martes, 26 de septiembre de 2017
cat-.es: NO HAY SALIDA
¿Llevamos tres días de infarto en Cataluña? Claro está que son de infarto si se miran los informativos. Pero, a pesar de algunas fracturas preocupantes en grupos de amigos y de vecinos, para la inmensa mayoría de la población catalana todo sigue como el 18 de septiembre: aquí no pasa nada y lo que es más interesante: la mayoría no quiere que pase nada. Pero sí es rigurosamente cierto que los medios de comunicación y determinadas noticias se obstinan en sembrar una inquietud que la mayoría de catalanes siguen sin tener. Porque este contencioso solamente afecta a los “españolistas–constitucionalistas” de un lado y a los “nacionalistas–independentistas” de otro: a los demás, nos coge por medio, siendo perfectamente conscientes de que no ganamos ni perdemos nada en la partida, ni nada esencial se juega en ella: la España constitucional era, desde el origen, una “España rota”, la “República Catalana” es, simplemente, un aborto imaginario. Los que mantenemos “otras posiciones”, no contamos y ninguna de estas dos pueden ser asumidas sin grandes reservas mentales. Luego está una amplia gama de la izquierda (“referéndum sí” y “referéndum sí, pero no así”) y lo que es el grupo mayoritario, el de los “no sabe–no contesta”. Finalmente algunos, como es mi caso, que lo único que queremos es que termine toda esta comedia (que cada vez corre más el riesgo de pasar a ser tragicomedia).
Ni me pienso manifestar por la “España constitucional”, ni la “República Catalana” contará jamás con mi adhesión. Vaya esto por delante. Ahora trataré de explicar el porqué sigo en mi estado de “exilio interior” (tremendamente satisfecho, hay que decirlo, con mi condición de “apolítico”: no ignorante de la política, sino distanciado de ella).
PRIMERA CONSTATACIÓN: UN “REFERÉNDUM” NO ES “DEMOCRACIA”
Los hay que tienen tendencia a utilizar la palabra “democracia” como un puñetazo al estómago de su rival: “yo soy demócrata porque convoco un referéndum. Tu eres fascista porque me lo impides”. Tal es el razonamiento de “Puchi” y de los suyos. Ejem… si convocar un referéndum imprimiera el marchamo democrático, habría que reconocer que el franquismo fue, incluso más democrático que la Generalitat (con dos referéndums con Franco vivo, en 1947 y 1966 y otro para hacerse el hara–kiri en 1976).
Se dirá que, entonces, la oposición no podía manifestarse y que no habían “garantías democráticas”… ¡Pues ya me dirán ahora en donde incluso para dar una apariencia de que había “oposición” alguien ha ido colgando carteles con el “NO” firmados fraudulentamente por el PP, el PSC y Cs…! Y que no me digan que los medios de comunicación cuyos puestos de trabajo dependen de la benevolencia de las subvenciones de la Generalitat, han dado paso a los partidarios del NO, tanto del NO a la independencia de Cataluña como a los del NO a la consulta. De hecho, llevamos desde 2003 con todo aquello del invento maragallano del “nou Estatut”, casi quince años de machaque nacionalista–independentista que siguieron a casi 30 años del chunda–chunda nacionalista… sin que se conceda a los que opinan diferente espacios públicos para expresarse.
La democracia es algo más que convocar un referéndum (o elecciones cada cuatro años) para tener una ilusión de que “el pueblo participa”… ¿Participa en qué? Hoy la democracia cuantitativa es inviable y condenable por la simple razón de que la zafiedad, el mal gusto, la estupidez, la ignorancia, la apatía, la prepotencia y la bellaquería son mayoría en la sociedad por encima de la cultura, el estilo, la sabiduría, el conocimiento y la honestidad.
Cúlpese de ello a los creadores del sistema educativo español, especialmente al PSOE que en este terreno se ha creído con el derecho a imponer sus criterios “progresistas”… y a la vista está a donde nos han llevado. Un día le dije en directo a Luis del Olmo, cuando se iniciaba la andadura de “Protagonistas” que “la democracia es aquel sistema por el que el 51% de violadores tienen la razón sobre el 49% de premios Nobel”. Le costó entenderme y, en realidad, se lo tuvieron que explicar Hilario y Mariñas que eran, a fin de cuentas, los que me habían metido en el berenjenal. Cuarenta años después sigo pensando lo mismo: la diferencia es que en 1977, este país quería tener una “experiencia partitocrática” (y siempre estaba la posibilidad de que saliera bien) y hoy, cuarenta años después, quien tiene oídos y oye, tiene ojos y ve, es perfectamente consciente de que:
– existe una brecha insuperable entre la España oficial (la que se sienta y se beneficia de las instituciones) y la España real (la que paga y sufre las instituciones).
