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miércoles, 18 de octubre de 2017

Ernst Jünger: un espíritu libre en la era del nihilismo


Me han preguntado mil veces qué autores hay que leer para construirse una visión del mundo alternativa a la descomposición presente. Me faltan ciencia y sabiduría para contestar a esa pregunta, pero sí puedo contar qué autores me han marcado y por qué. Por supuesto, sigo buscando. Hoy: Ernst Jünger.

Vivió ciento tres años, luchó en dos guerras y escribió sin tregua. El escritor alemán Ernst Jünger es una de las figuras señeras de la literatura y del pensamiento del siglo XX. Su obra se extiende a lo largo de tres cuartos de siglo. A través de ella fue construyendo una idea original de la libertad, concebida para sobrevivir en los tiempos del triunfo del nihilismo. Para clasificar una producción tan extensa como la suya, es común hablar de cuatro grandes momentos representados por otras tantas figuras: el Soldado, el Trabajador, el Emboscado y el Anarca. ¿Qué son esas figuras? ¿De qué estamos hablando? La propia vida de Jünger nos da la respuesta.

El Soldado

Empecemos por la primera figura: el Soldado. Porque nuestro autor es, en efecto, un Soldado. Intentó serlo a los 17 años cuando se fugó (sin éxito) a la Legión Extranjera Francesa, lo fue efectivamente a los 19 por imperativos de la guerra y lo sería ya para siempre. Se alistó al estallar la primera guerra mundial como otros muchos cientos de miles. Pero la guerra se había convertido en algo inesperado: en los campos de batalla de 1914 nace la guerra moderna, las masas de fuego, las bombas letales, las nubes de gases, los aviones, los carros de combate. Bajito, delgado, sereno, Jünger se bate con valor. Es promovido a alférez. Se pone al frente de una sección de asalto –hoy diríamos un comando- con la misión penetrar en las trincheras enemigas. Será herido siete veces. Al terminar la guerra será recompensado con la máxima condecoración de la Alemania imperial: la orden “Pour le Mérite”. Jünger tenía 23 años y era un héroe nacional.

La primera guerra mundial fue para Jünger una experiencia decisiva. Allí vio nacer un mundo nuevo, forjado a fuego y sangre, entre grandes máquinas y destrucciones sin límite. Lo describió en un libro que iba a consagrarle inmediatamente como un gran narrador, Tempestades de acero, que se convertiría en testimonio de una generación:

“En el transcurso de cuatro años el fuego fue fundiendo una estirpe de guerreros cada vez más pura, cada vez más intrépida. (…) Aquello era distinto de lo que hasta aquel momento había vivido; era una iniciación, una iniciación que no sólo abría las ardientes cámaras del Horror, sino que también conducía a través de ellas (…). ¿Acaso no somos una generación plutónica que, cerrada a todos los goces del ser, trabaja en una subterránea fragua del futuro? Eso que nosotros creamos, y eso para lo que nosotros mismos hemos sido creados, sin duda se revelará mucho más tarde de lo que ahora podemos sospechar. Y tal vez seamos nosotros mismos los que más asombrados nos quedemos cuando lo veamos”.

Alemania perdió la primera guerra mundial sin haber cedido ni un palmo del propio territorio. Para muchos, la derrota fue fruto de la traición. Con el ejército en los frentes, la monarquía de Guillermo II cae bajo presiones políticas insostenibles. En el Tratado de Versalles los aliados victoriosos impondrán condiciones humillantes. Y acto seguido, la agitación bolchevique prende con fuerza en Alemania; en Baviera llega incluso a proclamarse una república soviética. ¿Qué estaba pasando? “Una puñalada por la espalda”, dirán los conservadores. Pero Jünger no lo cree así: no ha habido puñalada por la espalda; el régimen guillermino ha caído porque estaba ya fuera de tiempo; de esa derrota tiene que nacer una Alemania nueva, construida sobre la experiencia brutal de la guerra técnica.

Ernst Jünger, consagrado ya como escritor por Tempestades de Acero, empieza a participar en la vida política. En torno a él aparece algo que será llamado “nacionalismo de soldados”: son los ex combatientes los que ahora, derrotados, alientan una revolución. ¿Qué revolución? La Historia le pondrá el nombre de “revolución conservadora”: no se trata de volver a la monarquía prusiana, sino de afirmar los valores inmutables de la vida, la nación, la comunidad. Es un socialismo de soldados. Son años de una inmensa agitación: con el país arruinado por el Tratado de Versalles, comunistas y nacionalsocialistas pescan en el río revuelto de la crisis. Jünger, que es nacionalista y se siente socialista, no pescará. Antes de 1927, cuando nadie daba un duro por Hitler, había visto en el movimiento nazi una oportunidad para plasmar aquel “nacionalismo de soldados” nacido en la trinchera. Pero después de 1929, cuando la ascensión de Hitler ya es imparable, el escritor se aparta. Ha dejado el ejército. Ha reanudado sus estudios de biología. Se consagra a la escritura. Alumbra la figura del “anarquista prusiano”, siempre pensando en ese hombre nuevo que ha surgido en los cráteres de las bombas de la gran guerra. Y aquí se va perfilando la segunda Figura de Jünger: después del Soldado, que es el héroe anónimo de la guerra técnica, llega el Trabajador.

El Trabajador

Es 1932. Hay un mundo nuevo. La técnica ha triunfado. Con ella, el nihilismo se extiende por todas partes. El mundo moderno ha matado a los dioses y en su lugar aparecen unos seres nuevos: los titanes. El Trabajador es la summa filosófica de ese mundo. El hombre ha quedado reducido a mera mano de obra; apenas si cuenta. Es la misma situación que ha pintado Fritz Lang en su película Metrópolis. A no ser –piensa Jünger- que el propio hombre sea capaz de hacerse técnica: suprimir su personalidad, ese residuo sentimental, y elevarse sobre la máquina constituyéndose en un tipo humano nuevo. Así nacerá un titán. El trabajador dejará de ser un explotado, como pensaban los marxistas, para convertirse en dominador. Ese es el sentido de la Figura del Trabajador:

“La superficie de la Tierra se encuentra recubierta de cascotes de imágenes que han sido derribadas. Estamos asistiendo al espectáculo de un hundimiento que no admite otro parangón que el de las catástrofes geológicas. Sería perder el tiempo compartir el pesimismo de los destruidos o el optimismo superficial de los destructores. En un espacio del que ha quedado barrido hasta los últimos confines todo dominio real y efectivo, la voluntad de poder se halla atomizada. Sin embargo, la edad de las masas y de las fábricas representa la fragua gigantesca de las armas de un imperium que está surgiendo. Vistos desde él, todos los hundimientos aparecen como algo querido, como una preparación”.

¿Por qué Jünger no fue nazi? Goebbels en persona le propuso un acta de diputado. Su respuesta fue: “Prefiero escribir un buen verso que representar a 60.000 cretinos”. Jünger no fue nazi porque se sentía lejísimos de las disquisiciones sobre la raza y la sangre. Él tenía una idea aristocrática de la vida, y los nazis eran “burgueses en camisa parda”. No fue nazi porque mantenía un concepto primordial, elemental, de la libertad personal. Ese concepto crecerá a medida que el régimen de Hitler se afiance. Los sectores más radicales del Partido pidieron su cabeza. Hitler en persona le protegió: “Dejad en paz a Jünger”. Nadie podía permitirse tocar al héroe de guerra, al autor de la emblemática Tempestades de acero, que había marcado el espíritu de una generación –la generación del propio Hitler.

Recluido en una suerte de exilio interior, Ernst Jünger medita y sufre. No es un sufrimiento político, sino espiritual: él había creído posible edificar un mundo nuevo, más aún, un alma nueva, sobre el patrón de la técnica moderna, una técnica dominada por nuevos titanes, hombres forjados en los cráteres de las bombas. Su voluntad de poder se alzaría sobre el mundo del nihilismo. Ahora Jünger ve que ese mundo ha advenido, pero no se siente parte de él, al contrario; decide resistir con la pura potencia del espíritu. Así escribe en 1934 a su hermano, el poeta Friedrich-George:

“El periodo revolucionario en el que hemos entrado puede ser superado con fuerzas más profundas que las de la retórica, literaria o ideológica –eso se pone a prueba en nuestra sustancia. Es la hora de descubrir las cartas y mostrar lo que uno es. En una situación de griterío y de engaño, el pensamiento se hace peligroso por el simple hecho de ser justo, y los espíritus que poseen el sentido de la justa medida actúan como espejos que desvelan la nulidad del mundo de las sombras. Un pensamiento lógico, un verso límpido, una noble acción, y también el no participar en la bajeza, son hoy cosas que se yerguen como armas amenazadoras y que resultan tanto más punzantes cuanto menos se refieren al tiempo presente”.

