domingo, 23 de octubre de 2016

10 puntos de sentido común


Info|krisis.- Hemos traducido y adaptado este artículo de Guillaume Faye publicado el pasad 29 de junio de 2016. Vale la pena hacer algunos comentarios previos. Alude al “comunitarismo”, un término que todavía no se suele utilizar en España y por el que hay que entender una concepción de la ciudadanía basada en que sus componentes compartan los mismos referentes morales, lingüísticos y culturales por el hecho de pertenecer a la sociedad civil y recibir los derechos derivados de la ciudadanía. El progresismo francés y buena parte de las fuerzas conservadoras creen que esta noción es la que hay que transmitir a la inmigración árabe-africana. Lamentablemente, después de 40 años, de prédica, ni en Francia, ni en lugar alguno de Europa, se ha conseguido llevarlo a la práctica. En segundo lugar, al lector no se le escaparán varias alusiones al Front National, sino crítica, sí al menos, escépticas en relación al giro que ha dado durante su proceso de “desdiabolización”. Faye es, sobre todo, un divulgador de ideas. No tiene porqué preocuparse de ganar votos para una formación concreta. De ahí que pueda permitirse unos niveles de libertad propios de los que no están vinculados a ningún partido. Hemos conservado tales alusiones, aun a riesgo de poder confundir a algunos lectores en la confianza de que los europeos tenemos ante el futuro dos momentos estratégico: el primer es el de contener a la inmigración, el segundo, de revertirla. Pero nada de todo esto puede hacerse sin acceder al poder. Y para hacerlo, obviamente, hay que moderar el discurso.



Inmigración: 10 principios del sentido común

29 DE DE JUNIO DE, 2016 POR GUILLAUME FAYE

El debate sobre Islam, laicismo, integración, asimilación, "comunitarismo", la "radicalización" anti islámica, etc. está desconectado de la realidad y del sentido común, se ha intelectualizado, por lo que resulta completamente inútil. En realidad, más que un debate es una ensalada de supuestos ideológicos y la expresión de deseos piadosos. Pero el eje del problema es práctico, es material, demográfico, cuantitativo, y sobre todo también étnico. Siguen a continuación diez principios que deberían resultar obvios.

1) No combatir los efectos de la inmigración, sino especialmente las causas

Se quieren prohibir los velos en lugares públicos, el control de la financiación y la altura de los minaretes de las mezquitas que aparecen como champiñones, el rechazo a la escuela, al hospital -y en todas partes- las prácticas islámicas conquistadoras, etc. Y todo esto mediante leyes y reglamentos, lo cual resulta muy necesario… Pero se tiene la batalla perdida por anticipado si no se comprende que todo esto es totalmente insuficiente. Todas estas medidas apuntan (débilmente) contra los efectos, nunca contra las causas. Estos esfuerzos fracasarán mientras ni apuntes contra la fuente del problema. Ésta es, en última instancia, a la vez puramente cuantitativa y demográfica, pero también étnica: la inmigración extra-europea de mayoría musulmana está en progresión exponencial y con una fecundidad ampliamente superior a la europea. Tal es la doble causa que es preciso abordar.

2)  Pensar medidas a largo plazo antes que inmediatas y a corto plazo

Matemáticamente, si no se hace nada para bloquear la expansión y le aumento de la inmigración, si no se lleva a cabo ninguna "re-migración" (el retorno al país de origen), en la segunda mitad de este siglo Francia ya no será étnicamente un “país europeo” y el Islam tendrá una clara mayoría. Francia será un país afro-árabe musulmán (al igual que varios de sus vecinos) que se verá aquejado de una violencia incesante de carácter étnico-religiosa, acompañada por un empobrecimiento generalizado y un éxodo de los últimos europeos nativos. Guerra civil étnica endémica muy probable. Tal es la ley de hierro de la demografía (natalidad e inmigración). En este caso, Francia desaparecería por completo, y tal vez incluso su nombre se borrara del mapa.  Pero esta perspectiva de medio y largo plazo es completamente ignorada por las oligarquías (los dirigentes actuales habrán muerto para entonces o serán nonagenarios cuando sobrevenga el final) que piensan sólo a muy corto plazo. Tal es el reflejo de una sociedad de la inmediatez, que no se proyecta hacia el futuro, que olvida su pasado y toma Prozac o humo para no pensar en el presente.  

3) Entender que las fuerzas que buscan la destrucción étnica de la Europa ya están actuando.