– el nivel de la clase política no se ha elevado desde 1978, sino que se ha ido rebajando más y más hasta entrar hoy en caída libre: ¿Queréis ver impresentables? Mirad en las bancadas de los parlamentos y en los ayuntamientos… hay sobredosis.
– la constitución fue elaborada en unas condiciones, nacionales e internacionales, y hoy se dan otras muy diferentes: ni los grupos económicos, mediáticos y políticos que existían entonces, siguen existiendo, ni se dan los consensos de entonces, ni siquiera se mantienen los compromisos dados en 1978 al redactar la constitución.
– el Estado de las Autonomías ha constituido un fracaso absoluto porque no ha resuelto el problema de la “vertebración nacional”, sino que lo ha agravado, y, para colmo de males, el proceso de burocratización y las corruptelas están devorando el Estado del Bienestar que en 1978 era el objetivo a alcanzar. ¿Cuánto se va a tardar en reconocer que el mejor referéndum sería ese en el que nos preguntaran qué queremos hacer con ese cúmulo de iniquidades, faraonismos y miserias que son las autonomías?
Así pues, a esto nos ha llevado la “democracia” y las continuas elecciones (autonómicas, generales, municipales, europeas, y alguno quiere, además, elecciones a “presidente nacional”…), así que no me pidan que tenga fe en un referéndum lastrado desde el principio. Me gustaría conocer los argumentos lógicos para refutar estos puntos que puedo sustentar perfectamente:
– que la gran masa del país, lo que se llama, “el electorado” es manipulable.
– que no tiene opinión propia, sino la opinión que le “sugieren subliminalmente” unos u otros, la “opinión pública” carece de forma, son los medios los que se la dan.
– que la gran masa del país no es consciente de lo que implica votar una cosa u otra, sino como máximo, vagas intuiciones irracionales.
– que el sistema educativo genera cada vez más analfabetos estructurales y
– que los problemas de nuestra sociedad, lejos de resolverse se van acumulando, más y más, hasta hacer hoy prácticamente imposible su solución (economía globalizada, aculturización generalizada, debilitamiento de TODAS las estructuras sociales). El referéndum catalán es un “falso objetivo” impuesto por los nacionalistas que desvía la atención de los grandes problemas acuciantes y considera a Cataluña como un islote al que solo le afecta el tenue puente existente hoy con el Estado Español…
¿Qué es la democracia? Lo dice la palabra: “mando del pueblo”. Difícilmente puede haber democracia cuando no hay “pueblo”: hay que releer a Ortega. Lo que hoy existe hoy en el lugar del “pueblo” es una “masa invertebrada” (o débilmente vertebrada por un club de fútbol, la reivindicación del porro, por un ritmo musical, por un mito y al que le interesan los trendig topics y los realitys mucho más que el futuro o su propio destino). ¿Qué “democracia” va a existir con esta tropa? ¿Pedir la opinión sobre el futuro demográfico de Europa a un colgao? ¡Si ni siquiera los demógrafos progresistas son capaces de establecer teorías científicas realistas! ¿Pedir que una masa opine sobre su futuro como “nación” cuando ni siquiera es capaz de alzar la voz para que se eliminen determinados aditivos alimentarios que cada día consume y que modifican cadenas de ADN generando cáncer, por poner un ejemplo? ¿Cómo alguien que no es capaz de pensar en su interés inmediato y el de sus próximos va a poder opinar sobre el futuro o el destino de una nación?
Si democracia es votar, hasta en las profundidades del stalinismo se votaba. Si democracia es “votar en libertad y conscientemente”, para ello hace falta una sociedad orgánica y estructurada, con cultura, nivel y educación, no volatilizada como tal y convertida en masa amorfa que se mece según los vientos que soplan.
LOS VENDEDORES DE “LIBERTAD” Y DEMOCRACIA
Lo lamento, pero la generalitat no es la institución más adecuada para vender “democracia”. Mira que la generalitat ha podido convocar referendos en estos últimos 35 años. Por ejemplo, y ya que estamos, lo pudo convocar en su momento sobre la “inmersión lingüística”. Solamente alguien que antepone el nacionalismo a la familia es capaz de imponer –“democráticamente”, claro está– la enseñanza obligatoria en catalán a familias que considerábamos más importante para nuestros hijos el que aprendieran bien el castellano porque nuestro horizonte de vida no se quería reducir a las cuatro provincias catalanas y a Andorra. Los motivos de esa decisión atañen a las familias y la generalitat, que no era nada más que una “entidad colaboradora del Estado”, no tenía el derecho a imponer la enseñanza del catalán: porque el ciudadano es libre de expresarse como le dé la gana, no como quiere el gobierno autonómico… especialmente en una región en la que el crecimiento de cualquier grupo llegado de no importa dónde es muy superior al del grupo originariamente autóctono (cuya “vitalidad” está disminuida desde hace un siglo y requiere la llegada de inmigración, ayer del Estado, hoy del Magreb y mañana ¿de una galaxia lejana?).
