjunto (o colectivo) de religiones y tradiciones.

5. El Espiritualismo: Básicamente es la única diferencia fundamental que separa al Paganismo de las visiones humanistas (de tipo materialista) de la Existencia y, por otro lado, es un concepto que comparte con casi todas las demás religiones.

El mismo, no tiene nada que ver con el “espiritismo” (la religión fraudulenta, inventada en el siglo XIX por las hermanas Fox y Allan Kardec), la nigromancia o cualquier forma que postule (supuestos) contactos con los difuntos.

La idea es que, el plano de lo material, el conocimiento accesible a nivel empírico, sólo es una parte de lo que realmente existe. Que la totalidad de las cosas es más de lo que los sentidos pueden captar. No es otra cosa que el asumir la limitación (epistemológica) de cualquier método de estudio, comprensión o entendimiento.

En definitiva, la Realidad es más de lo que se puede percibir, medir o comprender, lo que está más allá de lo físicamente mensurable, pertenece al plano de lo espiritual o metafísico.

Para el pagano, la noción de la realidad de un “mundo espiritual” (o sea lo que está “más allá” de lo físico) surge naturalmente de ubicarse y reconocerse como un ser limitado, incapaz de captar TODO con su psiquis y facultades sensoriales.

Es bueno aclarar, que lo anterior no presupone la creencia en cosas “paranormales” o sobrenaturales, ni mucho menos, el abordaje de las pseudo-ciencias o las supersticiones. Sólo implica la aceptación de que nuestro conocimiento de la Realidad tal cual es, nunca será total y que han de existir realidades y planos no accesibles a la cognición humana.

6. La Dualidad: Tal vez el dualismo sea uno de los puntos más significativos de todo el sistema de creencias pagano. El mismo se presenta en varios aspectos dentro de la apreciación de la realidad, los más importantes son la noción de un género doble en todo proceso, evento o creación y el de la “polaridad”, en el sentido de que todo tiene sus pares opuestos y que siempre (ambos extremos) son parte de una misma cosa…

Como en todas sus demás creencias, el Paganismo tiene en claro que los símbolos, estructuras y “modelos” que maneja son inherentes a la propia naturaleza (humana y de los demás seres tangibles que conviven con ella). Por esta razón, el pensar en que todo en el Cosmos tiene dos géneros, es en cierta medida una proyección (antropomórfica). Pero, sin embargo, lo que pueda haber de subjetivo en tal apreciación está relacionado sólo con la “figuración” que se hace (con los símbolos, los mitos y el lenguaje que se use para definirla), no con la existencia (objetiva) de la dualidad en sí misma.

Se tiende a pensar, que todas las cosas poseen una naturaleza “masculina” y otra “femenina”. Nada es fecundo, nada se crea, surge o manifiesta sin la participación de ambos géneros o aspectos de la realidad. Ninguno es más significativo que el otro. Ambos son necesarios y primordiales en todo el acontecer cósmico.

De esto surge, la obvia noción de dioses y diosas, la necesidad de personificar a las fuerzas del Cosmos con ambos géneros (también los simbolismos de las “parejas” divinas y sus mitos maritales y la copulación de éstos para fertilizar el mundo y crear la Vida).

No se niega una Unidad última en la esencia de las cosas, pero dicha “unidad”, no se manifiesta en el Universo, está más allá de su acontecer, no tiene ningún atributo o forma, no es un dios, mucho menos es “Dios” (el judeo-cristiano) sino sólo el Caos indiferenciado y primal. Por esa razón, TODO lo universal, todo lo fenoménico, es dual, tanto en su esencia como en su naturaleza.

Por otro lado, la dualidad se presenta en forma “polar” en todo lo que existe. A cada característica, aspecto o atributo que una entidad o cosa pueda tener, se le “opone” una proporcionalmente diferente.

En este punto, la diferencia RADICAL entre la visión pagana y la de las religiones judeo-cristianas (entre otras), surge de que en el primer caso, se acepta que “los polos” son sólo los extremos de un mismo espectro, las dos “puntas” de una misma línea. En ese sentido, sirven para referenciar la realidad, pero no tienen existencia en sí mismos, lo que realmente existe es una continuidad: No hay blanco ni negro, hay una infinita variedad de grises, por poner sólo un ejemplo.