Los peligros crecen y adoptan el color de la muerte masiva. Bajo esa impresión Jünger escribe en 1939 una obra capital: Sobre los acantilados de mármol. La historia es impresionante. Dos hermanos viven como ermitaños, entregados al estudio, en el pacífico mundo de la Marina. Súbitamente, una fuerza malvada se despierta en el territorio: el Gran Guardabosques y sus huestes aspiran al poder y todo lo derriban a su paso. La Marina se convierte en un infierno de desolación. Los dos hermanos asisten impotentes a la tragedia, no sin combatir. A la luz de las llamas, Jünger describe cómo un mundo hermoso perece bajo la violencia de la humanidad desbocada. Jünger negará siempre haber escrito los Acantilados como alegoría del nacionalsocialismo, pero los lectores del libro lo interpretaron como tal. Era 1939. Hitler estaba en la cumbre de su popularidad: Alemania prosperaba y la guerra todavía era una sombra lejana. Y sin embargo, ahí había alguien que pintaba un futuro horrendo.

El Emboscado

Soldado después de todo, Jünger es movilizado cuando Alemania invade Francia. Con el grado de capitán, el ya veterano militar (cincuenta años) pasa la frontera al frente de su compañía con el ánimo de quien va de turismo: charla con los campesinos de las poblaciones ocupadas, cuida de los tesoros artísticos –y de los buenos vinos- bajo la tormenta de fuego. Alemania está en guerra; Jünger, no. Consumada la ocupación, es adscrito al Cuartel General alemán en París. Allí no pierde el tiempo: traba amistad con Cocteau, con Picasso, con Johandeau… El Cuartel General, por otro lado, es un nido de conspiradores secretos: el ejército no es el partido.

Los años parisinos de Jünger van a dar una obra monumental: los dos primeros volúmenes de sus diarios, Radiaciones. En ellos aprendemos cosas estremecedoras. Jünger cae en una honda depresión que le lleva al borde del suicidio. Sale de ella releyendo el Antiguo Testamento. Su hijo Ernstel, movilizado, es arrestado por realizar comentarios despectivos hacia Hitler y enviado a un batallón disciplinario en Italia. Jünger hará lo imposible por salvarle. El ambiente en el ejército es cada vez más anti-hitleriano; los sectores conservadores de la Wehrmacht aspiran a derrocar a Hitler y sustituirlo por un general, un dictador que limpie Alemania y firme la paz. ¿Quién? Hay que buscarlo. Jünger es enviado al frente ruso con la misión de sondear los ánimos. Las páginas que escribe en Rusia son de una intensidad alucinante: bajo las condiciones extremas de la guerra, los mandos se han convertido en autómatas sin espíritu. No está allí el general que los conspiradores buscan. Mientras tanto, Ernstel, su hijo, muere en Carrara en circunstancias sospechosas, al parecer tiroteado por la espalda; Jünger siempre pensará que lo han matado por llamarse Jünger.

El mundo se está cayendo a pedazos y Alemania está en el centro del desastre. También empiezan a circular rumores sobre el destino de los judíos. Los conspiradores dan el paso. Un nutrido grupo de oficiales, todos ellos conservadores y cristianos, la mayoría vinculados a la nobleza prusiana, va a dar el golpe. Ya han encontrado a su general: será el mariscal Rommel. Para él escribe Jünger, en Paris, un libro que aspira a ser el manifiesto de la insurrección. Se llamará La Paz:

“Para que haya paz no basta con no querer la guerra. La paz auténtica supone coraje, un coraje superior al que se necesita en la guerra; es una expresión de trabajo espiritual, de poder espiritual. Y ese poder lo adquirimos cuando sabemos apagar dentro de nosotros el fuego rojo que allí arde y desprendernos, empezando por las cosas propias, del odio y de la división que el odio trae consigo (…) La auténtica lucha en que nos hallamos empeñados se libra de un modo cada vez más claro entre los poderes de la aniquilación y los poderes de la vida. En esta lucha los guerreros justo se alinean hombro con hombro, como antaño la vieja caballería. La paz será duradera si eso logra llegar a expresarse”.

Rommel fue el primer lector de La Paz. El libro no tardó en circular de forma clandestina. Pero el golpe fracasó: la bomba de Von Stauffenberg no mató a Hitler. Era julio de 1944. La represión será terrible. El Estado Mayor alemán en Paris es desmantelado. Jünger es obligado a regresar a casa. Volverán a pedir su cabeza, pero el viejo héroe no será inquietado. En los últimos días de la guerra recibirá el mando de un destacamento del Volksturm, las milicias de ancianos y adolescentes con las que Hitler pretendía detener la ofensiva aliada. Jünger les ordenará no disparar.

Entre los Acantilados de mármol y los Diarios de la guerra, en Jünger ha ido naciendo una nueva figura: el Emboscado. Esto no quiere decir que abandone la figura del Trabajador: siempre pensará que es la figura dominante de nuestro tiempo técnico. Pero es el interior de Jünger el que ha ido cambiando. Los grandes peligros vislumbrados en los Acantilados de mármol se han hecho realidad, y en una magnitud imprevisible. Ante la muerte de los dioses, ante el triunfo de los titanes, ¿qué lugar le queda al hombre que desee seguir siendo libre? Le queda el bosque; un bosque metafórico donde la persona, al margen de todos los sistemas, encuentra la verdadera libertad, esa que reside, como dice Jünger, “en el propio pecho”. Ese es el sentido de su ensayo La Emboscadura, de 1951:

“Se ha llegado a una concepción nueva del poder, se ha llegado a unas concentraciones de poder inmediatas, vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una concepción que no puede tener nada que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. Esto presupone, para empezar, que uno no quiera simplemente que no lo esquilen, sino que esté dispuesto a que lo despellejen. (…) La tiranía sólo puede ser posible en aquellos sitios donde la libertad se ha domesticado y diluido en un huero concepto de sí misma”.

La posguerra no fue fácil para Jünger. Los británicos le obligaron a rellenar un cuestionario de desnazificación. Jünger rehusó y se trasladó a la zona de ocupación francesa. También ahora se le acosó, esta vez desde el lado contrario. “Dejad en paz a Jünger”, había dicho Hitler cuando las SS pidieron su cabeza; “Dejad en paz a Jünger”, dirá ahora Bertolt Brecht cuando sean los comunistas quienes la pidan. Y le dejaron en paz. Jünger pudo dedicarse a escribir y a viajar. Seguía siendo el héroe de la Gran Guerra, el escritor en el que se había reconocido una generación. Esa misma generación podría reconocerse ahora en el Emboscado. Había aparecido su novela Heliópolis, que es la versión narrativa de esa misma figura. Y Jünger multiplicará sus reflexiones sobre el contexto de la guerra fría, sobre la inminencia de un Estado Mundial, sobre el antagonismo entre dioses y titanes, incluso sobre experiencias con drogas.

El Anarca

Aún habrá una última figura en Jünger: el Anarca, que aparece en su novela Eumeswil, de 1977. El nihilismo ha triunfado. Los titanes están en su apogeo. El autor, ya octogenario, concibe un mundo en el que todo está tan regulado que la salvación sólo puede residir en uno mismo. Ahora bien, ¿qué quiere decir eso? Jünger nunca ha sido un teórico individualista; tampoco un anarquista que conspire contra el orden social. La salvación de uno mismo pasa por el dominio sobre uno mismo; ahí está la verdadera soberanía. Y su espacio no es ya la sociedad ni la política, sino la Historia o, mejor, lo que en ella hay de intemporal, de inmutable: “los carteles de propaganda pasan, pero el muro en que se han pegado permanece”.

La búsqueda de eso que permanece será la última palabra de Jünger. Su último libro, La tijera, escrito en 1989, con 95 años, es una exploración del mundo interior como instancia que se resiste al nihilismo: allá donde la tijera de la razón y de la técnica no puede cortar las cosas, ahí hay un espacio de libertad irreductible. Una de las últimas cosas que hizo Jünger, ya con más de cien años, fue convertirse a la fe católica.