Aquella ley, aprobada con el visto bueno de los socialistas y de los populares (que precisaban ambis del apoyo de CiU en el parlamento y hubieran, literalmente, puesto el culo para obtenerlo), fue una ley injusta, poco democrática y, lo que era peor, atentaba contra la coherencia de las familias, metía a la generalitat en la sala de estar de tu casa, rompía deliberadamente vínculos entre padres e hijos y era, desde todos los puntos de vista, insostenible e inmoral… salvo desde una perspectiva nacionalista. Para colmo, la generalitat, como ya he dicho, consiguió con esta política educativa que hoy se hable un catalán mucho peor que hace cincuenta años, que el castellano que se habla sea deleznable y, como guinda, que haya adolescentes de origen magrebí que mezclan ¡árabe, amazigh, castellano y catalán!
Lo normal hubiera sido que, respondiendo a la realidad de la sociedad catalana (bilingüismo), cada familia hubiera podido elegir la lengua en la que quería que sus hijos fueran educados. Además, y no hay que perderlo de vista ¡todo, además, para que solamente un 30–35% de la población se exprese habitualmente en catalán! Cuando hablé con el director de política lingüística de la Generalitat sobre la inmersión lingüística en el colegio de mi hija, me respondió que eso “lo había decidido el parlament”… La petición de que se abriera una línea de enseñanza en castellano para un grupo –numeroso, ya que estamos en ello– ni se tomó en consideración. No hubo “referéndum” para preguntarnos si preferíamos “inmersión lingüística” o dos líneas de educación. Y ni entonces ni ahora, hay argumentos científicamente válidos, para aquella ley… ¿Entonces no había lugar a referendo y ahora sí?
Toda Cataluña –toda, toda, toda– era perfectamente consciente de que, desde los años 80 había algo en la generalitat que no terminaba de funcionar. Personalmente lo vi cuando, durante un período de paro, recibo una carta diciéndome que el curso que había seguido costaba 250.000 pesetas de las de antes que se pagarían a un “centro colaborador”. Yo no había seguido nada digno de llamarse curso (ir un día al centro colaborador y ver que aquello era una pérdida completa de tiempo, no es “recibir un curso” de nada) así que, en tanto que persona honesta, fui a la consejería de trabajo a denunciar la equivocación. Debía ser algo inédito, porque pasé por todos los pisos del antiguo edificio de ATA, al final tuve que subir a ver al secretario del conseller que me vino a buscar a la puerta del ascensor: allí me dijo, literalmente, que no se me preguntaba mi opinión, sino simplemente se me notificaba el pago… Poco después, el conseller en cuestión (de UDC) resultó detenido, procesado, condenado y encarcelado por un gigantesco fraude que afectaba a toda la consejería.
Así pues, puedo constatar directamente que no es “honestidad” lo que respiran los convocantes del referéndum por la autodeterminación. No me fío de la “democracia” con que se les llena la boca a la hora de venderme el “referéndum”. Estoy dispuesto a considerar que ellos son tan corruptos –como mínimo– como los que gobiernan en Madrid. De hecho, sé que lo son. ¿Estamos ante un concurso para ver quién es más corrupto? Acepto que unos y otros son igualmente oportunistas, que están donde están para desviar dinero público a sus bolsillos y los de sus tristes partidillos, sin ideas, sin proyectos, que apenas son otras cosas que canales para las ambiciones de sus dirigentes (¡y qué dirigentes!).
No voy a salir en defensa del “patriotismo constitucional” del PP. Pueden estar seguros. Pero, me hacen reír todos esos que intentan presentar a la generalitat como pura como la doncella de Orleans, santa como Teresa de Ávila y libre de pecado como el Espíritu Santo… que no son más patéticos que quienes presentan a cualquier otro partido, de esta o de aquella orilla del Ebro como honesto y decente. Desengañaros: ya no queda honestidad entre la clase política que, en el fondo, está compuesta por oportunistas de bajos vuelos (ese Rufián, por citar un ejemplo peripatético de los ejemplares que da la “política catalana”), que no hubieran pasado de ser reponedores en supers en la empresa privada y que ni siquiera tenían cabeza para opositar, y tiene la misma tasa de ignorantes y colgados que cualquier otro grupo social. Sólo que ellos “son la ley”, “hacen las leyes” y “administran la caja”… No me pidan que los respete.