En el Paganismo, el Bien y el Mal, la Luz y la Oscuridad, son dos caras de una misma cosa, no pueden personificarse o concebirse la una sin la otra. Son sólo percepciones de la mente. No existe ningún “camino hacia la luz” o “hacia las tinieblas”, no existe ninguna “salvación” o “condenación”.

El único camino válido es la moderación, el centro, el balance. Por lo que no se valoriza un opuesto por sobre el otro. Como en la concepción china del Yin y el Yang, ambos polos son igualmente necesarios para el balance universal. El volcarse hacia uno u otro extremo, es violentar la armonía natural del Cosmos y por tanto una conducta indeseable, o un punto de vista extremo, para la visión pagana.

 7. Ctónicismo:Ctónico es una palabra de origen griego (del griego antiguo χθόνιος -khthónios, “perteneciente a la tierra”, “de tierra”). Es característico de TODA tradición pagana, una espiritualidad basada en la Tierra. Esta es la clave, la piedra angular de todas ellas.

Ningún verdadero pagano será materialista al extremo de no importarle la vida “interior”, de no pensar en algún grado de trascendencia (aunque sea impersonal o inmanente), y de descuidar los aspectos estéticos y éticos de la vida. Sin embargo, los paganos no hipotecamos esta vida, la presente y única de la cual tenemos constancia fiel, por “reinos celestiales”, lugares de preferencia en el Inframundo o tan siquiera la apoteosis (deificación del propio ser).

Para el pagano, la religión, el culto a los dioses, es un método para vivir mejor en esta tierra, para celebrar la vida y vivirla a pleno. Jamás debe ser tomado como un medio de abstraerse de los problemas de la vida o bien como una forma de escapismo o evasión. El Paganismo, no es una religión para buscar salvadores o salvaciones; reinos espirituales o celestiales, sino para buscar una vida digna, productiva, asertiva y con sentido, aquí, en la Tierra, en medio de la Madre Naturaleza. La misma que nos vio nacer y un día absorberá nuestros restos mortales.

En el sentido opuesto, tampoco vivimos como si lo único que importara fuera el devenir de la supervivencia y el placer puramente fisiológico. Aún en las tradiciones de la “mano izquierda”, en donde el hedonismo es aceptado y valorado, no se trata de un tipo de disfrute “animal”, sino más bien holístico, en donde el placer intelectual no es menos importante que el sensual.

Así es que venimos a ser el “camino del medio”, entre los materialistas a ultranza, aquellos que no le ven sentido alguno a la vida y los partidarios de futuras redenciones, salvaciones, “ascensiones” o reinos celestiales.

Todo pagano, sea cual fuere su tradición, rinde culto a la Naturaleza y, principalmente, a la Tierra, al suelo que le dio la vida, que le ofrece el alimento, que le permite vivir sobre él y que un día recibirá a sus huesos o cenizas.

8. Anti-profetismo: Luego tenemos al tema de los “profetas”, “encarnaciones divinas” y afines. Es de notar que entre los paganos siempre han existido nociones sobre dioses que “bajan” a la Tierra, que se encarnan, que se hacen pasar por algún mortal, etc… (ver “Isis y Osiris” de Plutarco, “La Odisea” de Homero o la “Metamorfosis” de Ovidio, por ejemplo…). Pero jamás se han dado creencias paganas en donde un dios se “reduce” o rebaja a la mortalidad en el sentido humano.

Los dioses del Olimpo, de Asgard o del Amenti, podían hacerse pasar por humanos, interactuar con estos o incluso sufrir penurias y hasta la muerte, pero seguían siendo dioses. Nunca personas físicas y “supuestamente” históricas, que reclamaban para sí la condición de “deidades salvadoras”.

Al mismo tiempo, entre los antiguos era común la creencia en la apoteosis: Algún rey, emperador, sumo sacerdote o líder podría ser considerado un dios, en todo el sentido de la palabra. Así tenemos a los faraones egipcios, particularmente algunos como Amenofis III que se deificó en vida; a Alexandros III de Macedonia (Magno), quien se creía hijo de Zeus-Ammón; a los Incas, hijos de Inti (el Sol) y un largo etc…

Pero estos seres no pretendían ser “profetas” o “mesías”. Representaban la Ley, el orden, el Estado, la civilización; eran poseedores de la Ma’at, la verdad-orden-justicia (como ocurría entre los reyes de Egipto), del Me, “la potencia divina” (en el caso de los reyes mesopotámicos) o de otros poderes similares.

