jueves, 1 de diciembre de 2016

España, por Antonio Medrano

1) Punto de partida para cualquier iniciativa que pretenda restablecer condiciones de normalidad en nuestro país, e incluso actuar en el mismo sentido más allá de nuestras fronteras, es afirmar la realidad de España como nación, como comunidad nacional, como unidad política, cultural y espiritual, con un importante papel dentro de Europa y del Occidente. En la hora presente, cuando el ser de España es puesto en duda y se ve amenazado por tantas fuerzas hostiles, se impone como imperativo de primer orden tomar conciencia de la alta significación de nuestra Patria, reconstruir la vida de la Nación, restaurar la convivencia nacional y afianzar la identidad española y los valores de toda índole que a ella van conexos.

2) España es una poderosa realidad, por más que hoy se intente atacarla o negarla. Es una realidad nacional que se alza con fuerza y esplendor en el orden mundial, aunque hoy día esté en horas bajas. Una realidad histórica, cultural, política, espiritual, racial (en la acepción más amplia de la palabra) y vital (unida por fuertes lazos emotivos y con un estilo y una manera de ser bien definidos). Ha sido y es una de las seis naciones más importantes de Europa, por su protagonismo histórico y por su aportación al acervo común europeo y occidental [ junto a Francia, Inglaterra, Alemania, Italia y Rusia ].

3) España es una realidad viva, no una entelequia, ni una abstracción o una idea vaga, ni un invento de mentes alucinadas. Es una realidad viva que abarca un territorio (un país, geográficamente delimitado y con sus peculiaridades orográficas y climáticas), una tierra (con sus características naturales y su honda significación como escenario histórico), un pueblo (integrado por las generaciones pasadas, presentes y venideras), una estirpe (cuyos orígenes se remontan a la Prehistoria), una historia y una cultura (que van entrelazadas). Está constituida por un pueblo con una herencia y una tradición milenarias (que vienen del pasado), así como con un gran destino y una alta misión (que nos lanzan hacia el futuro).

4) España no es un producto político ni un invento reciente. No es una creación de Franco, ni de la Constitución actual ni de la Guerra de la Independencia de 1808. Nuestras raíces se hunden en la antigua Iberia, en la Hispania romana y en la España hispano-goda, con la Reconquista (llamada de modo significativo “la recuperación de España”) como grandiosa gesta fundadora de la Nación, en su rechazo del dominio islámico. España es portadora de valores intemporales, de principios trascendentes y eternos cuya vigencia va más allá del tiempo y del espacio.

5) Hay que reivindicar la realidad de España, su grandeza y su prestigio, frente a aquellas corrientes que pretenden desprestigiarla, aminorarla, socavarla, negarla o destruirla: el internacionalismo progresista y el separatismo nacionalista. Si España desapareciera dejarían de realizarse valores fundamentales para la existencia de la Humanidad (al igual que ocurriría si desaparecieran, por ejemplo, Inglaterra, Francia, Alemania, Rumanía, el Japón, el Tibet, la India o el pueblo judío).

6) España es una realidad plural, un organismo vivo con una rica diferenciación interna, lo que no constituye en modo alguno un obstáculo para su unidad. Es una nación con una gran diversidad entre sus regiones, en la que se integran y conviven, desde tiempo inmemorial, varias lenguas y culturas. Se impone el reconocimiento de su diversidad, que sabe valorar en todo su alcance, como un elemento enriquecedor. El reconocimiento de esta pluralidad es la base para que pueda conseguirse una unidad auténtica y sólida (unidad no significa uniformidad).

El ideal a alcanzar: la pluralidad en la unidad. Sin unidad integradora, sin principios claros que
unan a las diversas partes que forman el Todo, la pluralidad es nociva y culmina en la fragmentación, la disgregación y la desintegración, que es el proceso ahora sufrimos.

7) Se debe evitar una interpretación nacionalista o politicista de España, que generalmente trata de imponer una uniformidad forzada que es ajena a su ser. Hay que partir del respeto a esa pluralidad, como ha sido norma de nuestra Historia, viendo en ello una fuerza que, en vez de separar y dividir, de crear enfrentamiento, puede actuar como elemento de unión.

Factor de unidad es la lengua española, la tercera más importante del mundo, que lamentablemente se ha convertido en blanco de los ataques de los diversos movimientos separatistas que desgarran a la Nación con sus manías particularistas y sus manipulaciones demagógicas de la Historia (fenómenos de invención muy reciente). Se odia a la lengua española porque se sabe y se reconoce su fuerza unitiva en cuanto lengua de todos los españoles.

8) España, al igual que una familia, tiene un patrimonio común, que comprende un
patrimonio material (telúrico, ecológico, biológico, económico) y un patrimonio inmaterial
(cultural, intelectual, moral, afectivo o sentimental, espiritual). Se trata de un patrimonio recibido como herencia y que contiene una gran riqueza, que va desde la riqueza del suelo patrio (riqueza natural, paisajística y ambiental) a la riqueza de la cultura (riqueza monumental, edificada sobre ese suelo o terruño, y riqueza de ideas, ideales, símbolos, valores y principios), a lo que se une las vivencias históricas sobre esta tierra regada con la sangre de los antepasados (especialmente héroes y mártires, pero también artistas, sabios y místicos, heraldos del pensamiento y de la cultura, que han dado la sangre del alma y del espíritu).