LA IZQUIERDA ANTE EL REFERENDUM
Seamos claros: la izquierda se ha visto desbordada por el nacionalismo, no de ahora, sino desde hace muchos años. El PSC –vale la pena no olvidarlo– fue una construcción ficticia que se impuso al PSOE (y a su federación catalana). Estaba compuesta por hijos de la alta burguesía, del mismo grupo social que creó CDC. Unos “guiaban” a la burguesía, los otros catalana (los Obiols, los Maragall, los Bohigas, los Clos, los Reventós, los Serra, los Nadal…), los socialistas, al proletariado inmigrante. En su cúpula (hasta Montilla), el PSC siempre tuvo al frente a hijos de la alta burguesía que fueron aceptados por un proletariado castellano–parlante (el PSC no ganó ninguna elección autonómica hasta 2003 a causa de su neo–nacionalismo que procedía, en parte, del antiguo PSUC, que se diluyó en las zonas obreras a lo largo de los 80, su voto pasó a engrosar la nómina del PP catalán hasta que Aznar reavivó sus reflejos en 2002 con su malhadada posición pro–Bush en la Guerra del Golfo).
Luego sobrevino la crisis económica de 2008 y la izquierda española empezó su proceso de atomización. Por una parte, el PSOE, maltrecho por la infame gestión zapateriana, quedó convertido en una serie de federaciones y partidos regionales, sin denominador común programático, ni liderazgo digno de tal nombre. IU estalló, los segundas filas que estaban en el banquillo sin cargo alguno formaron Podemos, no como movimiento unitario, sino como federación de federaciones confederadas bajo una sigla inestable y dotada de una clase política dirigente en la que no es precisamente sensatez, experiencia, capacidad, ni preparación lo que abunda.
Los que se iban a bajar los sueldos, los que iban a renunciar a prebendas, los que iban a renovar la democracia, los que iban a defender a los menesterosos y a los deshauciados, hoy, como cabía prever, se han hecho su hueco en el pesebre. Lo sorprendente –e inquietante– no es eso: sino el estado de indigencia intelectual de muchos de sus líderes, sus razonamientos infantiles, ingenuos, sub–panfletarios, sus lídercillos locales del tres al cuarto, que a veces apenas llegan ni a las cuatro reglas, con unos Echeniques instalados en la ignorancia más el oportunismo (un año antes de entrar en Podemos, el pobre Echenique se había afiliado en Cs…). Existe la izquierda, mejor dicho, existen “las izquierdas”, pero, en todas sus variedades taxonómicas parece claro que ninguna tiene muy claro ni por dónde circulan, ni cuál es su proyecto, ni que vayan más allá de donde iban los presupuestos del zapaterismo: progresismo+humanismo+universalismo. Eso es todo.
La izquierda ha permanecido muda en el tema soberanista.
La izquierda de toda la vida en toda Europa era jacobina. En España ya aparecieron tendencias nacionalistas dentro del PSUC de los años 50. Era simplemente para ocultar y hacerse perdonar su stalinismo. Luego, cuando este partido tuvo una masiva entrada de curas progres y boy-scouts y alumnos formados por esos curas, mucho más que de obreros que, aun participando masivamente en el PSUC, siempre ocuparon un lugar secundario, la izquierda comunista catalana fue el motor real –el único motor real– del “llibertad–amnistía–estatut d’autonomia” de la transición. El PSUC se “catalanizó” para ocultar su estalinismo y luego debió travestirse de “eurocomunista”, lo que, a la larga generaría una ruptura en el interior del partido… no es por casualidad que hoy mismo 800 sindicalistas hayan suscrito una carta común oponiéndose al referéndum.
La izquierda no es que sea “demócrata”, es que es “ultrademócrata”, por eso si le ponen el señuelo de una votación, en principio, dirá que sí. Pero, a partir de ahí, tendrá dificultades para definirse: unos son “internacionalistas”, por lo tanto, crear una nación es lo más alejado a su ideal; otros, al desvalorizar las fronteras, les importa un higo si unos ilusos se preocupan por establecer otras nuevas. Así pues, la izquierda, evita declararse independentista y encuentra en el “soberanismo” una fórmula poco comprometida: “somos partidarios del derecho de autodeterminación y del referéndum y que cada cual vote lo que le parezca…”. Posición ambigua si la consideramos de la manera más benévola, y forma, en cualquier caso, de seguir nadando y guardando la ropa.
A Sánchez le han tenido que recordar que los pactos constitucionales del 78 comprometen al PSOE con la defensa del “Estado Español”. El chico no sabía que decir. En Cataluña, cuando el PSC ya es solamente una sombra de lo que fue, el osito de peluche que lo dirige, adopta cada día una posición diferente. El problema es que el partido está, claro, “partido” en dos, los partidarios de que se celebre el referendo y los que no. ¿Su alternativa? El “federalismo” que es como decir, “vamos a romper lo que ya existe y luego con sus partes, creamos una federación en la que cada parte es independiente pero en realidad no lo sea…”, ante lo que cabe responder, hijo, cada vez me gustas más por lo bien que te expresas. Ya sólo falta, por supuesto, que alguien recuerde que en el programa del PSC todavía está aquello del “federalismo asimétrico” maragallano.