No obstante, hay una diferencia categórica entre estos y los “profetas” bíblicos (o coránicos), o bien los “avatares” de la new-age, de los teósofos u orientalistas: No pretendían “revelar” nada a la Humanidad, no fundaban religiones, no eran salvadores o redentores, no “perdonaban pecados” y, a su muerte, pasaban a integrar el panteón divino de la cultura relacionada, sin mayores legados (salvo los que, a través de sus vidas, legítimamente pudieran haber generado, como fue el caso de Ramsés II o Alejandro Magno).



Los paganos nunca tuvimos un “Christos”, un “Meshiaj” o un “Rasul” (“apóstol” en árabe), en ninguna tradición.

Aquellos que adhieren a creencias en donde se maneja el mito de un “dios víctima” (Dionisos, Balder, Osiris, Adon, Atis, Mithra, etc…), representan una alegoría cósmica, el ciclo del Sol, la Luna o los planetas (como Kukulcán/Venus, entre los mayas) o agrícola: Por ejemplo Osiris, “la vegetación”, que es muerto por Seth, el “desierto”, y resucita para lograr que el ciclo de la vida sea perpetuo.

Algunos paganos, en especial los de la antigüedad, de seguro tomaron “literalmente” estos mitos… En eso no se diferenciaban (a simple vista) de lo que pudieran pensar los cristianos, por ejemplo. Pero hay una diferencia fundamental: Los paganos modernos tomamos a los mitos como lo que son, la representación de realidades trascendentes, no fenomenológicas ni históricas, sino arquetípicas. En cuanto a los antiguos, podían creer literalmente en ellos, pero jamás pretendieron que uno de los dioses nació, vivió y murió como hombre y que en él había que depositar las esperanzas de “salvación”.

9. Individualismo: Existen numerosas formas de definir la ética pagana. Algunos encuentran práctico el asumir tanto la palabra sánscrita, como el concepto en sí (de origen hindú) de Karma, para definir la “Causa y Efecto” y el hecho innegable que cada quien construye su propio destino, a largo plazo. Otros preferirán hablar de retribución, de la “Ley de Tres” o incluso del “Destino” o la “Propiciación” de los Dioses, pero todo apunta a lo mismo: La propia responsabilidad.

El pagano NO CREE en el pecado, como un acto de transgresión de alguna ley divina, cree en que hay cosas que le hacen bien y otras que le hacen mal, obrando en consecuencia. También entiende que lo que es bueno o malo para sí, es concomitante con el entorno, tiene un cierto grado de “resonancia” con el medio ambiente y si no se es responsable con él, el perjuicio llega tanto a los que lo rodean, como a él mismo.

El hacer lo correcto, el buscar el bienestar de otros seres, no obedece, en el Paganismo, a ningún temor respecto de violar el mandato de algún dios o a sufrir castigos o condenaciones a partir de ello. Tal tendencia, deviene de la empatía que sentimos por otros seres, por el mundo y por nuestros semejantes.

Aleister Crowley no inventó nada al afirmar aquello de: “Haz lo que quieras, ese será el todo de la Ley”, y la Rede Wicca tampoco, al acotar: “…mientras no dañes a nadie”. Son intentos de decir lo mismo: “El único responsable de tu vida eres tú”, “Fíjate en lo que haces, porque el entorno te devolverá tus acciones”. Esto lo entienden desde las tribus más primitivas, como los bosquimanos, hasta las más sofisticadas escuelas de filosofía (paganas), pasando por todas las tradiciones reconstruccionistas y neo-paganas (por lo menos, las serias y legítimas) que se conocen.

Pero el pagano que realmente lleva adelante su filosofía de vida, va mucho más allá: Busca el areté (autosuperación), el ejercicio pleno de su propia voluntad. Busca controlar su destino, en la máxima medida de lo posible, con el sólo límite de no avasallar los derechos de otros a llevar a cabo el mismo objetivo.