Soldado hasta el final, Jünger será enterrado con honores militares, acompañado por una cohorte de viejos combatientes ataviados al estilo prusiano. Bajo su tumba yace un siglo de vida. Sobre ella, la guerra entre los dioses y los titanes continúa.

Por José Javier Esparza. Extraído de La Gaceta:
https://gaceta.es/civilizacion/ernst-junger-espiritu-libre-la-del-nihilismo-20170923-1719/

viernes, 29 de septiembre de 2017

La Emboscadura - Ernst Jünger PDF


Bien parece que Ernst Jünger pudiera haber escrito esta obra en la actualidad y, con muchas concretas reflexiones, pensando en la situación que atraviesa España. Aunque su pensamiento es universal y atemporal. En el siguiente enlace puedes acceder a la lectura gratuita del libro en PDF:
https://docs.google.com/file/d/0B7aE9WvXakPGWm84eWMwdlZKME0/view

sábado, 2 de septiembre de 2017

Magia y Épica en la literatura medieval: el poema de Fernán González

El poema de Fernán González es un verdadero tesoro de la literatura medieval española. Escrito en el siglo XIII, a partir de un posible cuerpo de antiguas leyendas que cantaban los juglares y que configuraban la “saga” del conde don Fernando; el poema las reelabora en un único relato coherente y ordenado, que es reivindicación tanto de los valores caballerescos y guerreros que encarna Fernán González, como de la propia Castilla, la Reconquista y España.

Dotado de toda una dimensión mágica y épica realmente sugestiva e inspiradora, en la que no faltan la Profecía, la Caza Salvaje o la Mesnada Celestial, no podía dejar de estar presente en La Forja y la Espada…

*

El destino del Héroe:

El Héroe, está destinado a cumplir un gran destino. A hacer de su vida y obra referente y ejemplo para las generaciones venideras así como fundación de un “nuevo tiempo” que simbólicamente, se recoge en muchas ocasiones en la idea del “reino bienaventurado” o “reino elegido”. El héroe así en este mitema, recibe en algún momento del comienzo de su saga, una señal que le indica ya su horizonte futuro de grandeza; las grandes gestas a las que está llamado y que a partir de ese momento, le espolearán para no desfallecer en su ventura y seguir confiado y decidido la misión encomendada.

Del mismo modo, esta señal que recibe, no la recibe de cualquier manera, sino que es siempre fruto de una situación inesperada, en ocasiones aparentemente casual, pero mayormente dotada del sello de lo providencial.

Tal será el caso de Fernán González, héroe fundador del Reino de Castilla que través de leyendas y romances, se nos presentará tanto como adalid de la Reconquista, como ejemplo palmario de virtudes guerreras y caballerescas. Siendo entonces que al comienzo de su saga, y en un episodio cargado de la imaginería propia del antiguo mundo celta, el héroe, se extraviará en una cacería persiguiendo un gran jabalí, llegando de este modo a una antigua y apartada ermita, cubierta por la vegetación, en la que un solitario monje, le rebelará su destino…

Para cazar un puerco metiose en las montañas (…) cabalgó en su caballo lejos de sus compañas (…) El puerco se acogió en un fiero lugar (…) huyo hasta una ermita, entró tras el altar. Aquella ermita estaba por la yedra cercada, por lo cual toda ella no se veía nada (…) No pudo por la peña el conde aguijar; reteniendo las riendas túvose que apear, por donde el mismo puerco entró en ese lugar, penetró en la ermita, llegó hasta el altar. Cuando vio don Fernando tan honrado lugar, dejó tranquilo al puerco, no lo quiso matar…

Imbuido de respeto por lugar que ha encontrado, Fernán González no puede evitar pronunciar una oración:

“Señor, a quien temen los vientos y la mar, si yo he errado en esto, me debes perdonar. A ti me manifiesto, Virgen Santa María, que de esta santidad Señora, no sabía; para hacer yo enojo aquí no entraría sino para dar ofrenda o a hacer romería”.

Acabada su oración aparece en la ermita un monje, habitante solitario del lugar que ha oído la plegaria de Fernán González. Su nombre es Pelayo y habiéndose apartado nuestro héroe de sus hombres y habiendo caído ya el atardecer, Pelayo le invita a hacer noche en la ermita.

Comparten para cenar un humilde pan de centeno que le ofrece el monje y ya en la oscuridad de la noche fray Pelayo profetiza el destino de Fernán González:

“Hágote, oh buen conde, de esto sabedor: que quiere tus acciones guiar el Creador (…) Harás grandes batallas en la grey descreída, muchas serán las gentes a quienes quites la vida, ganarás de la tierra una buena partida, la sangre de los reyes por ti será vertida”…

(versos 227-239)


ERMITA DE SAN PELAYO. DONDE A FERNÁN GONZÁLEZ SE LE HABRÍA PROFETIZADO SU DESTINO. FOTO DE PHOTOLETUM.

Efectivamente el fragmento seleccionado se comenta casi por sí mismo. El héroe, tal como ocurre en numerosas leyendas paganas de la Europa precristiana, extraviado en una cacería en un paraje agreste o boscoso, acaba por encontrar allí la clave de su destino, que a partir de ese momento, será el argumento definitivo de su vida…

*

La Caza Salvaje:

El continuo guerrear del conde con unos y otro aún a pesar de las heridas y fatigas acaba por hastiar a sus hombres que lamentan la vida sin tregua a la que se ven sometidos…

Estaban contra el conde fuertemente airados (…) porque debían siempre, por fuerza, andar armados. Holgar no los dejaba ni estarse sosegados; decían: “No es tal vida sino para pecados, que andan de noche y día y nunca están cansados; él parece Satán, nosotros sus criados.

Porque lidiar queremos y tanto lo amamos, no reposamos más que cuando almas sacamos; los de la Hueste Antigua, a éstos nos semejamos, pues todas cosas cansan y nunca nos cansamos”.

Los hombres de Fernán González deciden entonces decírselo. Están cansados de tanto batallar y quieren parar:

“Los vientos que son fuertes los vemos descansar; la mar que es airada, la vemos amansar; el diablo no se cansa, pues nunca puede holgar, nuestra vida a la suya se quiere asemejar”.

(versos 340-341)

El fragmento es interesantísimo, pues en un contexto de literatura medieval española, estamos encontrando y así lo hemos subrayado, la referencia a uno de los mitos fundamentales del antiguo mundo céltico y germánico. El mito de la “Caza Salvaje”, que obviamente aquí se nos presentará desde la perspectiva cristiana, asemejándose entonces “la cabalgata de Odín”, al mismísimo diablo…

La Caza Salvaje, conocida en Castilla como “Hueste Antigua”, hace referencia a la interpretación que desde el cristianismo medieval se hace del mito pagano de la mesnada espectral que acompaña al dios de la guerra. Mesnada espectral que a su vez estará referida a las antiguas mannerbünde o cofradías guerreras del mundo celto-germánico. Fratrías de hombres armados consagrados al dios de los muertos en combate y la magia guerrera del “furor”.

Desde el cristianismo, estas antiguas creencias y prácticas de magia guerrera, serán asemejadas al diablo y en las leyendas medievales referidas a la Caza Salvaje, la idea de lo infernal estará siempre presente. Si bien la idea de “condenación” no se encontrará como tal en los orígenes del mito.

En la misma línea y muy posiblemente, muchas de las mascaradas de invierno que aún se conservan en España y Europa, estén referidas también a los mitos de la “Caza Salvaje”, la magia guerrera y el “séquito de Odín”…

En todo caso, que en el poema de Fernán González, su mesnada no pueda sino asemejarse a la “Hueste Antigua”, con el propio conde don Fernando como líder de la hueste guerrera y “maldita” de las antiguas leyendas paganas, no dejará de ser altamente significativo…

*

La vida como Milicia:

Los hombres de Fernán González y como hemos visto, se quejan de la vida sin tregua que están llevando y quieren parar. Tanto batallar les ha hastiado y piden descanso. La réplica del conde será aleccionadora: la vida misma es lucha, la muerte es el descanso definitivo, el tiempo corre inexorable y no tiene marcha atrás, las grandes obras requieren grandes esfuerzos y hombres dispuestos a afrontarlos, la memoria de las hazañas y grandes venturas es el mejor legado que se puede dejar; nuestras vidas están llamadas a tener resonancia en los siglos por llegar…

“Nunca debe, el que puede, una lid aplazar, quien tiene buena hora otra quiere esperar; nunca un día perdido se puede recobrar, jamás en aquel día nos podemos tornar. Cuando el hombre su tiempo quiere en balde pasar, no quiere de este mundo otra cosa llevar sino el estar ocioso y dormir y holgar; de tal muere la fama cuando llega a finar.