En cuanto a la galaxia podemita catalana, hay de todo y su contrario y su actitud no es más que una prolongación de las dudas hamletianas del PSC. El grupo de la Colau no sabe ni que decir ante un tema que no va con ellos y bastante tienen con el atentado yihadista de agosto (y los que se prevén en el horizonte), con el descenso del turismo a causa del proceso soberanista y están en camino de recuperar su fe religiosa rezando para que a nadie se le escape un tiro, ni haya algún saqueo que pudiera salir en primera página de la prensa mundial. Sería lamentable que cuando apenas faltan cinco años para concluir ese monumento al kitsch y al mal gusto que es la Sagrada Familia, no hubiera visitantes para horrorizarse antes de que lo tire por los suelos un atentado perpetrado por yihadistas subsidiados. Los podemitas catalanes, como los socialistas de ayer, carecen de proyecto e irán improvisando sobre la marcha: viéndose arrastrados por unas circunstancias que no controlan, sin iniciativa y sin brújula. Eso es todo.
LA DERECHA CATALANISTA
Primero: no existe. Segundo: existía en 1978, tocó el cielo con el pujolato y se la pegó en su caída. Todos los intentos de la derecha española por sacrificar al PP catalán y constituir una especie de “Lliga Regionalista” rediviva, fracasason y esto por una buena razón: las condiciones que se daban en el primer tercio del siglo XX ya no se repetían a partir de 1976. La percepción histórica que se tenía desde Madrid era el de la existencia de un “catalanismo moderado” que no quería romper con España y que colaboraría en la gobernabilidad del Estado si éste le daba manos libres en Cataluña. Pujol (que por cierto no era Cambó) se benefició extraordinariamente de este mito madrileño que no tenía en cuenta lo que había pasado en los cuarenta años anteriores: en lugar de haberse aplicado la idea “tradicionalista” (Dios, Patria, FUEROS, Rey), o incluso la “joseantoniana” (expresada en el artículo sobre la Gaita y la Lira, con la muy razonable diferencia entre lo “espontáneo” y lo “difícil” que, a fin de cuentas, no eran contradictorios, sino que los presentaba como integrables), se aplicó en aquellos años un extraño jacobinismo que no pertenecía a la tradición política de la que se reclamaban los vencedores, ni siquiera al del grupo minoritario alfonsino de Renovación Española, sino, más bien, al rudo imaginario castrense. Se olvidaba también la influencia que había tenido en el pensamiento de Cambó o de Prat de la Riba, la figura de Maurras cuyos conceptos fueron decisivos tanto en los carlistas como en los alfonsinos y joseantonianos.
Se confundió el “catalanismo regionalista” con la nefasta gestión de Companys al frente de la Generalitat, el total vacío de poder que se produjo a partir del 18 de julio de 1936 que tuvo dos dramas capitales, en los fusilamientos posteriores al 18 de julio y en la guerra civil en la guerra civil en marzo de 1937… “incidentes” en todos los cuales estuvo ausente el independentismo que, simplemente desapareció desde 1936 hasta la última fase del franquismo. Pagó la cultura catalana que durante 40 años no estuvo prohibida, pero tampoco subvencionada.
Pujol, literalmente, engañó a sus interlocutores madrileños que, en los años de la transición, lo ignoraban todo de la historia política de Cataluña: se presentó como el portavoz del “nacionalismo moderado”… cuando su proyecto era –y hoy lo sospechamos– independentista desde el principio. De hecho, el entorno de Pujol ya había intentado en 1971-72 crear algo parecido a una ETA catalana, en lo que fue el Front d’Alliberament de Catalunya, desarticulado en 1973 y que no llegó muy lejos. Era la vieja estrategia de: “los radicales son estos, yo soy el moderado, así que negociad conmigo”.
A fin de cuentas, Pujol no engañó salvo a los que querían ser engañados y querían creer que el Estado de las Autonomías iba a ser el remedio a un problema mucho más complejo; si se hubieran fijado en el título que Pujol daba a su doctrina, “nacionalismo catalán”, hubieran debido sospechar hacia dónde tendía: nacionalismo indica que se defiende la existencia de una “nación” y que esa nación para serlo plenamente, precisa de un Estado. Las aguas y los problemas no resueltos de la transición de 1978 dieron como resultado los lodos actuales que algunos, como De Guindos, quieren prolongar como sea proponiendo, una mayor autonomía fiscal en Cataluña y un mejor concierto económico a cambio de olvidar la idea del referéndum. La misma ceguera de Suárez en 1978 es la de De Guindos en 2017. Nada nuevo bajo el sol.