Se infiltran en el Estado francés, en la tecnocracia europea, en las oligarquías mediáticas, partidocráticas (incluyendo el FN) y sindicales. Imponen la ideología inmigracionista y colaboran con la islamización. Fundamentalmente antidemocráticas (“anti-populistas” según la jerga), animadas por un sentimiento nihilista de odio a la cultura, a la historia y al arraigo de las naciones europeas, aliadas objetivas del islam invasor, mueven a las autoridades políticas, de izquierda o de derecha, a un etnocidio de los europeos. Todo está concebido para dejar entrar a la marea migratoria y para destruir las raíces culturales de las identidades europeas, especialmente en la educación pública y en los medios de comunicación

4) El etnopluralismo, como el motor de agua, no ha funcionado nunca, ni funcionará jamás.

Tal es una idea a desechar en el cementerio de las utopías, junto al comunista. Existe una incompatibilidad de vida en común (cohabitación territorial) en una misma unidad política entre poblaciones étnicamente diferentes; sobre todo si algunas son árabe-musulmanas o africanas. Las excepciones sólo son burbujas artificiales protagonizadas por élites. Incluso si esta evidente de la imposibilidad del etnopluralismo (ya señalada por Aristóteles) es un tabú, una prohibición ideológica, es todavía más una evidencia para quienes viven en zonsa de mezcla étnica. No es experimentada por las élites inmigracionistas y antirracistas simplemente porque estas, a la inversa de los “blancos pobres”, ni viven ni han estado jamás en contacto con sus queridos inmigrados árabe-musulmanes o africanos, que para ellos no son más que abstracciones. Por eso despliegan este concepto de “vivir juntos” para los demás, no para ellos mismos.

5) ¿Combatir el "comunitarismo"? Demasiado tarde.

La lucha contra el "comunitarismo" (esa palabra-trampa  que se utiliza para  enmascarar el término "colonización étnica") no sirve para nada, como tampoco sirve combatir contra la islamización y el yihadismo radical. Ya es muy tarde. Todavía era posible en los años 80 para integrar y asimilar en la "República" y en la cultura franco-europea a los inmigrantes procedente de fuera de Europa. Ahora es absolutamente imposible desde el momento en que llegan en porcentajes considerablemente, mayoritarios en algunas zonas urbanas. Es inútil intentar mejorar las cosas, hay que invertir las reglas del juego. Es decir, bloquear los flujos migratorios e invertirlos.

6) No aferrarse desesperadamente a que sean "nuestros compatriotas": no quieren

Es absolutamente imposible hacer una nación unida con una proporción creciente de  población árabe-musulmana y africana, incluso aunque sea francófona. La candidez de los integracionistas y asimilacionistas, desde el FN al PS, que quieren que esos millones de inmigrantes o hijos de inmigrantes sean "nuestros compatriotas" choca directamente con el rechazo y la  hostilidad creciente de un número cada vez mayor de ellos -especialmente entre su juventud- a considerarse como franceses –o belgas, alemanes, etc- incluso aun cuando tengan ya la nacionalidad. Ellos no se quieren integrar o asimilar. Como dice el refrán: "un burro que no tiene sed, no bebe".  Cada vez más jóvenes árabes musulmanes, africanos o turcos, en cualquier lugar de Europa, incluso con naturalización y pasaportes europeos, se consideran a sí mismos como ciudadanos de sus países de origen y tienen a Europa -detestada- como una tierra de conquista. Ellos tienen un reflejo racista. Ese es su problema.

7)  Crear un “Islam francés” es una utopía ridícula

El Islam no sólo es incompatible con la "república", lo es con cualquier cosa que no sea con él mismo, ya sea religión o cultura. Es una actitud que evidencia un arraigo psíquico profundo, étnico, en definitiva. De Gaulle lo había visto, y de ahí su rechazo a la Argelia francesa como apéndice de Francia. La idea de una “Islam de las Luces” moderado y reformado es un callejón sin salida. Los musulmanes franco-compatibles o republicano-compatibles son, o bien minorías utópicas, o frecuentemente grupos poco sinceros en cuanto a sus fines. El islam es intrínsecamente hostil a todo lo que representa la civilización europea.

8) Contra el terrorismo islámico: desislamizar Francia

No es solamente siguiendo e intentando desmantelar policialmente a las redes islamistas como se impedirán los atentados, ni llevando a sus miembros las prisiones (esas escuelas de criminales) tras las ridículas e inoficaces (incluso contraproducentes) operaciones de “desradicalización”. Prohibiendo, sobre todo, la entrada en el territorio (inmigración cero) a todo nuevo inmigrado musulmán e invirtiendo el flujo migratorio mediante salidas masivas hacia los países de origen, es la única forma como se puede resolver el problema. Es lamentable decirlo, pero el riesgo de atentados terroristas en un país occidental es proporcional a la importancia numérica de su población musulmana.