El dichoso y el mísero ambos han de morir, ni uno ni el otro pueden de ello huir; quedan los buenos hechos: estos han de vivir, de ellos toman ejemplo los que han de venir.

Todos los que un gran hecho quisieron realizar, por muy grandes trabajos tuvieron que pasar; no comen cuando quieren ni cena ni yantar, los vicios de la carne débenlos olvidar. No cuentan de Alejandro las noches ni los días, cuentan sus buenos hechos y sus caballerías (…) si tan buenos no fueron, hoy serían olvidados; serán los buenos hechos hasta el fin contados.

Por tanto es necesario que los días contemos, los días y las noches en qué los expendemos; cuantos en balde pasan no los recobraremos; amigos bien lo veis, que mal juicio hacemos”…

(versos 351-360)

Con argumentos similares y previamente a este discurso, en la primera lucha que libra Fernán González contra Almanzor (derrotándolo en Lara), encontramos una situación similar. En este caso, teniendo que responder a algunos de sus hombres que se encuentran amedrentados, frente al poderío del ejército moro que comanda Almanzor. La réplica del héroe castellano será de nuevo antológica y en ella el ideal de la vida como milicia, se verá aderezado con el deber de recordar a los antepasados y tener presente su legado a la hora de afrontar las adversidades y amenazas, que puedan cernirse sobre la patria…

“No puede el Hombre la muerte excusar, bien sabe que no puede escapar, horada muerte debe a la su carne dar.

Si tributo pagamos y la tregua obtenemos, de señores que somos vasallos nos haremos; en vez de que a Castilla de su aflicción saquemos, la aflicción en que era se la duplicaremos.

Nuestros antepasados lealtad siempre guardaron, sobre las otras tierras ellos la heredaron; por guardar lealtad, sus muertes olvidaron; todo cuanto quisieron con ella lo lograron.

(…)

Fueron nuestros abuelos mucho tiempo afrentados, pues los tenían los moros muy fuerte arrinconados, eran en poca tierra pocos hombres juntados, por el hambre y la guerra eran muy azotados.

Aunque mucha aflicción, mucha cuita sufrieron, de otros siempre ganaron, lo suyo no perdieron, por miedo de la muerte nunca yerros hicieron, a los sus adversarios por esto los vencieron.

¿Cómo se nos habría todo esto de olvidar? Lo que ellos tuvieron debémoslo heredar; si recordamos esto, no podremos errar, puedemos todo aquesto de mala acción librar.

Esforzad, castellanos, y no tengáis pavor; venceremos las huestes de ese rey Almanzor; libraremos Castilla de aflicción y de error: él será vencido, yo seré vencedor.

(…)

De todos los de España me haréis a mí el mejor, será grande mi honra, la vuestra será mayor”.

(versos 210-224)

De nuevo las mismas ideas que hemos visto anteriormente pero en este caso acompañadas de la idea del deber patriótico. La vida como milicia y la muerte como horizonte seguro que paradójicamente, da sentido a la existencia y la espolea, más allá de la molicie o la cobardía. Todo un compendio así de principios tradicionales de sabiduría perenne para el Hombre de alma guerrera. Tanto frente al hastío de las luchas de la vida, como frente al temor a la muerte…

*

La épica de la muerte en combate y la ayuda celestial:

En la “saga” de Fernán González destaca su lucha contra Almanzor. Primero en Lara y después en Hacinas. A través de sendos episodios el gusto por la “poética de la guerra”, tan propio de la cultura medieval y antigua, se expresará con especial brillo, enmarcándose a su vez en la mistificación de la Reconquista y de la propia idea de España.

Esta idea mistificadora del combate, la lucha contra los moros, la Reconquista, Castilla y España, alcanzará especial relieve con la figura del apóstol Santiago y su Mesnada Celestial; que a modo de apoteosis final cerrará la primera parte de la “saga” de Fernán González.

A través de todo ello y de nuevo, toda una concepción del mundo ajena a la Modernidad, se nos mostrará con especial belleza y fuerza evocadora…

En el primer enfrentamiento entre Fernán González y Almanzor se nos dice así:

Ponían toda su fuerza en guardar a su señor, no tenían de la muerte ni pesar ni dolor, el deber les quitaba de la muerte el pavor; no había para buenos otro mundo mejor.

(…)

Caballeros y peones firmemente lidiaban, todos, cuanto podían, a su señor guardaban; al decir él ¡Castilla! todos se esforzaban; los moros con todo esto, las espaldas tornaban.

(…)

Fue Almanzor vencido con sus caballerías: allí fue demostrado el poder del Mesias; el conde fue David, Almanzor fue Golías.

(versos 266-272)

Sin embargo, tras esta derrota de Almanzor en Lara, el líder mahometano, volverá al ataque en son de yihad con un ejército imponente traído de África:

Cuando fue Almanzor la otra vez vencido con el pesar que tuvo a Marruevos fue ido; fue el llamamiento en toda África difundido; fue, como a guerra santa, todo el pueblo movido.

Los turcos y los árabes, esas gentes ligeras, que son en las batallas unas gentes certeras, con sus arcos de nervios y ballestas certeras, de éstos venían llenos senderos y carreras.

Venían los almohades y los benimerinos, trayendo en los camellos sus hornos y molinos; venían también moros del oriente vecinos: de todos estos eran cubiertos los caminos.

De estas gentes venían allá sin cuenta ni tiento, no eran del mismo origen ni de un entendimiento, más feos que Satán con todo su convento al salir del Infierno sucio y carboniento.

(versos 388-391)

Frente a la amenaza del Almanzor y su renovado ejército traído de África, Fernán González se retirará al monasterio de san Pedro de Arlanza a orar. Preparándose así para el terrible desafío que se cierne sobre él y sobre Castilla:

“Señor, Tú dame esfuerzo, buen juicio y poder, para que Almanzor logre matar o vencer”

(…)

El espíritu del monje que en su día le profetizo un destino glorioso, se le aparecerá entonces en sueños anunciándole de que el día de la lucha, recibirá la ayuda del apóstol Santiago y su mesnada Celestial:

De paños como de sol todo venía vestido, nunca cosa más bella viera hombre nacido (…) “Despierta, ve adelante, que hoy aumenta tu bando; vete para tu pueblo que ya te está esperando”.

“Otorgate el Creador cuanto pedido has: en los pueblos infieles gran mortandad harás, de tus buenas compañas muchas ahí perderás, pero con todo el daño, el campo vencerás”

(…)

“Yo estaré allí contigo, Él me lo ha otorgado, allí estará el apóstol Santiago llamado; Cristo nos enviará a ayudar su criado; será con tal ayuda Almanzor abrumado.

Otros muchos vendrán como en una visión, con blancas armaduras: ángeles de Dios son; cada uno traerá la cruz en su pendón; al vernos perderán los moros el corazón…”

(versos 407-414)


RUINAS DE SAN PEDRO DE ARLANZA. DONDE FERNÁN GONZÁLEZ SE RETIRA A ORAR ANTES DE SU LUCHA CONTRA ALMANZOR. FOTO DE PHOTOLETUM.

Llegada la batalla contra Almanzor en Hacinas y tras dos días de lucha denodada, castellanos y moros siguen en tablas aún a pesar de lo crudo del combate. Fernán González lucha al frente de sus tropas y hace tan gran mortandad entre los moros, que ninguno osa ponérsele delante.

Sin embargo llegado el tercer día, los castellanos sufrirán el tremendo revés de perder al campeón castellano Gustio González al tiempo que los moros, conseguirán cercar al propio conde don Fernando. Lo apurado de la situación llevará a Fernán González a contemplar su propia muerte y claro está, a hacerla frente espada en mano…

Tenía fuerte cuita el conde don Fernando, iba por si ocurría, su muerte preparando; alzó arriba los ojos al Creador rogando; como si con Él fuera, así le está llamando:

“Pues no tengo la dicha de esta lucha ganar, aunque escapar pudiera, yo no quiero escapar, ni he de ver nunca yo más cuita ni pesar: me pondré en un lugar donde me han de matar”.

“Castilla quebrantada quedará sin señor; me iré con esta rabia, mezquino pecador, pues será ella cautiva del moro Almanzor: por no ver ese día la muerte es lo mejor”.