La diferencia es que en 1978 las caretas estaban puestas: el nacionalismo se presentaba como “colaboracionista” y “moderado”, consciente de que era preciso recatalanizar el país, disponer de medios de comunicación propios y de una estructura de “pre–Estado” (la generalitat) que preparara las condiciones para la independencia. Hoy, las caretas están quitadas: ya no caben términos medios, sino valor para afrontar las realidades y estas son: que el Estado Español es inexistente en Cataluña más allá del texto constitucional.
Una parte de la población catalana, ganada por la publicidad machacona y por la catalanización forzada realizada desde 1978, quiere ser independiente; otra se sigue sintiendo más vinculada a “la España constitucional” (sea lo que sea que representa esa idea) y otro sector, acaso mayoritario, le tiene todo esto al fresco. Así pues, desengáñense quienes creen lo contrario: no existen soluciones para la actual situación, al menos soluciones definitivas, consensuadas y que no generen más problemas a la vuelta de unos años: una Cataluña independiente no podrá soportar en NINGUNA CIRCUNSTANCIA la presión del islam que es hoy una realidad en la Cataluña construida durante el pujolato y sus sucesores, con el visto bueno de Aznar y ZP. Tampoco las escuelas y los medios de comunicación catalanes darán nunca una visión de la propia historia y de “España” menos acorde con el ideario nacionalista. Estas situaciones –lamentablemente, insisto- solamente tienen una salida definitiva: cuando una parte, la que sea, aplasta completamente a la otra y le disuade de emprender nuevas aventuras. Indudablemente, las dos partes en litigio, carecen de fuerza, prestigio, decisión, autoridad y valor para afrontar la “solución final”. Por eso digo que esta situación se enquistará y carecerá de salida.
Por otra parte, resulta difícil llegar más allá de donde han llegado los estatutos de autonomía. Y, finalmente, para colmo, las fuerzas sociales que buscan la independencia ya no son las mismas que alumbraron al nacionalismo catalán del primer tercio del siglo XX y que lo han controlado hasta finales de los 90. Hoy son solamente borrokas de la CUP, población rural y periférica votante de ERC y la casta funcionarial y clientelar creada por la Generalitat. Estos grupos tienen poco que ver en sus intereses, en su estado de ánimo, en sus objetivos e incluso en su influencia.
LOS LOGROS DEL TÁNDEM MAS–PUCHI
La sociedad catalana es una sociedad atomizada: no existen partidos homogéneos y monolíticos, cada fuerza política con presencia parlamentaria está a su vez dividida interiormente en capillas, fracciones, tendencias, “colectivos”, federados y/o confederados, a veces sólo apiñados, y con unos líderes que, muchas veces más que dirigir son empujados por unos o por otros, sin gran ascendiente sobre las masas y sin capacidad de controlarlas una vez puestas en la calle.
Cuando se produjo el llamado “otoño de las nacionalidades” en 1989 y la URSS permitió que se segregaran aquellas nacionalidades que lo desearan (Lituania, Letonia, Estonia y Moldavia) y contaran con el apoyo de 2/3 de la población, al menos se aceptaba cierto “consenso” necesario para justificar una ruptura y una independencia nacional… pero el tándem Mas–Puchi, no se ha enterado de que, como máximo tiene 1/3 de los apoyos, los estatalistas otro y la “opción mayoritaria” sigue siendo la de “no sabe – no contesta – a mí que me importa – y vete a paseo con el rollo”. Sin olvidar, claro está que, para colmo, a un 18-20% de la población catalana, de origen inmigrante, mira más hacia sus países de origen que hacia la Plaza de Sant Jaume y que solamente podría ser ganada para la causa nacionalistas (o españolista) si se comprara al peso su concurso. Porque, por mucho que la Generalitat crea, lo que ha comprado es la paz étnico–social–religiosa. Nada más.
Tal es el peripatetismo del mosaico catalán del que nadie parece hacerse eco, ni aparecer en ningún análisis de “politólogos”, “tertulianos”, “opinadores” o “enteraos”.
Y esto es lo peor porque, entre todos la mataron y ella sola se murió: ¿quién? El pueblo catalán, por supuesto. Lo que existe hoy en Cataluña, vamos a decirlo claramente, es una masa fracturada interiormente hasta lo indecible en divisiones verticales (derechas, izquierdas, no sabe–no contesta), horizontales (independentismo, españolismo, pasotismo), divisiones ideológicas (estatalismo-independentismo), transversales (partidos fraccionados interiormente, rivalidades y desigualdades locales a cascoporro, diferentes actitudes en la medida en que existen regiones con distintos grado de “catalanización” y, para colmo, como guinda traída por Pujol y Angel Colom, un millón y cuarto de islamistas que solamente quieren la fiesta del cordero, que se recojan sus derechos a celebrar el ramadán, a tener sus mezquitas y una existencia subvencionada que, a ver quién les dice, ahora, que si un mal día falta el dinero para ellos, que no se lo tomen a mal…).
