viernes, 6 de octubre de 2017

“El ejemplo de los buenos” - Pedro Varela

“El ejemplo de los buenos” (Ponencia de la conferencia de Pedro Varela en Navarra. 23.09.2017)



Pedro Varela en la cumbre del monte Alba en el valle de Baztan (Navarra) después de su conferencia del sábado día 23 de septiembre.
“Cuando hayamos oído una vez con qué desdén hablan del hombre más distinguido media docena de imbéciles. Entonces comprenderemos que atribuir mucho valor a la opinión de los hombres es hacerles demasiado honor”.

(Arthur Schopenhauer, Parerga y Paralipomena, capítulo “De lo que se representa”).


A los enemigos que toda organización posee por sí misma, debido a su esencia intrínseca —doctrina política, prestigio de sus mandos, ímpetu de sus militantes, excelencia de sus acciones— hay que sumarle aquellos que lo son por envidia o desidia, incapacidad y egoísmo… „Humano, demasiado humano“ diría el filósofo.

Entre estos podemos hallar un tipo de enemigo característico, nada despreciable y constituido en no pocas ocasiones por viejos conocidos, que se atrincheran en la no acción, excusándose en el „no haya nada que hacer“. Se trata de aquellos que debido a su impotencia frente al trabajo, y carentes de fuerza de voluntad para hacer algo interesante, recurren a la forma más cómoda de justificarse a sí mismos: la excusa de la necesaria seguridad y la crítica. Con ello pretenden disimular precisamente su incapacidad para toda acción creativa o simplemente positiva. Con una absoluta falta de escrúpulos crean un tercer frente, capaz de corroer la moral de lucha de las fuerzas en presencia. Es necesario poseer una conciencia firme de lo que somos y lo que pretendemos para evitar caer en sus desmoralizadoras redes.

Remitiéndonos a Schopenhauer y a su genial Parerga y Paralipomena, no deberíamos atribuir mucho valor a estas gentes, que si de algo carecen, es de carácter. Sólo se le puede atribuir valor a su opinión por el daño que llegan a causar en el seno de cualquier organización con sus consecuencias, pero en absoluto por la seriedad que puedan ofrecer sus juicios. Estos amantes de la seguridad — „La seguridad, ¿es eso la vida?“ preguntaría nuestro general León Degrelle—, que pierden el tiempo observándolo todo cómodamente apoltronados en la molicie, critican sin parar todo lo que pueda hacerse, sea acertado o no, positivo o no, simplemente porque se hace. Y ellos no son capaces de hacer absolutamente nada.

Hay otro tipo de joven, que si bien activo, se mira el ombligo todo el tiempo: ahora tiene que irse a Cuba, en las proximas vacaciones ha quedado con amigos para pasearse por Indochina y si le sobra tiempo igual pasa a dar una palmadita en la espalda. Pero la gravedad de la situación no permite dilapidar una joven vida, energías y posibilidades económicas diversas en el mero turismo de postal.

Se trata de un problema cierto, pero que tiene solución. Sólo hay que crear un muro de contención que les aísle totalmente, basado en la moral de los buenos militantes. Estos integrantes de la “crítica de sofá” son como los forofos del fútbol, que gritan y blasfeman sin parar, puro en ristre, papada gruesa y panza caída, contra cualquiera de los deportistas que sin duda no necesitan lecciones de semejantes aficionados. No, no es aceptable este tipo de crítica de los comodones de la seguridad en la vida.

Cuenta la historia que en la Grecia clásica los antiguos helenos no permitían que los jueces, durante las olimpiadas, ejercieran como tales si no podían demostrar primero que también ellos eran atletas y superaban, o cuando menos igualaban, a los deportistas participantes en las diversas pruebas. De igual modo, no es de ningún modo aceptable la opinión de quien siempre dice “habría que hacer…” y no „estoy haciendo“, de los que hablan de los demás sin examinarse primero ellos mismos para descubrir en lo que realmente se han convertido.

Se dice generalmente que para conocer a los hombres, sólo hay que observar las compañías que frecuentan. Las personas sobrias no se ligan con los borrachos, los cultos con los ordinarios, los decentes con los disolutos, los trabajadores con los vagos o los de espíritu noble con los viles.