9) Deber del pueblo español es permanecer fiel a esta herencia, conservar y acrecentar dicho patrimonio. Como todo patrimonio, ese patrimonio vital de la Nación ha de ser mantenido
cuidosamente y aumentado de forma amorosa e inteligente, desarrollando con fidelidad y
creatividad sus inmensas posibilidades para bien de la Humanidad. Misión de la Asociación será
trabajar para que ese patrimonio se conozca, condición previa para que pueda ser amado,
asimilado, vivido y defendido, venciendo el desconocimiento abismal que sobre todas estas
cuestiones impera en la sociedad española.

10) España ha de ser vivida como empresa, como proyecto incitante, como programa de acción para la vida y para la renovación del mundo. Hay que despertar la ilusión colectiva de los españoles para que juntos nos lancemos a la conquista de metas ambiciosas, de nuevos objetivos con un afán de superación. La defensa y afirmación de la identidad española ha de desembocar en un gran proyecto misional que vaya más allá del horizonte nacional. Es algo que hay que preservar y construir, formar y reformar sin cesar, preservándolo y protegiéndolo de todo aquello que lo amenaza o lo pone en peligro.

España no es algo que esté definitivamente hecho. Es una realidad que ha de ser construida
de manera permanente, con amor y sabiduría. Hay aquí una lógica semejante a la que impera en
una vida personal (que es asimismo empresa y proyecto, también con su destino y su misión vital).

Al igual que ocurre con una persona, una nación no termina nunca de hacerse; está continuamente
haciéndose (is always in the making).

11) Hay que despertar y avivar la conciencia nacional española, hoy aletargada, sumida
en un sueño suicida. Hay que superar tanto el lamentable complejo de inferioridad del pueblo
español como su incuria y su falta de interés por las cosas que atañen al destino de la Nación y al
progreso y bienestar colectivo de la comunidad nacional. Hay que crear las condiciones para el
desarrollo de un patriotismo integral, de fuerte raíz ética, que considere a la patria como misión, tarea y servicio (con una proyección universal). Todo lo cual supone la radical y definitiva superación del nacionalismo, sea cual sea el ámbito en el que se dé. Hacer ver la importancia de la preservación y consolidación de la realidad de España, de su unidad e identidad, como condición básica e indispensable para la libertad, el bienestar y la prosperidad de todos los españoles.

12) Para garantizar la supervivencia de nuestra Patria y no naufragar en este caos babélico en el que vivimos, el cual se agrava cada vez más, es fundamental preservar las señas de identidad del pueblo español. Como hace o debería hacer cualquier otro pueblo, hemos de ser conscientes de la responsabilidad que entraña la perpetuación de nuestra estirpe, lo que es tanto como decir de la herencia viva de nuestros padres (patria significa justamente “tierra de los padres”), teniendo muy en cuenta los rasgos de todo tipo que la definen, con la carga moral y el significado simbólico que en ellos va implícito.

Un pueblo que ha perdido sus señas de identidad va camino de su ocaso y su definitiva desaparición. El problema demográfico, con el alarmante descenso de la natalidad, cobra aquí una especial relevancia.

El pueblo judío y el pueblo tibetano son dos prototipos ejemplares de la preservación de
la propia identidad, con fidelidad al propio ser y a la propia tradición, a costa de enormes
esfuerzos y sacrificios.

13) La defensa de la identidad nacional española ha de ir acompañada por la defensa, conservación y potenciación de todas las identidades --basadas en peculiaridades regionales, étnicas, culturales o lingüísticas--, existentes dentro de la rica y compleja realidad de España, como parte que son un todo mayor, que es la identidad hispánica, de la cual todas esas identidades participan y a la cual todas ellas han aportado muchísimo a lo largo de la Historia para la formación definitiva de nuestra Patria y que la han hecho ser tal y como hoy la conocemos.

España, como toda comunidad bien ordenada, ha de ser una unidad en la pluralidad o una
pluralidad fuertemente unida y cohesionada.

14) La asociación debe fomentar y cultivar por todos los medios esa excelsa virtud que es el patriotismo, hoy tan olvidada y desacreditada. Pero el patriotismo, para ser auténtico y eficaz,
ha de estar guiado por una visión crítica de la propia realidad nacional, de la propia Historia y
de sus avatares. Hay que huir de la patriotería folclórica, del patrioterismo superficial, de la
veneración acrítica del propio país, de su legado y de sus vicisitudes históricas. El amor a la patria
no puede ser un amor ciego, pasional o visceral, que deforme la realidad o sea incapaz de ver
objetivamente las cosas como son (o como fueron). Un patriotismo inteligente y bien entendido no dudará en reconocer los errores que se hayan cometido en el pasado y se esforzará por
detectar los principales defectos del temperamento nacional, para tratar de corregirlos o rectificarlos en la medida de lo posible mediante la adecuada labor docente y educativa. Siempre con la vista puesta en el futuro, con espíritu emprendedor, con ánimo creativo y esperanzado.