10. Conservacionismo: Sea cual fuere la idea de los dioses que cada tradición tenga, siempre existirá un elemento emocional distintivo: El Amor por la Naturaleza. El culto a la Tierra y a la Vida, la relación de reciprocidad entre “dar y recibir”. Pero no en el temeroso e ingenuo sentido de las religiones bíblicas, sino en la consciencia de que la Naturaleza nos da TODO y que debemos darle algo a cambio. Hoy en día, puede que ya no sean sacrificios de sangre, pero sí ofrendas materiales o simbólicas; dedicación, compromiso, agradecimiento y, sobre todo, CONSCIENCIA de ella y de lo que le debemos.

El ritual, la ofrenda, se lleva a cabo con placer, incluso a veces el mismo placer la constituye, ya que se celebra la Vida. Toda abstinencia o restricción para el pagano será un “método” para lograr un fin claro y personal, nunca un fin en sí mismo, jamás un “mandato divino”.

Como los griegos (tanto Solón de Atenas como el Oráculo de Delfos) decían: μηδὲν ἄγαν / mêdén ágan = “Nada en exceso”… Esa puede ser una buena definición de nuestra conducta, pero no por miedo al castigo divino, sino por amor a nuestra propia vida y por el deseo de conservarla plena, sana y duradera.

De nuevo muchos dirán: “Pero gran parte de los conservacionistas, ecologistas y cultores de la Tierra no son paganos” y, de nuevo, será cierto. Pero, sí todos los paganos, de cualquier época, latitud o etnia han adorado y adorarán a la Tierra, y todos aquellos que están verdaderamente comprometidos con su religión, serán capaces de hacer todo lo posible por preservarla, incluso llegando a dar su vida por ella.

Se objetará: “Han existido civilizaciones paganas que causaron grandes catástrofes ecológicas y que no han tenido respeto por la vida…” ¡Ciertamente…! La cultura Rapa Nui (Isla de Pascua), los Mayas, la Antigua Roma, etc… Pero no fueron “dogmas de fe”, sino el exceso de sus gobernantes, la carencia de visión de sus líderes o la mezquindad de sus sacerdotes.

En cambio, las “religiones reveladas” tienen por consigna, por dogma básico y primordial el “sojuzgar” a la Tierra, prácticamente el “violarla” y tomar de ella lo que al dios que adoran, o a sus representantes, les de la gana.

Una cosa es el error, el exceso o la falta de previsión y otra muy diferente la creencia sistémica, el dogma establecido como parámetro conductual.

Recuerden: Dios los bendijo y les dijo: “Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra; sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se desplazan sobre la tierra”. (Génesis 1:28)

La diferencia está entonces en que, los paganos, como humanos que somos, nos podemos equivocar, pero aquellos que siguen otro tipo de religiones, como en el texto citado, ni siquiera tienen como normativa ética el honrar y respetar al suelo que pisan.



Equilibrio y Balance: El Paganismo es equilibrio… No es “el camino de la luz”, ni tampoco es “el de las tinieblas (o la oscuridad)”.

Los paganos no basamos nuestras pautas conductuales en la idea de un bien y un mal absoluto, porque no creemos en tales cosas. Para nosotros, la virtud no es la “ausencia de pecado” ni la base de la sabiduría “el temor a Dios” (a ninguno). Sino que la misma estriba en los antiguos ideales de nuestros ancestros: La Ma’at del Antiguo Egipto; las virtudes expresadas en el Hávamál y de otros Eddas y sagas nórdicos; la kalokagathia (unión de “lo bueno, bello y verdadero”) de los griegos; el Bushidõ del Shintoísmo japonés y tantas otras pautas de sabiduría y sentido común que fueron legadas por las antiguas culturas y civilizaciones.

También lo son, el legado que nos dejaron los pitagóricos, neoplatónicos, estoicos, druidas, herméticos y muchas otras filosofías ancestrales que perduraron, a pesar de la destrucción despiadada, sufrida por el conocimiento del pasado.

El Paganismo es la búsqueda del balance entre los opuestos, del equilibrio entre los extremos. Pondera la moderación, pero no rehúye transitar los límites. Los paganos no profesamos “amor incondicional” ni nos molestamos en guardar vanos rencores u odios estériles. De nuevo buscamos el sentido común, lo natural, el justo medio.