“Señor ¿por qué nos tienes a todos tanta saña?; por los nuestros pecados, no destruyas España. Su pérdida sería, por culpa nuestra, extraña, pues de buenos cristianos no había otra tamaña”.

(…)

“Pero no moriré así desamparado: antes tendrán de mí los moros mal mercado; tales cosas hará antes este cuerpo penado, que, mientras dure el mundo, siempre será contado”.

“Si me quisieras Tú tanta gracia otorgar que me pudiera yo a Almanzor allegar, no creo que pudiera vivo de mí escapar, yo mismo cuidaría de mi muerte vengar”.

(versos 551-558)

Preparado para la muerte, preparado para morir matando y pidiendo a Dios que le concede llegar hasta al moro Almanzor para matarlo con sus propias manos, el conde don Fernando lamenta a su vez el destino de Castilla y de España, en ciernes de ser destruidas por Almanzor.

Sin embargo, ha llegado el momento de que la promesa que se le hizo en sueños en san Pedro de Arlanza se cumpla. Y el apóstol Santiago y su mesnada de ángeles cruzados bajarán de lo Alto para ayudar a Fernán González y sus castellanos, a derrotar a los moros:

Oyó una gran voz que lo estaba llamando: “¡Fernando de Castilla, hoy aumenta tu bando!”

Alzó arriba los ojos a ver quién le llamaba, y vio que el santo apóstol encima de él estaba, con él de caballeros gran compañía llevaba, todos armas cruzadas, según le semejaba.

Fueron contra los moros las haces preparadas, nunca vio ningún hombre gentes tan esforzadas; el moro Almanzor con todas sus mesnadas fueron luego con ellos fuertemente embargadas.

Viendo en la misma enseña tantos pueblos armados, tuvieron muy gran miedo, fueron mal espantados; de cuál parte venían eran maravillados; lo que más les pesaba: que eran todos cruzados…

Dijo el rey Almanzor: “Esto no puede ser; ¿de donde creció al conde un tan fuerte poder? Pensaba yo hoy sin duda matarle o prender, y es él quien con sus gentes nos ha de acometer”.

(versos 561-564)

Almanzor y su imponente ejército, serán así estrepitosamente derrotados, y la ayuda celestial de Santiago y su hueste de ángeles guerreros, salvarán a Castilla y España de ser destruidas a manos de los moros. Al frente del ejército vencedor, Fernán González, en quien las promesas anunciadas para él en “la profecía” del monje Pelayo se habrán cumplido; al tiempo que a lo largo de la saga del héroe castellano, episodios e imágenes propias del legendarium de la antigua Europa, se habrán hecho presentes como eco de una esencia perenne, mantenida a lo largo de los siglos…

*

El poema de Fernán González es en definitiva, un regalo de la tradición literaria española, en este caso en lengua castellana, que nos acerca a los principios y valores, ética y estética, no ya del Medievo, sino de la propia Europa pre moderna. Encontrando en ésta, esa pureza, autenticidad, magia y épica que tantas veces se echa de menos, en los malhadados días de la Edad Oscura…

Son ruinas del pasado, cierto es que es así, y cierto es que no tiene sentido querer hacer revivir dichas ruinas. Pero su papel en el Kali Yuga no es ser revividas sino recordadas. Para a partir de dicho recuerdo, recibir la inspiración necesaria para buscar lo perenne y eterno que las ruinas señalan; y entonces sí, “hacer cruzada” para traerlo de vuelta a nuestro a tiempo…

Magia y Épica en la literatura medieval: el poema de Fernán González, por Gonzalo Rodríguez. Extraído de La Forja y la Espada:
http://gonzalorodriguez.info/magia-epica-la-literatura-medieval-poema-fernan-gonzalez/

jueves, 31 de agosto de 2017

Julius Evola - European Decadence

The current “civilisation” of the West is due for a fundamental overhaul, without which it is doomed to collapse sooner or later.

It has carried out the most complete perversion of every rational order of things.

The realm of matter, of gold, of the machine, of number, there is no longer spirit, nor liberty, nor light in it.

The West has lost the sense of command and obedience.

It has lost the sense of Action and of Contemplation.

It has lost the sense of hierarchy, of spiritual power, of man-gods.

It no longer knows nature. It is no longer, for Western man, a living body made of symbols, Gods and ritual gestures—a splendid cosmos, in which man moves freely, like a microcosm within the macrocosm: it has on the contrary decayed to an opaque and fatal exteriority, the mystery of which profane sciences seek to ignore by means of their petty laws and their petty hypotheses.

The West no longer knows Wisdom: it no longer knows the majestic silence of those who have mastered themselves, the bright calm of the Seers, the superb solar reality of those in whom the idea has become blood, life, and power. Wisdom has been supplanted by the rhetoric of “philosophy” and “culture”, the realm of professors, journalists, and sportsmen—the plan, the program, the proclamation. It has succumbed to sentimental, religious, humanitarian contamination, and the race of chatterers who run around madly exalting “becoming” and “practice”, because silence and contemplation frighten them. 

The West no longer knows the State: the valorous State, the Imperium, as synthesis of spirituality and royalty, as a way to the “supraworld”, as known by the great ancient civilisations from China to Egypt, from Persia to Rome and to the Holy Roman Empire of the German Nation, has been submerged in the bourgeois poverty of a trust of slaves and traders.

What might war be, war willed in itself, as a value superior both to winning and losing, as that sacred path to spiritual fulfilment— for whom the celestial seat of Odin, the Valhalla, is the privilege of the heroes fallen on the battlefield; for which in Islam, “holy war”, jihad, is synonymous with “way of God”; for which in Aryan India, the warrior is side by side with the ascetic and, in classic antiquity, mors triumphalis is conceived of as victory over death—these formidable European “activists” no longer know what such a war is. They no longer know warriors but only soldiers, for them a squabble is enough to terrorise and force them back to the rhetoric of humanism, pacifism, and sentimentalism.

Europe has lost its simplicity, it has lost its centrality, it has lost its life. The democratic sickness and the Semitic poison corrode it in all its roots—right down to its law, sciences, and speculative thought. As for leaders—those beings who distinguish themselves, not by violence, greed for profit, their ability as exploiters of slaves, but, on the contrary, by unwavering and transcendent qualities of life—there are none. Europe is a big anodyne body, possessed and shattered by an anxiety which no one dares to express, whose blood is gold, whose flesh is machines, factories and arms, whose brain is a newspaper page—a shapeless body which tosses restlessly, driven by obscure and unpredictable forces which implacably crush anyone who tries to oppose it or even just to avoid its mechanism.

The highly extolled “civilisation” of the West has been able to do all this. This is the vaunted result of the superstition of “Progress”—beyond Roman imperiality, the Doric Greece, and all the other exemplary forms of the great Aryan primordial civilisations.

And the noose tightens everyday around those who are still capable of great loathing and great rebellion.

- From part 1, chapter 1 of Heathen Imperialism, first published as Imperialismo Pagano, 1928.

From The Traditionalist:
http://traditionalistquotes.blogspot.com.es/2015/05/julius-evola-european-decadence.html

lunes, 28 de agosto de 2017

Momo - Michael Ende

Momo es una novela escrita por Michael Ende, publicada en 1973 y subtitulada Los caballeros de gris o Los hombres de gris. Trata sobre el concepto del tiempo y cómo es usado por los humanos de sociedades modernas. También trata de la estafa, porque los hombres de gris quieren estafar a los humanos pues ellos viven de su tiempo. Así que los hombres de gris estafan a los humanos con cifras de tiempo. 

Puede ser vista como una crítica al consumismo. Muestra el peligro de verse seducido por los intereses ocultos de empresas que cuentan con el suficiente poder como para influir en el estilo de vida de la gente. En el mismo sentido es también una profunda crítica al modelo racional de concebir el tiempo, un modelo economicista que olvida esos pequeños momentos y sensaciones que sin tener valor económico y por tanto puedan parecer superfluas, son realmente importantes en la vida humana que siempre tiene una vertiente espiritual.



miércoles, 23 de agosto de 2017

Odio ser profeta... Yihadismo en España


Escrito por Ernesto Milá en su blog InfoKrisis:
http://infokrisis.blogia.com/2017/081701-odio-ser-profeta.php

Corto y pego un fragmento de "Conocer el Yihadismo" libro publicado hace dos meses: (http://eminves.blogspot.com.es/2017/07/conocer-el-yihadismo-de-ryan-ymas.html) ¿Decidme si el atentado se podía o no preveer?

¿Puede haber yihadismo en España?