15) Hacer que los españoles sean conscientes de sus orígenes, de sus raíces y de su linaje, del valioso legado heredado de las generaciones pretéritas y, con ello, también de la responsabilidad que tienen ante las generaciones venideras en lo que se refiere a la transmisión
de dicho legado. Concienciarles de la fuerza que da --tanto para una persona como para una
comunidad o un pueblo-- el conectar con las propias raíces, de las cuales dimana un potencial
vigorizador y renovador gracias al cual podremos conseguir que sobre las sombras del presente,
con su angustia y su incertidumbre, se abra un horizonte prometedor y esperanzado para nuestro
pueblo.

16) Para desarrollarse con plenitud y jugar en el mundo el papel que le corresponde, España debe permanecer siempre fiel a sí misma, a su legado y su destino, que aparecen definidos por las dos notas más relevantes de su ser, su historia y su cultura: la espiritualidad y la vocación de universalidad; la lucha por los valores espirituales (por la concepción espiritual y trascendente de la vida) y por la proyección universal (superando cualquier estrecho particularismo o egoísmo nacional). España no puede traicionarse ni traicionar los ideales que la han guiado a lo largo de la Historia dando la espalda a su honrosa andadura de siglos.

Para la visión española de la vida es fundamental la vocación de servicio a la Humanidad, la cual debería tener como contrapartida en nuestros días, para desarrollarse plenamente y con coherencia, la apertura a la Sabiduría universal: un abrirse hacia fuera tanto para dar como para recibir, tanto para ofrecer y construir como para aprender y asimilar. Todo ello sin perder nuestra propia identidad, sino al contrario como medio de afirmarla y potenciarla.

Lo que ha dado sentido a la Historia de España y de su cultura ha sido la conquista y defensa de la grandeza humana. La Nación española se ha constituido como proyecto histórico de salvación y redención, de liberación y hermanamiento, guiado por el ideal de una honda y sabia humanidad, encarnación de los más altos y nobles valores espirituales. En la actualidad esto se traduciría, para empezar, en una ambiciosa obra de renovación y reconstrucción de la sociedad y
de la cultura, no sólo en el ámbito nacional, sino con una proyección europea y occidental, incluso
planetaria.

17) Transformar a la sociedad y al pueblo españoles. Renovar y regenerar la vida de la
Nación, empezando por sus raíces en la vida cotidiana. Se impone llevar a cabo la profunda labor de regeneración, renovación y reconstrucción (social, nacional, vital, humana) que los actuales tiempos de crisis exigen. Sacar a la luz sus mejores posibilidades, virtudes y capacidades. Dar un fuerte impulso a la indispensable regeneración y reconstrucción de la nación española, de su cultura y de su estilo de vida. Devolverle su temple vital para que se encuentre en plena forma y pueda así afrontar los retos que se le plantean en estos tiempos convulsos y difíciles. Contribuir con todos los medios disponibles a realzar el ser de nuestra patria y de nuestro pueblo, corrigiendo todo aquello que en ellos haya de ser corregido y rectificado, colmando los vacíos y deficiencias
de que adolezcan. Esforzarse por eliminar todos los factores negativos y los contravalores que
están desagarrando la vida nacional: el sectarismo, el partidismo, el fanatismo, la demagogia, la
ignorancia, la incultura, la desmesura, la primariedad y la visceralidad.

18) Conquistar la sociedad española para la vida buena, noble, alta, sana y pujante. Sacarla de la vida decadente, débil, insana, vil y renqueante en que actualmente vegeta y se debate. Sanar esta sociedad enferma en la que vivimos, aquejada de un terrible cáncer espiritual, intelectual y moral: una sociedad enferma, sobre todo, de desidia, de apatía, de debilidad, de irresponsabilidad y de inconsciencia. Luchar para que la nación y la sociedad españolas salgan de la situación anómala en que se encuentra, superen su actual fase de
anormalidad, malestar, desorden y desconcierto, cuyos síntomas preocupantes se observan por
doquier, en todos los planos y niveles de la vida colectiva, y recuperen el estado de normalidad
vital, social e institucional.

19) Devolver la ilusión al país, y con ella la fe, el coraje, el ímpetu creador y combativo, que fueron siempre algunos de los mejores y más típicos rasgos del pueblo español, las características que hicieron su grandeza histórica. Pero no se recuperará la ilusión si no recupera la moral, en todos los sentidos de la palabra: una moral o ética firme, buena y auténtica, y una alta moral, una moral de victoria. Hay que devolver al pueblo español, hoy día profundamente desilusionado y desmoralizado, la fe en sí mismo, el espíritu emprendedor, el ánimo de conquista y aventura, la conciencia de sus inmensas posibilidades, de su importante misión y de su alto destino histórico.

Hay que superar la decadencia en la que nos vamos hundiendo cada vez más y poner fin a
toda costa a la actual fractura social, la discordia introducida en el cuerpo nacional por demagogos
ineptos, irresponsables y sectarios. Hay que conseguir que los españoles se sientan orgullosos de serlo, que sean plenamente conscientes de los importantes valores y los valiosos contenidos que
van ligados al ser hispánico.