“Vivid con los lobos, y aprenderéis a aullar”, dice el proverbio español, un ejemplo sencillo pero gráfico. Vivid con las águilas y aprenderéis a volar alto y de forma majestuosa como ellas, hacedlo con los sapos y os arrastrareis chapoteando en el fango, añadimos nosotros. De igual modo, en la sociedad de los buenos, encontrarán los jóvenes siempre el mejor ejemplo, y en la sociedad de los malos solo se engendrará el mal. Hoy más que nunca resulta —como ha sido siempre— importantísimo aprender de los mejores. El recuerdo de aquellos que se distinguieron por sus nobles pensamientos, grandes obras o actuación ejemplar, obra en nosotros como el viento que trae aire fresco y puro, que eleva sin darnos cuenta nuestras propias obras y tendencias.

Nuestro ambiente es principalmente joven, constituido por jóvenes y dirigido principalmente a los jóvenes. Pero nos guiamos por los ejemplos que nos han dejado en la historia los hombres auténticos y de carácter. Ejemplos que no mueren ni desaparecen, sino que continúan sirviendo de norte y guía a las generaciones posteriores.

Es evidente que emular es útil e incluso necesario. Cada uno de nosotros se ha marcado individualmente un camino personal. Y como grupo de camaradas hemos trazado igualmente una ruta que nos permita alcanzar aquellos valores en los que coinciden los genios de occidente: la nobleza de carácter y la obra que perdure. Las hermosas palabras, las grandes ideas y las acciones que nos legaron aquellos personajes ejemplares, se perpetúan a lo largo de los siglos. No hemos de ser sino una continuación de ellos en la historia.

Pero entre las formas habituales utilizadas por la “crítica de sofá” para justificar su impotencia en el campo del trabajo y la dedicación política, ha tomado especial énfasis la afirmación categórica de que nuestro trabajo no pasa de ser mero diletantismo o incluso un modus vivendi…

Comprendemos perfectamente que hay quien desearía dedicarse sólo a dirigir legiones de merluzos sin ningún tipo de formación cultural o política, manadas de cerebros rapados que padecen una lobotomizacion profunda, para enfrentarse sin miedo a “peligrosos” enemigos que pasean tranquilamente por la calle. Tienen muchas “agallas” al colocar un artefacto explosivo en cualquier librería adversaria —ya que ellos no poseen ninguna librería—, amparándose en la oscuridad y sin ningún riesgo para sus personas. O al darle una paliza a un indigente, un inmigrante recien llegado o a alguien que padece una perturbación de la personalidad reflejada en comportamientos sexuales contra natura. Son lo suficientemente necios para congratularse cuando han reventado un „concierto“ de la extrema izquierda, concierto cuyas ruidosos ritmos, por cierto, en poco se diferencian de los que ellos mismos  organizan. Y felicitan a todo el que comulgue con la idea de acabar con “esos desgraciados”. Aún peor, no son pocos que son contados como “de los nuestros“ dedicados en realidad a la violencia gratuita del inframundo futbolístico, ligados al ambiente de la droga, la corrupción, o procedentes incluso de los bajos fondos y con un deleznable aspecto delicuencial. Los que callan son tan culpables como ellos de dicha violencia gratuita, formando parte del problema más que de la solución. De ahí que cada vez me sienta menos de „los nuestros“. Pero en ningún momento ha pasado por su cabeza la idea de que lo importante de nuestra acción política radica, precisamente, en atraer para sí a la totalidad de la comunidad nacional. Pues el nacionalsocialismo fue una idea popular que ha de convertirse en un movimiento de masas.

No, no es de ningún modo admisible este tipo de lucha política. Si el adversario nos vence porque han conseguido convencer a la población y arrastrarla tras de sí y sus estrechas ideas, no se puede permitir que la única respuesta sea la impotente rabieta de unos energúmenos. Rabieta que irresponsablemente daña precisamente a quienes se encuentran inmersos en una lucha política y cultural seria y se esfuerzan por llevar a cabo un trabajo de difusión digno.

Comprendemos también que haya quien amparándose en un falso intelectualismo —y en aquello de que son los elegidos por „la tradición hermética”— quieran permanecer sentaditos y viviendo cómodamente a la espera de que lleguen „los Ovnis de Hitler“ o  “el último batallón de Wotan“ y cosas parecidas a sacarnos las castañas del fuego. Otro modelo sale de fabrica con el tic de gritar cada dos por tres “¡Revolución nacional!” en cuatro sitios, pero no han hecho, ni hacen ni harán nunca nada.