Hasta ahora, afortunadamente, no se ha manifestado el terrorismo islámico en nuestro país. Es lógico: las comunidades islámicas, hasta ahora son minoritarias. En esos casos, el propio Corán recomienda la estrategia del enmascaramiento, la mano tendida y la moderación. Es la que cualquier otro estratega militar recomendaría: primero ampliar la base social, mejorar sus posiciones, crear infraestructuras y redes mientras se permanezca en una situación que, desde el punto de vista militar corresponde a una “defensiva estratégica”.

Pero, no debemos olvidar que en algunas zonas de nuestro país se han formado auténticos guetos en los que la inmigración islamista es ya mayoritaria. Esta situación es particularmente visible en Catalunya y en zonas de Andalucía y Levante y apenas visible en Madrid, donde la inmigración procedente de países islámicos es minoritaria. En esas zonas en cualquier momento podrían crear “redes organizadas” de carácter yihadista… siempre y cuando existiera una organización que las impulsara. De momento, siendo realistas, cabe decir que este tipo de organización no existe, ni siquiera de manera rudimentaria.

Catalunya es hoy la tierra de promisión del Islam venido del Magreb, Pakistán y África. Sin duda no es por casualidad que buena parte de las redadas contra presuntos terroristas islámicos hayan tenido lugar en aquella autonomía. Además, Catalunya acumula riesgos: está gobernada por una clase política que desde hace tres lustros no concibe ningún otro proyecto fuera de la independencia, para lo cual necesitan el apoyo (o, como ínimo, la neutralidad) de la comunidad islámica. Durante años, además, el área de interior ha estado en manos de personajes que lo ignoraban todo o casi todo sobre su departamento (Joan Saura que ocupó el cargo entre 2006 y 2010, fue, seguramente, la persona menos capacitada para la tarea); y, para colmo, no existen unidades militares operativas en toda la autonomía capaces de responder a una eventual insurrección islámica. Los acuerdos autonómicos han hecho que la Guardia Civil desapareciera de Catalunya y que el orden público quedara en manos de una policía autonómica, sin experiencia en esta materia. Si en algún lugar de España pueden producirse conatos de terrorismo islámico, Catalunya es la más vulnerable de todo el Estado: con una comunidad islámica amplísima, con un alta tasa de paro, muy mal gobernada (en materia de orden público y seguridad ciudadana, incluso desgobernada) y sin capacidad de reacción.

En zonas de Levante y Andalucía, la acumulación de inmigración islámica es, inferior, pero sigue siendo notable. Aun así, ni siquiera en Catalunya existe una densidad suficiente de población islámica como para que pudieran desatarse hoy procesos yihadistas clásicos propiamente dichos (a través de la cristalización de organizaciones yihadistas). Ahora bien, lo más terrible del yihadismo que ha aparecido en Europa a partir de 2015 es que no hace falta disponer de redes organizadas para cometer atentados “low-cost”. Basta tener voluntad para hacerlo. El cálculo de posibilidades nos dice que cuanto mayor sea la densidad de población musulmana, más posibilidades existen de que se comentan atentados yihadistas. Francia, Inglaterra, Alemania, Bélgica, han sido objeto de atentados yihadistas simplemente porque albergan a las comunidades musulmanas más amplias. Luego, por cierto, viene España...

jueves, 22 de junio de 2017

Recopilación continuaciones del Quijote - Andrés Trapiello



"Al morir Don Quijote" y "El final de Sancho Panza y otras suertes". Recopilación en un solo tomo de las dos novelas que forman la ambiciosa y quijotesca gesta que Andrés Trapiello se propuso hace más de una década: darle una continuación al "Quijote"

miércoles, 21 de junio de 2017

HSM - Eduardo Nuñez, El Rexismo


Conferencia de Eduardo Núñez sobre León Degrelle y su partido el Rex, para el Hogar Social Madrid.

miércoles, 17 de mayo de 2017

El final de Sancho Panza - Libro Andrés Trapiello



La marcha de los personajes de Al morir don Quijote a América da pie a nuevas aventuras de los secundarios más famosos de la literatura española.

Al morir don Quijote, quedaron sus parientes y amigos, entre ellos Sancho y el bachiller Sansón Carrasco, su sobrina Antonia y el ama Quiteria, en el mayor desconsuelo y desconcierto. La muerte del caballero trajo a todos transformaciones asombrosas: aprendió a leer Sancho, que leyó su propia historia y la de don Quijote en los libros que publicó Cervantes, colgó sus hábitos el bachiller y se enamoró Antonia de él, llevando en su vientre al hijo de otro, y la vida en su aldea se estrechó tanto para los cuatro, que decidieron partir a las Indias, buscando fortuna y poner un poco de espacio al desamparo en que les dejó a todos la muerte de don Quijote.Pero el camino emprendido se llenará de aventuras, no todas venturosas. Conocerán el mar, sus tormentas y corsarios, la ilusión de un paraíso y el temor de perderlo antes de alcanzarlo, prosperarán y fracasarán en cuanto emprendan, y verán cómo la vida nueva se entrelaza con la antigua, pues la sombra de don Quijote, y aun de Cervantes, y cuanto a uno y a otro sucedió, les seguirá hasta el Perú, con personajes que el lector del Quijote y de la vida de Cervantes conoce bien, y allí en las Indias la mayor parte de ellos ...

Una continuación muy, muy recomendada.

sábado, 15 de abril de 2017

Al morir Don Quijote - Libro de Andrés Trapiello

Lo dicen, y razón no falta, que sólo un cervantista como Andrés Trapiello podría atreverse a encarar una continuación digna de Don Quijote. 

"Al morir Don Quijote" es un estupendo libro que toma como punto de partida el final de la segunda parte de la obra maestra de Cervantes. 

Totalmente recomendado. Ningún español que se precie debería no haber leído nuestro buque insignia de la literatura de todos los tiempos, y después... puede continuar con este libro, claro.







martes, 11 de abril de 2017

Un paseo invernal - Henry David Thoreau


«En la profundidad del bosque, completamente solos, mientras el viento sacude la nieve de los árboles y dejamos atrás los últimos rastros humanos, nuestras reflexiones adquieren una riqueza y variedad muy superiores a las que ostentan cuando estamos inmersos en la vida de las ciudades. El zorzal y el trepador son una compañía más estimulante que la de políticos y filósofos, a los que volveremos a ver como quien se reencuentra con unos viejos y vulgares compañeros. En este valle solitario, en el que un riachuelo desagua las laderas cubiertas de hielo estriado y cristales de infinitos matices, entre los que sobresalen los juncos y la avena salvaje, y se elevan los abetos y las tsugas, nuestra vida es más serena y verdaderamente digna de contemplación».

sábado, 25 de marzo de 2017

1 Book You Must Read Before You Die: Don Quixote


Don Quixote represents idealism as he is motivated by the idea of glory and honor, which thus projects an image of the author himself into the adventures.

miércoles, 8 de marzo de 2017

El "espíritu legionario" de Julius Evola

"En el plano espiritual, existe efectivamente algo que puede servir como orientación para las fuerzas de la resistencia y del alzamiento: es el espíritu legionario. Se trata de la actitud de quienes supieron elegir el camino más duro, de quienes supieron combatir aun siendo conscientes de que la batalla estaba materialmente perdida, de quienes supieron revivir y convalidar las palabras del antiguo lema: La fidelidad es más fuerte que el fuego, a través de la cual se afirma la idea tradicional de que el sentido del honor y de la vergüenza, y no las exiguas medidas extraídas de pequeñas moralinas, crea una diferencia substancial y existencial entre los seres, casi como entre una raza y otra. Por otra parte, en todo esto se perfila la realización de aquellos para quienes el fin aparece como un medio y el reconocimiento del carácter ilusorio de los múltiples mitos deja intacto lo que supieron conquistar por sí mismos, en las fronteras de la vida y la muerte, más allá del mundo de la contingencia.