En el caso concreto del pueblo vaco o del pueblo catalán, es evidente que, para que catalanes
y vascos puedan sentirse orgullosos de ser españoles, tienen que estar previamente orgullosos de ser vascos y catalanes, tomando conciencia de su propia identidad, conociendo y asumiendo el
rico patrimonio que encierran su lengua y cultura autóctonas, con todas sus peculiaridades y
rasgos característicos. Sólo así podrán integrarse en una identidad más amplia de la que forman
parte.

No debería olvidarse tampoco un capítulo decisivo en el ser y la historia de España como es
el de la Hispanidad, nuestra proyección hacia el mundo hispanoamericano (junto con las
Filipinas), y con las naciones hermanas que lo integran, así como nuestra conexión histórica y
fraterna con Portugal.

ESPAÑA

En el ámbito “España” se debería actuar en seis áreas claramente diferenciadas y cada una
de ellas con una enorme importancia.

1.- Área histórica Æ estudio de la Historia de España, en todos sus aspectos. Sus líneas
maestras, su inserción en la Historia universal. Hechos históricos relevantes o significativos. Grandes gestas. Figuras ejemplares de nuestra Historia. La significación de España para Occidente y para la Humanidad.

2.- Área cultural Æ su legado cultural y espiritual. Nuestra cultura: arte, literatura, poesía,
música, pensamiento, ciencia, espiritualidad (religión, mística, teología), folklore, estilo de vida, cultura vital. Nuestros templos, monasterios y catedrales. Elemento importantísimo: la lengua (junto con nuestras otras lenguas: incluidos catalán y euskera). Nuestros símbolos, mitos y leyendas (especial importancia de los símbolos nacionales). Enseñanzas que contienen y nos transmiten: virtudes, valores, ideas, principios, perspectivas (maneras de ver las cosas).

Hacer ver que la cultura española es una de las más importantes del mundo (dato objetivo). Figuras universales de la cultura española:
redescubrirlas y valorarlas como es debido (Séneca, Manrique, Cervantes, Calderón de la Barca, Gracián, Fray Luis de León, San
Juan de la Cruz, Zurbarán, Murillo, Balmes, Ortega y Gasset, etc.).

3.- Área popular/étnica Æ realidad biológico-vital del pueblo español: su unidad y diversidad, su
formación a lo largo de los siglos, su idiosincrasia. Antropología y psicología. Las diversas regiones y sus peculiaridades. Defensa de las señas de identidad del ser hispánico. Virtudes y vicios de la “raza” española. Pedagogía patriótica: rectificación del temperamento nacional (corregir los defectos y elementos negativos de los que
adolece nuestra manera de ser). Cultivar y afianzar los rasgos positivos, las virtudes y cualidades, del pueblo español.

4.- Área político-social Æ cuestiones de actualidad que afectan a España, a la sociedad y al pueblo
españoles. Analizar problemas y proponer soluciones. Combatir lacras y corrupciones. Apoyo y defensa de las instituciones (con una actitud de fuerte exigencia crítica, obligándolas a que se respeten a sí mismas). Trabajar por la convivencia y la concordia nacional. Afirmar
e impulsar el verdadero patriotismo. Aquí cobra especial importancia el campo de las ideas (sobre todas las cuestiones: políticas, económicas, sociales, morales, filosóficas, artísticas, religiosas, etc.).

5.- Área crítica Æ análisis del “problema español”. La decadencia de España: sus causas históricas y humanas. España = ¿nación anómala? La incidencia de la crisis en la vida española, en la evolución de nuestro país (durante los
4 últimos siglos). España = víctima de la crisis; otras naciones europeas = causantes de la crisis. Diagnósticos sobre la crisis y dolencia nacionales. Importante papel de la Historia de las ideas y las
corrientes ideológicas (Revoluciones diversas, Absolutismo, Ilustración, Liberalismo, Carlismo, Nacionalismo, Anarquismo, Fascismo, Comunismo, etc.). Pérdida del protagonismo español a partir de determinada época.

6.- Área constructiva Æ acción regeneradora. Reconquista de España: construcción y reconstrucción de nuestra propia identidad. Mirada creativa hacia el futuro: la Patria (que es “tierra de los padres”) vivida como “tierra de y para
los hijos”. Visión puesta en las generaciones venideras. Hacer que España despierte, tome conciencia de su alto destino y se ponga en
marcha para que pueda ocupar el lugar que le corresponde en el concierto de las naciones (y no se quede en el furgón de cola, en el
pelotón de los torpes, como nación fracasada o estado fallido).

Lanzarla hacia metas de superación y trascendencia. Expandir y elevar el ánimo colectivo abriendo horizontes que saquen a la Nación del marasmo y la mediocridad actuales. Dar los pasos para construir un mundo mejor. Proponer grandes tareas, proyectos sugestivos y
empresas ambiciosas para el futuro. Ej.: detener la amenazadora marea islámica, superar el caos capitalista y la civilización inhumana del
presente (individualista, materialista, nihilista). Alzar la bandera de una nueva era más humana, íntegra, radiante, respetuosa de la Creación y del Orden universal. Ofrecer a la Humanidad los
principios, las ideas y los altos valores que necesita para salir de la terrible crisis actual.