Lo peor es que los líderes independentistas, las más de las veces arrastrados por sus partidarios más pedestres, han terminado creyendo que Cataluña podría ser independiente con un referéndum no reconocido ni por el Estado Español, ni por las instituciones europeas, y que bastaba para segregarse con un 0’1% de ventaja… Ahora, no se trata solo de decirles, “oye, es que las naciones se crean con consensos mucho mayores, no por los pelines” o aquello otro de “mira, no es por nada, pero con un 30–35% de gente que se expresa habitualmente en catalán, me temo que el techo del 50,01% os quedaría algo lejos”: el problema es que el dontancredismo de Rajoy les ha dado alas y ahora, no solamente creen que el referéndum del 1–O se celebrará –cuando cualquier persona razonable sabe que, por el momento, esa vía no va a prosperar– sino que, además, lo tienen ganado y que para el 2–O Cataluña ya va “desconectarse”…
Para colmo, las detenciones de dirigentes de la generalitat no han sido suficientemente explicadas por el Estado, se han hecho tarde, mal, y no es que jurídicamente no estuvieran justificadas, es que eran iniciativas demasiado tardías: si el referéndum es ilegal, quien lo promueve, claro está, entra en la ilegalidad: el pequeño matiz que se le escapa a los “doctrinarios del independentismo” es que si hoy Cataluña pertenece a una legalidad, para crear otra, hace falta un proceso según los cauces normales, en lugar de forzar la legalidad actual, instalarse en una legalidad paralela y, desde ella, armarse con otra lógica legal, mientras que lo que se escapa a los “patriotas constitucionales” es que si el referéndum era ilegal, no lo era ahora, sino hace siete años cuando empezó a plantearse…).
Yugular el referéndum independentista por la vía legal, hubiera tenido sus efectos hace unos años. Hoy ya no. Y lo único que ha logrado ha sido generar una mayor tensión en la calle que veremos hasta dónde llega.
Hoy no puede excluirse ninguna hipótesis de futuro salvo una: esto no acaba aquí. Esta crisis ya no tiene vuelta atrás: ni el Estado va a poder seguir vendiendo ese fraude faraónico del Estado de la Autonomías como un “gran logro democrático”, sino que el invento recupera su carácter inviable económicamente y centrífugo; ni tampoco el independentismo va a resolver nada incluso en la remota hipótesis de que lograra su objetivo, porque luego, queda la pregunta que los independentistas no quieres oir: ¿y mañana qué? ¿negociar con la UE, negociación que España vetaría y que encontraría en Francia y Alemania una oposición aún mayor? ¿poner el culo, literalmente, ante Qatar, las monarquías del golfo, configurarse como paraíso fiscal y sede de los negocios de individuos repugnantes a lo Soros, negociar con la Liga Árabe la formación del primer Estado occidental que reconociera al Islam como religión privilegiada por delante de cualquier otra? Sin olvidar los miles de personas, de negocios, de sedes sociales, que abandonarían Cataluña en el momento mismo de la independencia y las promesas que deberían afrontar los promotores de la independencia cuando se encontrarán con un “pequeño problema de tesorería”, demandas internacionales y una situación revuelta tanto en el interior de Cataluña como en el exterior: es lo que pasa cuando no se tiene un consenso y se cree en la ficción de que basta con un 0’1% de ventaja para crear una nación.
UN CONSEJO A UNOS Y OTROS
Los que nos declaramos ajenos al “patriotismo constitucional” y permanecemos alejados del independentismo, somos perfectamente conscientes de que esto no va con nosotros. Personalmente creo que Cataluña no tiene remedio y que es la vanguardia de la desintegración de España en el sentido de que Cataluña refleja la atomización política y social de España. Nada más.
Aquí hay tanta corrupción como en Madrid. Aquí hay una ceguera ante el problema de la inmigración como la que hay en Madrid o en Andalucía. Aquí hay una casta política desaprensiva, ambiciosa y sin escrúpulos, sin categoría, nivel, ni preparación, tanto como puede haberla en cualquier otro lugar de España. Aquí hay una partitocracia como la hay en Madrid y la habrá en una Cataluña independiente o vinculada al Estado o comiendo de la mano de Soros o de las monarquías del Golfo Pérsico. Aquí hay una brecha entre la Cataluña real y la Cataluña de las oficinas y delegaciones de la Generalitat, como hay una brecha entre la España real de la gente que cada día se levanta para vivir, trabajar, ser feliz y la España legal de los ministerios, los gurteles y las corruptelas. Aquí y en Madrid se oculta que la globalización es el gran problema del país. ¿Es que no habéis mirado cómo está la sociedad catalana, es que no la habéis comparado con la que hay en Madrid, Valencia, Espartiñas, Lugo o Sabiñanigo y no os habéis dado cuenta que es una sociedad que comparte los mismos problemas de hundimiento del sistema educativo, hundimiento próximo del sistema de pensiones, hundimiento de la sanidad, hundimiento de las estructuras tradicionales, hundimiento de las costumbres, culto a la corrección política, política del avestruz ante los problemas reales? ¡¡¡Para que ahora vengan los Puchi, los Junqueras y demás y me digan que todo esto se resolverá con un… pasaporte y un DNI catalán!!!