9) Admitir que la influencia usulmana y árabe-africana afecta a todo el conjunto del territorio nacional

La causa de todos los problemas es democráfico y matemático. Patrice Ribeiro, secretario general del sindicato de policía Synergie-officiers, afirma: “Ningún lugar está a salvo, el fenómeno de la comunitarización y de la insularidad de gran cantidad de barrios se observa por todas partes con la infiltración y la invasión en el tejido escolar, asociativo y deportivo, es un telón de fondo de sociedad”. Menciona “la complicidad de cierto número de cargos electos” que “muestran en realidad aquiescencia y connivencia intelectual”. Piensa que “este angelismo o clientelismo cínico nos conducirá a la catástrofe”. Nada que añadir. El problema es estrictamente demográfico, nada más. Por razones de corrección ideológica y semántica, se habla de “comunitarismo”, lamentable neologismo, cuando en realidad se trata, simplemente, una invasión, del exterior (inmigración) y del interior (natalidad). Por su parte, el escritor argelino Boualem Sansal analiza: “El orden islámico intenta instalarse en Francia, es un hecho palpable; en algunas zonas, ya está instalado” (FigaroVox, entrevista, 17.06.2016).

10)  Integración y asimilación: misión imposible

La integración (es decir, la adopción parcial de las costumbres del país de acogida, en especial de la lengua, pero conservando una parte de sus usos y costumbres de origen) es posible si los inmigrados no superan el 5% de la población de acogida. Para la asimilación (es decir, la adopción total de la cultura de acogida y el abandono de la suya propia), el porcentaje es aún más bajo. Al margen de todos los discursos (del FN, de la derecha y del centro), ni la integración ni la asimilación son posibles por una razón matemática: la proporción de extranjeros es ya demasiado fuerte.

La masa actual de niños africanos o árabes de origen no podrán ser asimilados o realmente convertidos en franceses por la escuela, salvo, evidentemente, excepciones. La Francia universal, supracultural, supraétnica es una imposibilidad, el fruto de una utopía intelectual abstracta construida en el tiempo en el que la inmigración masiva no existía.

Conclusión: resolver el problema global supondrá un enorme choc

Los problemas del comunitarismo creciente, de la “guetización”, las fricciones y los enfrentamientos incesantes con las costumbres musulmanas en expansión que degradan la vida cotidiana de los autóctonos europeos, la criminalidad multiforme en alza constante, el hundimiento del nivel de una escuela pública multiétnica, el terrorismo evidente, son ecuaciones no serán jamás resueltas por medida políticas interiores de reordenación por duras que sean.

El referéndum británico a favor del Brexit ha sido en realidad un voto de protesta –algo desesperado- de las clases populares inglesas contra la inmigración. Pero una Gran Bretaña, separada de la UE –si el resultado del referéndum es respetado- ¿limitaría la inmigración? No es seguro…

La solución general vendrá primeramente por un restablecimiento de las fronteras nacionales y un parón total de cualquier inmigración extra-europea, comprendida la legal, por motivos de trabajo o de reagrupación familiar. En segundo lugar procederá de una política resuelta de expulsión de todos los clandestinos e inmigrantes en situación irregular y del retorno para los que están en situación regular. En cuanto a los que son “Franceses de documentación” (o de cualquier otra nacionalidad europea) por el “derecho suelo” (ius solis) –que deberá ser imperativamente suprimido- su situación será más difícil de resolver pero deberá serlo.

Ciertamente, estas soluciones precisan de un valor inmenso para ser aplicadas

Provocarán enfrentamientos, choques, dramas, conflictos que será preciso afrontar. Pero continuar sin hacer nada llevaría a una situación peor todavía. La ecuación es simple: a partir el momento en que la invasión migratoria ha sido autorizada (y animada) por el Estado desde hace 40 años, con una reproducción de dos a tres veces superior a las poblaciones inmigradas en un 90% musulmanes, y una fuga de élites, Francia está muerta en apenas 20 años.

© Guilaume Faye – J’ai tout compris

© Por la traducción y adaptación, Ernesto Milà – info|krisis – Prohibida la reproducción de este artículo sin indicar origen.

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