Estas áreas se interfieren y entrecruzan. No se puede establecer una línea divisoria radical entre
ellas. La Historia de la cultura y de las ideas tiene un impacto capital en la Historia de las naciones,
en sus vicisitudes, en sus éxitos y fracasos. Las grandes figuras de la cultura (sobre todo en el campo intelectual) son al mismo tiempo grandes figuras históricas (Véase, por ejemplo: Platón, Marx, Bakunin, los Enciclopedistas franceses, Nietzsche, Burke, Hegel, Jovellanos, Vázquez de Mella, Primo de Rivera)
.
En el área 1) predominarán los aspectos positivos (ilusionantes). En el área 5), por el
contrario, predominarán más bien los aspectos negativos (quizá deprimentes).

Como compendio, o trasfondo, de todo ello, una cuestión clave: ¿Qué es España? Respuesta
a las preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿Adónde vamos? ¿Cuál es
nuestro papel y misión en el conjunto de la Humanidad, en la Historia y en el Universo?

¿Por qué existe o ha existido España? ¿Seguirá existiendo? ¿Debe seguir existiendo? ¿Tiene
todavía futuro o está ya finiquitada? ¿Ha sido un error histórico o fruto de una alucinación?

Puntos a tener en cuenta:
1) Se trata, sobre todo, de despertar entusiasmo, ilusión y amor por las cuestiones relativas a la
Patria. Recuperar la fe en nosotros mismos como pueblo y nación. Actuar como faro o como
atalaya.

2) Todos los aspectos que puedan ser abordados (o, al menos, la mayoría de ellos) tienen una doble
dimensión: a) intelectual (saber, conocer, comprender) y b) emotiva-volitiva (emocionarse y
entusiasmarse con lo que se descubre y se asimila; amar y querer lo que se tiene ante sí, la propia
herencia y tradición).

3) No se trata de organizar una Universidad, sino un centro dinamizador. No interesa (no es posible
ni deseable) formar especialistas o provocar grandes debates sobre historia, filosofía, economía, sociología o religión, sino simplemente dar a conocer aquello que se debe saber y que conviene saber, aquello que puede ser interesante o vital para cualquier español.

4) Pedagogía del temperamento español: transformar el atavismo de nuestro pueblo,
desarrollando y potenciando sus mejores cualidades y extirpando o atemperando sus
inclinaciones negativas (individualismo, falta de seriedad, inconstancia, indisciplina, etc.).
Labor fundamental, ardua y problemática, pero indispensable. Una labor de siglos y de
generaciones. No se puede imaginar una tarea más ambiciosa. Implica una labor personal de
cada uno con respecto a sí mismo y con respecto a los demás (el ambiente en el que vive). Habrá
que hacer algún pequeño curso para estudiar esta importante cuestión.

5) Hay que partir del hecho de que hoy día (dado el ambiente de pasotismo, incultura y desidia
imperante) cualquier acción o iniciativa en este orden de ideas (que tenga altos vuelos) significa,
con gran probabilidad, un predicar en el desierto. Hay que estar, pues, armados y prevenidos
frente a tal eventualidad. Aunque hemos de trabajar por supuesto con la mayor ilusión, no hay
que hacerse demasiadas ilusiones. No hemos de ser unos ilusos, pensando que todo el monte es
orégano, sino actuar con sensatez, prudencia y perseverancia.

SOCIEDAD CIVIL

Para regenerar España, hay que partir de la importancia capital de la sociedad civil. Para que una nación funcione como es debido y viva en forma tiene que contar con una sociedad civil fuerte y sana, bien articulada y desarrollada, que se desenvuelva con autonomía y libertad. Es, por tanto, tarea fundamental afianzar la sociedad civil y, en el caso de que ésta sea débil o esté desorganizada, resulta indispensable potenciarla, vigorizarla y revitalizarla.

1) ¿Qué es la sociedad civil? Dicho en breves palabras: el complejo y rico entramado social que
no forma parte de la maquinaria del Estado, de las instituciones públicas o de las estructuras del poder político y su ámbito correspondiente (burocracia, ejército, policía y aparato represivo, diplomacia, parlamentos, partidos, etc.; se halla, por tanto, al margen de los distintos poderes, ejecutivo, legislativo y
judicial). Entramado social que, muchas veces, sufre el peso insoportable y la acción invasora de los poderes públicos y del aparato burocrático de administraciones y partidos (u organizaciones políticas que pretenden organizarla, someterla y manipularla a su antojo, pues viven a su costa).

2) La sociedad civil comprende: familias, empresas, sindicatos, gremios, oficios y profesiones (con sus respectivas organizaciones), estamentos (campesinado, burguesía, nobleza, milicia, sacerdocio, etc.), asociaciones, foros, órganos de opinión, fundaciones, universidades y centros docentes, mundo del arte y de la cultura, intelectuales, federaciones y clubes deportivos, organizaciones benéficas y asistenciales, iglesias y entidades religiosas, etc. Todas aquellas formas sociales a través de las cuales la sociedad expresa y encauza su actividad cotidiana. Lo que suele designarse con el nombre de “cuerpos intermedios”, precisamente por ser cuerpos sociales que se sitúan entre el individuo y el Estado.