No somos pacifistas a ultranza ni amamos la guerra; somos guerreros, pero nuestro principal campo de batalla se da en nuestro ser interior, nunca dañamos a nadie sin justa causa, sólo por defensa propia (o de otros seres inocentes). La victoria buscada es el areté, la virtud griega de superarnos a nosotros mismos, de trascender las limitaciones.

Reflexión final sobre el Paganismo Moderno:

Estas, entre otras tantas cosas, definen a los verdaderos paganos. Sin tomar a dichos conceptos como fundamentalistas o segregacionistas, sino como una suerte de ensayo en pos de trazar una frontera, de marcar una línea… ¡Pues hay que hacerlo!

No se puede vivir en la “nebulosa” del absoluto eclecticismo. El mismo es sano y útil cuando aúna nociones que se dieron per se, pero son compatibles. Sin embargo, es una tendencia patológica cuando trata de reconciliar lo antagónico, lo que no puede ni debe mezclarse.

¿Por qué es tan importante definirse como “paganos” (o como lo que uno sea en realidad)? Sencillamente, porque conocer y mostrar (a cada paso de la vida) lo que uno es, es tan importante como serlo.

Ahora bien, estas definiciones son “abstractas” y universales… Pero, ¿qué pasa entre los paganos “de carne y hueso”, del Occidente y del presente? Es decir, NOSOTROS

Ante todo hay que establecer una gradación, una suerte de camino escalonado: TODOS, estamos en un sendero de re-descubrimiento. Incluso los wiccans y partidarios de otros “neo-paganismos” que no se interesan en reconstruir, estudiar o investigar las tradiciones del pasado, ni tampoco en sincronizar sus rituales y mitos con lo que realmente creían nuestros ancestros remotos.

Es un gran fraude, “fakelore” -en inglés: “falso folclore”– (no digo “mito” porque podría malinterpretarse), la pretensión de que existió una continuidad en el Paganismo. Sólo las tradiciones de algunas sociedades aborígenes han perdurado ininterrumpidas (En Europa, sólo la etnia o pueblo Sami –lapones-, conservan algún vestigio de su pasado pagano).

Confía en los dioses, cumple tu destino, mantén el balance, deja tu marca, respeta a lo viviente, haz tu voluntad… Tal es la naturaleza del camino pagano.

Sin embargo, también es cierto que el Paganismo nunca murió, nunca fue olvidado del todo, porque se trata de la religión natural, de lo que emana de lo más profundo de la mente y el espíritu humano.

Las “revelaciones”, sus iglesias, sus “salvadores” y “profetas”, han podido diezmar a nuestros templos, al culto de los dioses y las viejas y sagradas tradiciones; han podido robar y desvirtuar las celebraciones y los ritos. Pero, como con acierto se ha dicho en muchas ocasiones, aún en las religiones institucionales y hegemónicas, que han buscado la destrucción total de nuestras creencias, existen vestigios de mitos, rituales y formas del paganismo ancestral.

El Paganismo fue la primera religión del Hombre, aquello en lo que creyó el primer homínido hace decenas o centenas de miles de años, cuando por primera vez vio los cielos y sus astros, a la Tierra y sus paisajes, con admiración, temor y devoción (animismo); cuando comenzó a recordar a sus ancestros con respeto, cariño y nostalgia (manismo), cuando se organizó en clanes y tribus (totemismo); cuando se percató de la relación entre las fuerzas naturales y el acontecer de su vida diaria (politeísmo) y, sin duda, será la última que exista, cuando el postrero ejemplar de nuestra especie, antes de desaparecer, mire la tierra o los cielos fascinado por sus portentosas fuerzas y sus ciclos eternos.

Los “episodios” de religiones reveladas, fundadas por “profetas”, gurúes y los movimientos místicos de los últimos siglos, son sólo “segundos” en el tiempo de la historia religiosa del Hombre. Son lo que un parpadeo es a la vida del ojo…

El Paganismo “durmió” durante siglos en las artes, la música, en el teatro y la misma Ciencia. Vivió por siglos en oscuros rincones, en libros olvidados, en fórmulas rituales ya no comprendidas…

