jueves, 3 de agosto de 2017

Misantropía

La misantropía (del griego μίσω (miso): «yo odio», y άνθρωπος (anthropos): «hombre, ser humano») es una actitud social y psicológica caracterizada por la aversión general hacia el género humano.1 Su antónimo es la filantropía: amor a los seres humanos.

No implica necesariamente desagrado por personas concretas, sino animadversión por los rasgos compartidos por toda la humanidad. Un misántropo es, por tanto, una persona que muestra antipatía por los seres humanos y la humanidad en su conjunto. Puede ser ligera o marcada, así como de características muy diferentes: desde lo inofensivo, la crítica social, hasta la destrucción o la autodestrucción.

Orígenes de la misantropía

- Como movimiento literario

El nacimiento de la misantropía en la literatura se atribuye a numerosos escritores satíricos, como William S. Gilbert (Odio a mis congéneres). Se deben examinar estrechamente tales identificaciones, pues una visión crítica o parodia de la humanidad se puede confundir con misantropía, dado que contiene rasgos de desagrado no considerados como tal repulsión.2

- En el teatro

La representación teatral clásica de la misantropía se encuentra en la comedia, principalmente con la obra de Molière 'El misántropo'.


Diferencias con el pesimismo

Entre el pesimismo filosófico y la misantropía existe una distinción importante. Immanuel Kant aseveró:

«De la naturaleza tortuosa de la humanidad, ninguna cosa recta se puede obtener».
Aunque esta no era una expresión acerca de la inutilidad de la propia humanidad. Asimismo, Samuel Beckett en una ocasión comentó:

«El infierno debe de ser como [...] recordar los buenos tiempos pasados, cuando deseábamos estar muertos»
alegato quizás perceptible como desolador y desesperado, pero no como antihumano o expresivo de algún odio por la humanidad.2

Misantropía y filosofía

Quizás sea en la filosofía donde se observa el odio más primitivo hacia el ente humano. Desde siempre, los filósofos han considerado al «hombre» como el mayor de los peligros.

«Me vuelvo más avaro, más ambicioso, más sensual, aún más cruel y más inhumano, porque estuve entre los hombres»
decía Séneca en sus cartas. Pero no es sólo cuestión de preservarse del hombre, sino que hay un placer filosófico por la ruina de las existencias entregadas a lo sensible y a lo pasional. Se habla de placer, no propiamente de apatía hacia el hombre, pues hay una dicha que surge de la desgracia ajena que, según Kant, significa la aparición de la misantropía en todo su horror.

No se trata sólo de estar a salvo de la impunidad, sino que, con regocijo, el filósofo observa el espectáculo de ver al resto de los hombres cubiertos por ella.

Por otra parte, el filósofo alemán Arthur Schopenhauer era casi tan ciertamente misántropo como indica su reputación. Escribió:

«La existencia humana debe ser una especie de error».

Sin embargo, la misantropía no equivale necesariamente a actitud inhumana hacia la humanidad. De hecho, Schopenhauer concluyó que:

«El trato ético hacia los otros era la mejor actitud, pues todos somos sufridores y parte de la misma voluntad de vivir.»

También analizó el suicidio desde una actitud comprensiva que resultaba extraña para su tiempo, cuando era un tema tabú.

Por otro lado, sin poderse considerar adopción de una postura propiamente misantrópica, resulta interesante observar la posición adoptada por el filósofo español José Ortega y Gasset con respecto a la materia tratada. En el prólogo para franceses de su célebre obra intitulada La rebelión de las masas, abiertamente declara:

Que no me he dirigido jamás a la humanidad. Esta costumbre de hablar a la humanidad, que es la forma más sublime y, por lo tanto, más despreciable de la democracia, fue adoptada hacia 1750 por intelectuales descarriados, ignorantes de sus propios límites, y que siendo, por su oficio, los hombres del decir, del logos, han usado de él sin respeto ni precauciones, sin darse cuenta de que la palabra es un sacramento de muy delicada administración».4
El alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche, con su filosofía del Übermensch, muestra desprecio hacia el humano. Lo incita a superarse a sí mismo y a ser «superhombre». Como ejemplo se puede citar lo siguiente.

¿Qué es el mono para el hombre? Una irrisión o una vergüenza dolorosa. Y justo eso es lo que el hombre debe ser para el superhombre: una irrisión o una vergüenza dolorosa.
Así habló Zaratustra, Friedrich Nietzsche

Misantropía y política

Se ha reflexionado acerca de la idea que origina el sentimiento misantrópico: ¿Se trata de odio hacia «la Humanidad» como ente abstracto o hacia los hombres concretos de carne y hueso? El término humanidad excede enormemente a «los hombres»: abarca la idea de algo que se extiende en el tiempo, de un legado y de un proyecto. Entonces, en el ámbito político, la misantropía no se expresa en odio genérico hacia la humanidad, sino en desprecio hacia lo que hace el ser humano cuando detenta el poder o cuando carece de él.

Desde Platón hasta Séneca tenían esta visión del ente humano, condición de la cual sólo era posible sustraerse por medio de la Filosofía.

Tito Livio sostenía:

La plebe o sirve con humanidad o domina con soberbia.3
Ya en la Modernidad, según la tradición escéptica, al mundo se le considera «hospital de locos», poblado de existencias insensatas e incurables.

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