3) Diagnóstico: España es uno de los países europeos con una sociedad civil más débil, tanto que resulta prácticamente inexistente, o al menos inoperante. De ahí que su influencia sobre el poder y su impacto en los asuntos públicos sean mínimos. Nos encontramos con una sociedad civil anémica, extremadamente débil, desorganizada, descoordinada, desorientada, enteca y timorata, falta de cohesión y de iniciativa. Es una sociedad cobarde, minada por el individualismo, en la cual cada cual vaya a lo suyo, con total indiferencia respecto a los demás y sus iniciativas. Es, además, una sociedad miope, corta de miras, que no ve la necesidad de articularse y actuar de forma conjunta (cooperar y trabajar en equipo). Dominada por una lamentable pasividad y frivolidad, se contenta con criticar, quejarse y lamentarse. Burdamente politizada, pone toda su fe en el mundo político, esperando que “papá Estado” la proteja y le saque las castañas del fuego, teniendo la mirada fija en los cotilleos de la
política menuda, los debates del día a día, las rencillas politiqueras y las pugnas electorales.
En ello incide el temperamento español, fuertemente individualista. Nuestro pueblo adolece de una escasa o casi nula vocación de participación en actividades que rebasen la esfera individual. Hay muy poca inclinación a intervenir en proyectos asociativos, a cooperar con otras personas en tareas que tengan continuidad, a unirse a iniciativas con proyección comunitaria. El vector “separante” (que aísla y divide) domina sobre el “participante” (que busca la unión, la integración). No se percibe la interrelación entre los distintos cuerpos sociales ni se hacen esfuerzos para coordinarlos. No hay actualmente apoyo por parte del Estado, que tiene lógicamente poco interés en su desarrollo, pues iría en detrimento de su poder y su influencia coercitiva. Ej: el nulo estímulo y el tratamiento legal deplorable, mezquino, que se da a las fundaciones (con deducciones fiscales mínimas sobre las donaciones que reciben).

4) El abrir cauces de renovación, consolidación y fortalecimiento de la sociedad civil debe ser
uno de los objetivos primordiales de la asociación o entidad preocupada por el bien de la Nación. 

Hay que trabajar para vertebrarla o ayudar a que se vertebre con fuerza, solidez y coherencia. Nuestra
misión: contribuir a darle articulación, cohesión, energía, ánimo, moral, voz y conciencia. Hacer que despierte de su letargo, que tome conciencia de sí misma y se ponga en movimiento. Ofrecer vías o posibilidades para que pueda expresarse, constituirse y desarrollarse de forma saludable, de tal forma que no viva pendiente del favor de los poderes públicos (subsidios, subvenciones, clientelismo, corruptelas de toda índole) ni tema las amenazas o chantajes que puedan venir de los núcleos del poder.

5) En esta tarea, hay que partir de una verdad simple y elemental, aunque generalmente olvidada: el Estado está al servicio de la sociedad, y no a la inversa, como suele ocurrir actualmente y como tienden a pensar los políticos por deformación profesional. La sociedad civil no puede quedar fagocitada por las estructuras y sistemas que manejan el poder (gobierno, administración, partidos, etc.), convirtiéndose en la bestia de carga que sostiene su existencia parasitaria y financia sus lujos, corrupciones y aventuras de dudoso interés. No es de recibo que la sociedad se empobrezca mientras los
políticos, que deberían servirla, se enriquecen a manos llenas, mientras dejan sin resolver los problemas que aquejan a la sociedad o, lo que es peor aún, creando sin cesar nuevos problemas, antes inexistentes, que no saben cómo resolver.

6) Hay que trabajar para que España cuente con una sociedad madura, que pueda desenvolverse
en libertad, comprometida con los más altos valores, dotada de con una gran capacidad de iniciativa y un alto sentido de la responsabilidad. Una sociedad civil que, con sus altas virtudes cívicas, sea capaz de influir decisivamente sobre las instancias e instituciones de la política, en vez de limitarse a sufrir pasivamente las influencias, por lo general alienantes y funestas, que ésta suele ejercer sobre ella. Crear las bases para la constitución de un entramado social tan fuerte y sólido que haga innecesarias e imposibles no sólo las intromisiones y las injerencias no deseadas ni deseables de la administración o el aparato de los gobiernos de turno, sino también las intervenciones abusivas, inmorales, ilegitimas,
corruptoras o subversivas del poder político y de las ideologías (las cuales buscan someter la vida a sus esquemas simplistas, manipuladores y deformadores de la realidad). Poner fin a la impotencia o acrasia de la sociedad y de los individuos.

7) La sociedad civil debe organizarse por sí misma. No puede organizarse ni reanimarse desde
fuera, por poderes o instancias extraños a ella. El impulso renovador y vertebrador debe partir de sus propias energías, por propia iniciativa. Cualquier intento de ingeniería social no tendrá efecto; sólo servirá para empeorar su situación, para asfixiarla aún más o impedir su despertar. Por eso, únicamente podemos aspirar a contribuir, aportar ideas, sugerencias e iniciativas; nunca debemos pretender dirigir ese proceso de regeneración o revitalización.