Estas formas del espíritu pueden constituir los fundamentos de una nueva unidad. Lo esencial es asumirlas, aplicarlas y extenderlas desde el tiempo de guerra al tiempo de paz, de esta paz que no es más que una tregua y un desorden malamente contenido, hasta que se determine una discriminación y un nuevo frente de batalla en formación. Éste debe realizarse en términos mucho más esenciales de los que se dan en un "partido", que puede ser sólo un instrumento contingente en previsión de determinadas luchas políticas; incluso en términos más esenciales también que los representados por un simple "movimiento", si por "movimiento" se entiende solamente un fenómeno de masas y de agregación, un fenómeno cuantitativo más que cualitativo, basado más en factores emocionales que en la severa y franca adhesión a una idea. De lo que se trata es más bien de una revolución silenciosa, de origen profundo; esta revolución debe resultar de la creación, en el interior del individuo, de las premisas de un orden que, después, tendrá que afirmarse también en el exterior; entonces suplantará fulminantemente, en el momento justo, las formas y las fuerzas de un mundo de decadencia y de subversión. El "estilo" que debe imperar es el de quien se mantiene sobre posiciones de fidelidad a sí mismo y a una idea, en un recogimiento profundo; este estilo nace de un rechazo hacia toda componenda, en un empeño total que se debe manifestar no sólo en la lucha política sino también en toda expresión de la existencia: en las fábricas, laboratorios, universidades, calles, en el dominio personal de los afectos y los sentimientos. Se tiene que llegar al punto en que el tipo humano del que hablamos, que debe ser la sustancia celular de nuestras tropas en formación, sea reconocible, imposible de confundir, diferenciado, y pueda decirse de él: "he aquí alguien que actúa como un hombre del movimiento".

Esta consigna, propia de las fuerzas que soñaron con dar a Europa un orden nuevo, pero que a menudo fue en su realización falseada y obstaculizada por múltiples factores, debe ser hoy día retomada. Hoy, en el fondo, las condiciones son mejores, porque no existen equívocos y basta mirar alrededor, desde la calle al parlamento, para que las vocaciones sean puestas a prueba y se obtenga, claramente, la medida de lo que nosotros "no" debemos ser. Ante un mundo podrido cuyo principio es: "haz lo que veas hacer", o, también, "primero el vientre, el piel (tan citada por Curzio Malaparte), y después la moral", o: "éstos no son tiempos en que se pueda uno permitir el lujo de tener un carácter", o, finalmente: "tengo una familia que alimentar", nosotros oponemos esta norma de conducta, firme y clara: "No podemos actuar de otra forma, éste es nuestro camino, ésta es nuestra forma de ser". Todo lo que de positivo se podrá obtener hoy o mañana nunca se logrará mediante la habilidad de los agitadores y de los políticos, sino a través del natural prestigio y el reconocimiento de los hombres de la generación anterior, o, mejor aún, de las nuevas generaciones, hombres que serán capaces de todo ello y que suministrarán una garantía en favor de su idea."



Del libro Orientaciones de Julius Evola

martes, 14 de febrero de 2017

La ilusión del progreso - Julius Evola

"Es inútil hacerse ilusiones con las quimeras de un falso optimismo: nos encontramos al final de un ciclo. Desde hace ya siglos, primero imperceptiblemente, después con el movimiento de una masa que se desploma por una pendiente, son múltiples los procesos que han destruido en Occidente cualquier ordenamiento normal y legítimo de los hombres, que han falseado incluso la más alta concepción de la vida, de la acción, del conocimiento y del combate. Esta caída, su velocidad y su aspecto vertiginoso, ha sido llamado "progreso". Y a este "progreso" se han dedicado himnos y alabanzas, y se albergó la ilusión de que esta civilización -civilización de materia y de máquinas- era la civilización por excelencia, a la que se habría estado preordenado toda la historia anterior del mundo: las consecuencias finales de este proceso fueron tales que provocaron, en algunos, un despertar."


Del libro Orientaciones de Julius Evola

jueves, 2 de febrero de 2017

Tú me levantas, tierra de Castilla, de Miguel Unamuno


Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
        al cielo, tu amo,

  Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
        del noble antaño.

  Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
        y en ti santuario.

  Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
        aquí, en tuspáramos.

  ¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
        desde lo alto!

- Miguel Unamuno -

martes, 10 de enero de 2017

Sé todos los cuentos - León Felipe


Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre...
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos...
y sé todos los cuentos.

- León Felipe -

martes, 3 de enero de 2017

El origen de la navidad

Paradójicamente de todas las fiestas cristianas, la que tiene más claros orígenes paganos, será la Navidad…

Hay que pensar en este sentido, que en los evangelios, ya sean canónicos o apócrifos, nada se dice de la fecha de nacimiento de Jesucristo. Y de hecho, en el evangelio según san Lucas, daría la impresión de que el nacimiento de Jesús no se habría producido en pleno invierno sino en primavera o verano, pues literalmente se nos dice: “que había en aquella región algunos pastores que velaban de noche vigilando el ganado” (Lucas, 2,8). Pastores que a la sazón y como todos sabemos, habrían sido testigos del nacimiento del “niño-dios”. Siendo así y sabiéndose como a día de hoy se sabe que en la Palestina de aquel tiempo, el pastoreo se practicaba durante la primavera y el verano, no parecerá que precisamente la noche del solsticio de invierno, dichos pastores anduvieran al raso con sus animales…

Y es que en cualquier caso, para el cristianismo de los orígenes y la iglesia primitiva, lo importante en la vida de un santo no era el día de su nacimiento, sino la fecha de su muerte. Pues esa era la fecha de su unión con Dios. De su “renacer” en los Cielos.

De hecho desde el siglo V, la iglesia de Oriente celebraba no el día del nacimiento de Jesucristo, sino el de su primera aparición pública. Es decir la epifanía, la adoración de los Reyes Magos el día 6 de Enero.

No teniéndose así en los albores de la Iglesia una idea clara de cuando habría nacido Jesús, hasta el siglo IV se propusieron diferentes fechas: el 6 de Enero, el 28 de Marzo, el 18 de Abril…

¿Por qué se aceptó entonces y finalmente el 25 de diciembre como la fecha de “La Navidad”?

Bueno, pues vamos a ver si es posible responder a esta pregunta…

El paganismo grecolatino y en general el paganismo europeo de la Antigüedad, tras su aparente politeísmo, escondía sin embargo el reconocimiento de una Divinidad Suprema. Una suerte de “padre de los dioses” al que todas las demás divinidades estaban supeditadas, y que desde un punto de vista más metafísico, tenía en todas esas otras divinidades, meros atributos o accidentes de su sustancia eterna e inmutable.  Es decir, el politeísmo pagano era en realidad un henoteísmo. Aquí y para el ámbito del mundo romano, dicho “padre de los dioses”, fue en principio equiparado a Júpiter. E ideas análogas pueden encontrarse también en torno al Odín escandinavo.

En cualquier caso este henoteísmo del paganismo europeo, apuntaba a su vez a una idea muy propia del mundo grecolatino, que era la idea de que este mismo Dios Supremo, era conocido con distintos nombres y adorado con distintos ritos, según la idiosincrasia de cada pueblo y lugar.

Dicho esto, nos vamos a encontrar con que desde el siglo II d.C., proveniente del antiguo mundo indoiranio, y a través fundamentalmente de las legiones y los soldados de Roma,  se va a expandir en el Imperio la religión del mitraísmo.

En ésta, el Dios Supremo es identificado con el Sol. Entendido éste como símbolo del principio superior auto luminoso, que tiene en sí mismo y no en otro, la fuente de su luz y su ser.

En Roma y por influencia del mitraísmo, el culto al Sol adquirirá carta de naturaleza a través del emperador Caracalla, primero vinculándolo al culto a Apolo, y después a lo largo del siglo III y de mano de los emperadores Heliogabalo y Aureliano, convirtiéndose en cabeza del panteón romano como Deus Sol Invicto.

Este “Sol Invicto” de Aureliano es un dios anicónico, sin figura corporal o representación en imágenes e iconos. Es un dios por decirlo así “metafísico”. Un Sol que no es entendido en clave astronómica o naturalista y que tampoco pretende suplantar a ningún otro dios, porque precisamente está por encima de todos los dioses. Es el símbolo del “principio supremo”, del “motor inmóvil”, del generador y sustentador de toda luz, de toda vida, de toda fuerza, más allá de las vicisitudes de la existencia condicionada. Más allá del espacio y el tiempo y el devenir del mundo contingente.

La fiesta del “nacimiento” de este Sol Invicto (Dies Natalis Invicti Solis) la fijará el propio Aureliano en el solsticio de invierno, es decir el 25 de diciembre. Y esto se hará con toda la carga simbólica que esto implica: tras el solsticio de la noche más larga, el sol renacía de nuevo siempre triunfante e invicto frente a las potencias de la oscuridad y el caos. Más allá del mundo condicionado del devenir, la “Luz Suprema” ni se aparta ni se agota y una y otra vez renacía triunfante mostrando “el Camino”.