Cuando un artista pone toda su capacidad de creación en la búsqueda de su “obra”, está celebrando la Vida de la misma forma en que lo hacían los antiguos… Esto se ve desde el Renacimiento, con Leonardo o Galileo, en Shakespeare o en Mozart y desde allí hasta nosotros, en todas partes; en Dalí, el surrealismo, el Rock & Roll; en los deportes olímpicos, la arquitectura…

Del mismo modo, cuando un astrónomo mira contemplativamente los cielos, quizás no piense en nuestros dioses, pero rinde culto al Universo de manera similar a los antiguos sacerdotes mayas, persas o babilonios. Los ejemplos podrían seguir indefinidamente…

El Paganismo es al mismo tiempo armonía total con la Naturaleza y rebelión sin tregua contra las imposturas, frente a los tabúes y prejuicios de los poderes dominantes. Es completa responsabilidad y absoluta libertad.

El Paganismo no es para los que se conforman con lo que les fue enseñado, sino para quienes salen a buscar, para quienes quieren “conocerse a sí mismos” (γνῶθι σεαυτόν, como decía Sócrates y los sacerdotes de Delfos aconsejaban).

Pero, debemos entender que hay un proceso gradual de redescubrimiento… Nadie, en nuestra generación (salvo casos contados y muy particulares), nació “pagano”. Por eso, quienes llevamos muchos años en este camino, no debemos condenar las mixturas propias de la inexperiencia, los ensayos eclécticos “piadosos” o “temerosos” que algunos hacen, ya sea por temor a la “condenación” (que se arrastra por años, si fuimos criados como creyentes cristianos); por no comprender la majestuosidad del culto a la Naturaleza y de los antiguos panteones divinos o por el mero hecho de que se abordó el Paganismo por estar disconforme con la religión natal, sin saber, en realidad, de que se trataba todo esto…

Lo que no es lícito, lo que no podemos permitir quienes estamos comprometidos con la defensa de nuestras creencias, con el redescubrimiento del legado ancestral y, en definitiva, con la fidelidad a los dioses, es que auto-proclamados “iniciados”, “adeptos”, maestros o lo que fuere, quieran inventar un “paganismo” a su medida y descartar lo que no cuadra con sus peculiares creencias.

El Paganismo requiere muchos años de estudio y “descontaminación” de las creencias inculcadas en la niñez, para que alguien, luego de ello, se proponga enseñar y, tal vez, ser un “maestro”.

De la misma manera, no es aceptable que quienes todavía creen en Cristo, en la Biblia, en Yãhwêh, Alláh, etc… nos vengan a cuestionar, como “intolerantes”, dogmáticos o lo que fuere, por ser coherentes con nuestras creencias. Si bien se debe asumir, comprender y recordar, que cada quien necesita un proceso de “paganización”, si es que cabe el término, del mismo modo es preciso trazar esa línea, antes aludida.

No es igual creer en “Dios” que ser pagano, no se puede pensar en Jesús de Nazaret como un “maestro” a seguir y transitar el sendero de los antiguos dioses. No es válido, tratar de mezclar lo que es irreconciliable.

¿Por qué querer redefinir la terminología para tratar de cuadrar dentro de lo que no somos? Los paganos no creemos que ninguna religión sea falsa o ilegítima, en tanto sea sincera y seria. No pretendemos ser mejores de manera apriorística, no creemos ser dueños de la Verdad o transitar el único camino válido. Por tanto, si hay cristianos que quieren buscar alguna enseñanza o aporte entre nuestras tradiciones, ¡bienvenidos sean! Pero, por favor, no nos quieran convencer que son lo que no son, ni se ofendan con nosotros por señalarles la realidad. Tampoco pretendan cambiar la realidad e invertir los valores o el significado de las cosas.

Cada quien tiene un camino que seguir, el nuestro es el Paganismo (sea cual sea la tradición que se adopte, o aún en el caso de que esa palabra no sea la apropiada para definirnos).

Si alguna vez “pagano” fue un término despectivo, ahora debe ser sinónimo de seres orgullosos, que tratan de rescatar las antiguas tradiciones del olvido, que quieren redescubrir la espiritualidad basada en la Tierra, que es la Madre de todos. Vale decir, paganismo significa lo que SOMOS, ¡recordémoslo siempre!


Autor: Oscar Carlos Cortelezzi
Extraído de: 
http://www.reflexionespaganas.com/bases-del-paganismo/paganismo/

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