8) Lo más importante para el buen desarrollo de una sociedad civil es el espíritu que la
anime. Mientras la vida de la sociedad esté regida por la mentalidad individualista y por ideologías o
sistemas de inspiración individualista, no habrá nada que hacer. Lo fundamental en cualquier
sociedad son los principios y valores que guían su vida. Si no tiene principios ni valores estará
condenada a la pérdida de la libertad y la autonomía, quedando finalmente sin identidad y sin dignidad.

Por muy sociedad y por muy civil que sea, no irá muy lejos. Una sociedad civil que desprecie y pisotee los valores, no merece ser apoyada ni ayudada. Con respecto a una sociedad integrada, pongo por caso, por artistas que se dedican a producir bodrios horrendos y por intelectuales a los que importa un bledo la verdad y se erigen en heraldos del nihilismo --o peor aún, que rinde culto a tales especímenes con un papanatismo ignorante--, lo único que se podría y debería hacer es mantenerse a la mayor distancia posible. El mayor peligro que acecha a la sociedad civil es la politización y la ideologización. Cuando una sociedad se ve aquejada de un mal semejante
no hace sino prepararse ella misma el camino de su propia esclavitud.

9) ¿Cómo contribuir a su regeneración? Ante todo, dándole la orientación y las armas
necesarias para ello. También el estímulo y la motivación para que se ponga en marcha. Aunque
parezca que es predicar en el desierto, hay que hacer todo lo posible para que despierte, para que tome las riendas de su vida y su destino. Hay que sacarla de su modorra y apatía, azuzándola y zarandeándola si es necesario. Sanar la dolencia que sufre y que le impide estar en forma, vivir con alegría y afrontar con decisión los retos del presente y del futuro.

Para ello será conveniente asimismo promover una rebeldía cívica que ponga fin al deterioro y
descrédito de las instituciones, a la corrupción y la cleptocracia que invaden la vida política, a la
incompetencia y la inmoralidad de nuestra clase dirigente. Alzar la voz y decir “basta” ante los
atropellos, arbitrariedades, demagogias, sectarismos, insensateces, obscenidades y absurdas ocurrencias de los poderes públicos.

Dado que la sociedad se compone de personas, siendo éstas en última instancia las verdaderas
protagonistas, hay que empezar por despertar y sensibilizar a las personas. Hay que conseguir
que espabilen. Hay que sanar sus vidas, convenciéndolas de la importancia que tiene el emprender la lucha por los valores. En realidad, el fortalecimiento de la sociedad civil viene a ser un subproducto de la lucha por la restauración y realización de los valores, lucha que ha de llevarse a cabo tanto en el plano personal como en el social.

10) Restauración del ideal comunitario, superando el nivel puramente societario en que hoy
nos encontramos. Reconstruir la comunidad. Ir creando las bases para la constitución de una auténtica comunidad, superando las tendencias societarias de desintegración, masificación y despersonalización, así como los rasgos propios de un simple conglomerado societario, en el que priman los intereses materiales sobre los vínculos afectivos, los principios espirituales y las normas éticas, y en el que se da un predominio absoluto del dinero sobre el amor y el honor. El ideal comunitario debería plasmarse ante todo en la propia asociación, pues difícilmente podremos dar a nuestra patria o a nuestra sociedad lo que no poseemos nosotros mismos. Todo aquello que queramos hacer realidad en España ha de
empezar por hacerse realidad en nuestro ser personal y en nuestro grupo: nadie puede dar lo que no tiene.

Se impone afirmar la visión orgánica, jerárquica, vertical y espiritual frente a la visión inorgánica, horizontal, materialista e individualista. El personalismo o humanismo comunitario debe
triunfar sobre el individualismo y el colectivismo societarios (ambos de base individualista, pues el
colectivismo no es más que un individualismo de grupo, de la masa como macro-individuo). Es
necesario aquí tener en cuenta la distinción fundamental entre individuo y persona: el individuo va conexo a la sociedad (sociedad anónima, con base contractual y unida por intereses, por criterios utilitarios, por la búsqueda del beneficio material o egoísta); la persona y la vida personal van inseparablemente ligados a la comunidad (unida por el amor, por sólidos vínculos afectivos y emotivos, basada en el servicio y el sacrificio). La sociedad individualista significa desunión y división; la comunidad es comunión, unión íntima y profunda.

11) Hay que infundir en la sociedad civil, en todos sus niveles y formas de expresión, el espíritu comunitario. Es ésta una de las más importantes conquistas que se puedan llevar a cabo, una
tarea auténticamente revolucionaria (en el sentido más positivo de la palabra). Hay que despertar el
sentido comunitario en el ejercicio del vivir diario. Que se vea el engarce entre la actividad que se
desarrolla y el bien común. Que se realicen todas las acciones o tareas, por pequeñas que sean, con un hondo sentido de responsabilidad. Que se vivan como aportación personal o del grupo a un destino
colectivo, a la construcción y elevación de la Patria, y, en última instancia, al enriquecimiento de la Humanidad y a la edificación de un mundo mejor.