Diré incluso algo más: soy completamente indiferente al proceso soberanista, pero también afirmo públicamente que no existe gran diferencia en apoyar al “patriotismo constitucional” o en apoyar las promesas de los independentistas. Ambas son dos demostraciones válidas para gentes que creen en Papa Noel o que no se han enterado que los Reyes Magos son los papás y que, en definitiva, no tienen valor, capacidad, ni imaginación para mirar cara a cara a las realidades. Los que tenemos algo de espíritu crítico, sabemos que hay problemas mucho más acuciantes y graves que el referéndum del 1–O. El mito construido por los independentistas, no es mi mito.
No me pidáis que lo apoye, como no me pidáis que apoye a los que ni siquiera tienen el valor decir que una “patria” está por encima de las constituciones. Miro lo que me rodea, oigo la televisión, leo los informativos, cuando viajo por España miro y me digo: si esta es España, como patria no va. En una República Catalana no creo, simplemente. Pero esta España, lo lamento, pero no me va: está ya demasiado rota y descompuesta como para zurcirla y decir “aquí no ha pasado nada”. Ha pasado que estamos ante un fracaso histórico. Recuerdo a Ramiro Ledesma, sin duda, uno de los intelectuales más profundos y olvidados que dio el siglo anterior y que resumió así el último siglo y medio de la historia de España: “Fracaso de la España tradicional, fracaso de la España subversiva (ambas en sus luchas del siglo XIX), fracaso de la Restauración (Monarquía constitucional), fracaso de la dictadura militar de Primo de Rivera, fracaso de la República…”, a lo que cabría añadir: Fracaso del franquismo, fracaso de la España constitucional, fracaso sobre fracaso y verdadera pirámide de fracasos sobre la que ya resulta imposible asentar nada sólido, ni en su conjunto, ni ninguna de sus partes.
Es triste reconocerlo, pero si abrís los ojos, fuera de vuestras filias y de vuestras fobias y miráis la España que os rodea (de la que Cataluña forma parte), veréis que el panorama es desolador y no existe ningún motivo para el optimismo, por mucho que independentistas y constitucionalistas estén cegados por sus propias mentirijillas. Por eso, si tengo que dar un consejo a la clase política, les diría: no molestéis más, no importunéis más a las buenas gentes que solamente queremos una vida honesta, tranquila y agradable, confundiendo las defensas de vuestros intereses con los intereses de todos nosotros.
Lo digo porque, la división empieza a sentirse en la sociedad catalana: los grupos de amigos, ya se están rompiendo, los que hasta hace poco se llevaban bien, ya discuten viva y airadamente, envenenados por aventureros políticos y dontancredos de la vida, los vecinos ya empiezan a recelar del que toca la cacerola de 22:00 a 22:05 y de quién no la toca. La mayoría de la gente, a la que todo esto le importa una higa, empieza a preocuparse por el qué ocurrirá mañana. Es otra muestra de la atomización de la sociedad catalana.
Hace siete años, cuando empezó todo esto, creía sinceramente que se cerraría con una negociación por ambas partes (Estado y Generalitat), hoy sólo estoy seguro de algo: de que en cualquier momento puede saltar la chispa que de lo “irreversible” pase a lo “irremediable”. Basta para ello que a algún borroka se le escape algún coctel molotov, que a un Guardia Civil o a un Mosso le intenten robar un arma y dispare, que una masa puesta en la calle, sin dirigentes capaces por ningún lado, sin saber qué hacer, termine desbordando cualquier cauce o que un gobierno sin personalidad –en Madrid o en plaza de Sant Jaume– se lance a una aventura irreparable. Lo triste es constatar que, cada día un poco más, la convivencia en el interior de Cataluña se va degradando más y más y más.
Se me acusará de pesimista: realista, más bien. Porque realismo es reconocer que esta situación no tiene ni salida para delante, ni salida para atrás. Felicitaciones a todos los políticos irresponsables que habéis llevado a Cataluña y a España al punto en el que se encuentra hoy. No podíais haberlo hecho peor. Unos y otros. Todos. Compraros cinco euros de democracia y perderos.
Por Ernesto Milá. Publicado en su blog:
http://infokrisis.blogia.com/2017/092301-.cat-.es-no-hay-salida.php
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