La efeméride se celebraba por todo lo alto con vistosas ceremonias y juegos en el circo, y a su vez quedaba impregnada de una clara impronta de mitraísmo. Pues Mitra, el dios solar llegado de la antigua Persia que tanto predicamento tenía entre las legiones, también había nacido un 25 de diciembre y era fácilmente equiparable al Sol Invicto de Roma.

El emperador Constantino hizo al Sol Invicto su suprema divinidad y conforme a la doctrina religiosa y espiritual de Roma, se hizo identificar con el mismo Sol Invicto. Como su Imperator y Pontifex en la Tierra.

Aquí hay que entender que Roma no estará intentando negar la religión anterior, sino armonizar el antiguo politeísmo grecolatino con la idea de un Dios Supremo, siendo politeísmo y monoteísmo, distintas expresiones de una misma realidad superior y divina.

Ahora, todo esto ocurría en paralelo al desarrollo del cristianismo, que era la otra gran religión llegada de oriente próximo. Religión que también manejaba ideas y principios paralelos a los que se estaban dando en torno al mitraísmo, y que habiéndose convertido en la religión preferida por las clases populares, era por decirlos así, el “competidor directo” de la religión de Mitra.

Es a partir de aquí que entraremos en uno de esos momentos decisivos de la Historia… La convivencia posiblemente un tanto confusa, entre el antiguo politeísmo pagano, el mitraísmo y el culto romano al Sol Invicto, así como el pujante y cada vez más popular cristianismo, llevó a Constantino mediante el edicto de Milán (313 d.C.), a establecer la libertad religiosa en el Imperio. Poniéndose fin a siglos de recelo y persecuciones contra el cristianismo. El propio Constantino se convertirá a la religión cristiana y ese Dios Supremo anteriormente llamado Apolo y posteriormente Sol Invicto, pasara a ser ahora el “Cristo Jesús”.

El recién reconocido cristianismo, con valedor en el mismísimo emperador, se convertirá a partir de ese momento en el rival declarado del mitraísmo. Pues las similitudes entre ambas religiones, así como sus disparidades irreconciliables, condujeron a la necesidad de que solo una de ellas prevaleciera…

Es así que a través de un proceso de sustitución y apropiación el concilio de Nicea (325 d.C.) fijará el nacimiento de Jesús como “Sol Verdadero”, el 25 de diciembre.

Esto se hará sin necesidad de forzar la propia doctrina cristiana, pues en ésta los profetas Isaías y Malaquías, habían anunciado la llegada del “mesías” como Luz y Sol en la oscuridad, y eso precisamente, es lo que se simbolizaba en las fiestas del solsticio de invierno.

Del mismo modo, en el evangelio según san Juan, la idea de la Luz Suprema y su asimilación a Jesucristo ocupará un lugar fundamental: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la Luz brillaba en la tinieblas, y las tinieblas no podían sofocarla…” (1,4-5).

Es decir, la imagen de Jesucristo como Sol Invicto, fue aprovechada para la evangelización y la expansión del cristianismo. Planteándose la persona de Jesús como la plenitud del Dios Supremo en la Tierra, como Hombre y como mártir, para la redención del resto de todos los Hombres. Todas las religiones previas serán consideradas entonces como aproximaciones limitadas o directamente fallidas, de una plenitud, que solo en Cristo alcanza su verdadera realización.

En todo caso, el proceso de cristianización del antiguo mundo romano será largo y en ocasiones confuso. Y así en el siglo V el papa León Magno, señalará preocupado como los fieles en muchas ocasiones, antes de entrar en el templo, se volvían y saludaban al Sol…

Fue necesario entonces realizar precisiones teológicas indicando que en la Navidad se celebraba el nacimiento del “creador del sol”, y no al “sol como creador”…

La imagen de Jesucristo como “Sol Victorioso” queda en cualquier manera vinculada a la tradición cristiana y la Eucaristía será representada como un círculo que emite rayos brillantes y del mismo modo las custodias,  tendrán esa simbología solar.

En definitiva

El largo y complicado proceso histórico, cultural, religioso y espiritual del Imperio Romano y la Tardo Antigüedad,  habrá conducido a través del henoteísmo pagano y de la idea del Dios Supremo, a un escenario de convivencia, influencia y pugna entre distintas posibilidades religiosas en la que dejando atrás el mitraísmo y el Sol Invicto romano, el cristianismo habrá salido vencedor.

En dicho proceso el cristianismo habrá hecho suya la fiesta del 25 de diciembre ubicando en dicha efeméride, el nacimiento de Cristo. Siendo esa y desde el concilio de Nicea en el 325 d.C. la fecha de la Navidad.

El cristianismo salía así vencedor del proceso religioso y espiritual del Bajo Imperio, pero no lo hacía sin quedar influenciado por dicho mundo y sus tradiciones, incorporándolas entonces a su acervo y su doctrina. Conduciéndose a partir de ahí y a través del catolicismo medieval, de acuerdo a lo que algunos han llamado “heleno cristianismo”: Cristianismo europeo o europeizado que se contrapondrá a la impronta judeocristiana propiamente dicha.

Los conflictos medievales entre el Emperador y el Papa y posteriormente entre el catolicismo y el protestantismo, parecerán apuntar en la dirección de ese alma dual de la tradición cristiana. Un tema apasionante que por ahora y sin embargo, dejaremos para otra ocasión…

Artículo elaborado a partir de “El origen de las fiestas. La cristianización del calendario”. De Domingo Domené Sánchez. En Ediciones del Laberinto. 2010. Pág. 218-223.

 Gonzalo Rodríguez García

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Reconquista de Léon Degrelle

Los trastornos que agitan a la opinión, las guerras que sacuden a las naciones, son solo
episodios.

Las reformas parciales no lograran cambiar todos esos accidentes.

Cambiar a los hombres seria una decepción si no se acompañara de una labor a fondo
sobre las almas, de una transformación básica de lo que es nuestro tiempo.
Todos los escándalos, la quiebra de la honradez y del honor, el impudor de impunidad,
la pasión del dinero que atropella todas las conveniencias y la dignidad, y el respeto de
si mismos, la inmoralidad inconsciente, todo esto, descubre el mal que reclama
remedios profundos.

No se roba, ni se miente, ni se falsean las leyes morales y las del código, de repente; de
repente no se aprende a ser hipócrita, a no hablar mas que reticencias, a mentir con
palabras virtuosas.

Esta deformación de las conciencias, que nos escandaliza y nos aterra, es el final de una
larga decadencia de las virtudes humanas. Es el final de la pasión del oro, de la voluntad
de ser rico, sea como sea, del frenesí por los honores, del materialismo espantoso de
nuestro tiempo, del apetito inmediato por lo sensible y lo palpable, del egoísmo
monstruoso, de la lucha por la propia convivencia que ha corrompido a los hombres y, a
través de ellos, a las instituciones.

El mundo se preocupa cada día mas por las alegrías banales, por la comodidad, por la
riqueza. El mundo esta como agazapado en acecho, para guardar y ganar todo lo que
pueda. Cada cual vive solo para si, se deja dominar en el hogar y en la vida nacional por
ese egoísmo constante que ha convertido a los hombres en lobos llenos de odio y de
codicia.

No podremos salir de esta decadencia mas que por enorme resurgimiento moral,
enseñando a los hombres a amar, a sacrificarse, a luchar y morir por un ideal superior.
En un siglo, en el que no se vive mas que para si, se necesitan centenares, millares de
hombres, que no vivan para ellos sino por un ideal colectivo, aceptando de antemano
todos los sacrificios, todas las humillaciones y todos los heroísmo.

Solo cuenta la fe, la ardorosa confianza, la ausencia completa de egoísmo y de
individualismo, la tensión del ser. de todo el ser. Para servir, por ingrato que esto sea;
para servir, no importa donde ni como, a la gran causa que sobrepasa la conveniencia
del hombre, porque lo pide todo y no le promete nada.

Solo cuenta la calidad del alma, la vibración, el don total, la voluntad de colocar por
encima de todo un ideal, con el más absoluto desinterés.

Se acerca la hora en que será necesario, para salvar al mundo, un puñado de héroes y de
santos que emprendan su reconquista.



Reconquista forma parte del libro "Almas ardiendo" de Léon Degrelle. Puedes conseguirlo en esta entrada:
http://ideasdefuerza.blogspot.com.es/2016/09/almas-ardiendo-de-leon-degrelle-en.html