Es necesario, ante todo, cultivar y estimular los valores que hacen posible la vida comunitaria:
el compromiso y la vinculación, la lealtad, la confianza, el respeto, la responsabilidad, el sentido del deber y del honor, el amor al esfuerzo, la solidaridad y el compañerismo. Y como base de todos ellos, el amor, la fuerza creadora de comunidad por excelencia. El amor en todas sus formas: amor al prójimo, amor a la Patria, amor al propio oficio (o a la función social que se nos haya asignado), amor a la obra bien hecha, amor a la excelencia, amor al mundo en el que vivimos, amor a la vida, amor a la Naturaleza, amor a todo lo digno y noble amor a la Humanidad. Amor a la Verdad, el Bien, la Justicia y la Belleza.

12) Para que todo esto sea posible es indispensable formar dirigentes y líderes que sean capaces de dinamizar la vida nacional, de infundir ilusión a la sociedad, de darle fe y confianza, de despertar sus energías dormidas y poner en acción sus mejores resortes emocionales y volitivos. Personas con cualidades de liderazgo que puedan influir en los diversos campos y facetas de la vida
colectiva, influyendo sobre todo con su ejemplo, con su presencia, con su buen ánimo y su buen hacer.

La Asociación debería ser una escuela de virtudes cívicas, de buen liderazgo y de pensamiento creador. No se podrá reconstruir la comunidad ni contar con una sociedad civil fuerte y sana si no se ha cultivado previamente el ideal del buen liderazgo.

Contribuir a la formación del elemento dirigente que España necesita para salir del marasmo en
que se encuentra atascada y pueda hacer frente a los desafíos que tiene planteados. Hacer todo cuanto sea posible para ir forjando la elite o minoría rectora (creativa, orientadora y guiadora) que toda nación necesita para estar bien estructurada y gozar de una buena vitalidad; una minoría cuya presencia ha de sentirse en todos los estratos y sectores sociales, pues en una sociedad sana el afán de excelencia no es exclusivo de una parte y cada segmento del cuerpo social cuenta, o ha de contar, con su propia elite creadora, portadora de virtudes cívicas, de cualidades excelsas y de nobles valores. La totalidad del tejido social ha de estar impregnada de cualidades dirigentes, aquellas que forman la fibra y el tuétano de toda minoría o elite rectora.

13) Urge superar el horizonte de mediocridad, irresponsabilidad, demagogia, corrupción,
inmoralidad y despilfarro al que parecen querer condenarnos nuestros políticos y dirigentes, en
colaboración con otros poderes fácticos (banca, judicatura, prensa y medios de comunicación, etc.).

Propiciar la aparición de una nueva clase política o núcleo dirigente que se aleje por completo de este
clima pestilente y nauseabundo, y sea capaz de poner fin a tanto desmadre y a sus efectos
desmoralizadores. Cosas todas ellas que sólo puede llevar a cabo una sociedad civil fuerte, bien
constituida y articulada, con sólidos principios y valores bien asumidos, con conciencia de sí misma y con una clara orientación vital.

14) Contribuir al saneamiento, depuración, normalización y fortalecimiento del Estado,
esto es, a la vigorización del poder político y de todas las instituciones públicas, para que puedan ejercer con eficacia y solvencia sus importantes funciones al servicio de la Nación y del cuerpo social: asegurar su unidad y mantener en ellos la paz, el orden y la justicia. El Estado y los poderes públicos necesitan contar con una sociedad civil fuerte y sana que los sostenga, les brinde su apoyo, les indique su norte y los enriquezca con su aporte de ideas y principios, de sólidos vínculos y altos valores morales. Sólo así
se podrá evitar que el Estado se debilite y caiga bajo el nefasto influjo de ideologías que falsifican la realidad y atentan contra nuestra tradición y nuestra herencia milenaria.

En un orden normal la sociedad civil ha de ejercer una acción renovadora, orientadora y sustentadora del poder político (habrá de ejercer también de freno y oposición cuando haga falta). Por su
parte, el poder político ha de ejercer una acción protectora, ordenadora, liberadora, alentadora,
dinamizadora, educadora, formadora y forjadora de la sociedad, siendo siempre respetuoso con ella y dejándole el máximo margen de autonomía y de protagonismo (principio de subsidiariedad). El poder político está al servicio de la sociedad, y no a la inversa. Al Estado compete, como deber indeclinable, la forja y defensa de la nación, de su identidad y su destino, así como el proteger a la sociedad de las fuerzas oscuras que conspiran contra lo humano, que tratan de destruir el orden, la paz y la libertad.

Hay que evitar la situación actual, en la cual el Estado o poder político es poco “poder” o poder
invasor y nefasto: sufre al mismo tiempo anemia y sobredosis de poder; es a la vez impotente y
prepotente. Cuanto más impotente, más prepotente. Es impotente para realizar las funciones que le son propias, pero eso mismo le hace prepotente, llevándole a intervenir en cosas que no le conciernen, hacer incursiones absurdas en campos marginales o de escasa importancia, y asumir posturas subversivas o destructivas del orden (igualitarismo nivelador, ateísmo militante o laicismo agresivo, apoyo a los separatismos y las tendencias disgregadoras, imposición de aberraciones como la ideología de “género”,
adulteración de la lengua, fomento del resentimiento y de la discordia, provocar fractura social, manipulación demagógica de la Historia, etc.). 

Escrito por Antonio Medrano y extraído de su página: 
http://www.antoniomedrano.net/index.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.