Frente a todo ello, la única via seria de acción supone crear nuestros propios medios para difundir nuestro pensamiento y con el ejemplo mostrar nuestra forma de ser, que ha de ser la que aune todos los ideales nobles de nuestra cultura a través de los siglos.

Hemos creado con gran esfuerzo y muchas horas de trabajo —palabra desconocida en el vocabulario de esta “crítica de sofá”— nuestras revistas, editoriales, librerías, webs y blogs, para seguir con incipientes radios y televisiones en internet y otros medios propagandísticos además de una incansable actividad pública en base a artículos, conferencias y mitines. Pero también una ingente cantidad de actividades juveniles, seminarios, campamentos, salidas de montaña y excursiones para cimentar la formación de los militantes que habrán de coger el testigo en las proximas décadas. Si una librería comunista es destruida no importa gran cosa, tienen centenares de ellas y mañana pueden crear otras tantas. Si la redacción de una revista es atacada tampoco importa, las tienen todas y mañana no les costará mucho reconstruir lo destruido y aprovechar además el hecho en su propio beneficio político. Lo importante, lo verdaderamente difícil, lo que cuesta trabajo sin la ayuda de nadie ni el dinero de ningún mecenas es crear nuestros medios de comunicacion propios. Pero la “crítica de sofá”, impotente ante tan árdua tarea, prefiere sembrar la cizaña, con la que calman aparentemente sus conciencias. Es muy fácil comprar cuatro cosas y construir un artefacto para depositario en la entrada de cualquier revista a medianoche. Pero no lo es tanto trabajar cada día ingentes horas para poder dar a luz cualquiera de nuestras publicaciones.

Efectivamente, hemos dado durante décadas mucha importancia a la actividad editorial, exactamente la que tiene. No sólo por su efectividad en la difusión del pensamiento, sino como fuente de ingresos que permitía financiar nuevas ediciones y mantener la infraestructura. Sabemos lo que los comodones opinan sobre lo que debería ser un partido político: una organización uniformada capaz de invadir la calle y dominar por la fuerza al contrincante. Si bien puede ser importante el dominio de la calle, no lo es tanto si esto no conlleva una propaganda convincente para la población y una idea positiva que respalde con los corazones ese pretendido dominio de la calle. Son necesarios, además, una buena organización y unos medios políticos que aseguren el éxito y no por la fuerza sino mediante la superioridad doctrinal.

Y pese a todo hemos estado en la calle durante décadas en Ferias del Libro, Días del libro y en multitud de stands informativos, con y sin uniforme. Hemos formado y formamos a los jóvenes doctrinal y culturalmente, física y espiritualmente. Si damos hoy importancia a la actividad editorial o en internet es porque la tiene, como mañana la puede tener la simple actividad en la calle o en el futuro a nivel de gran partido.

La “critica de sofá” se empeña en afirmar que „solo“ somos una editorial. Fantástico, si todas las editoriales fuesen lo que somos, el mundo estaría regido por editores.

Reunimos en torno nuestro a jóvenes trabajadores y estudiantes. Al no poseer ningún tipo de subvención ni mecenazgo, debemos autofinanciarnos totalmente. Este es pues otro de los motivos de nuestra dedicación al campo editorial. Hay partidos con dinero que pueden permitirse el lujo de gastar su tiempo sólo en actividad pública, hay otros más pequeños y reducidos que sin poseer en cambio grandes sumas de dinero, también se permiten el lujo de derrocharlo íntegramente en una actividad de dudoso éxito. No voy a inmiscuirme en la forma que cada organización elige para quemar sus energías, pero sí exhorto a que cada cual se guarde su opinión sobre cómo tiene que gastarlas cada sector del frente. Con poco, poquísimo dinero, mucho menos del que pueda imaginarse, con algo de organización, racionando los medios y mucho trabajo, hemos conseguido nuevas formas de difusión con las que asegurar una actividad constante y ser capaces de mantener la propaganda. Y entre ellas se encuentra la actividad editorial. Por eso debemos invertir mucho tiempo en ella. “¡Os pasáis el día haciendo libros y revistas!”, vocifera la siempre atenta “critica”… “Más propaganda, más actividad” exigen… ¿De donde creen que proceden una buena parte de nuestros simpatizantes sino de este tipo de actividades culturales?

NUESTRO ESTILO

“No somos de izquierdas ni de derechas, sino de arriba, de tan arriba que los enanos no alcanzan a ver el alcance de nuestra revolución”. Esta ya famosa frase del camarada Bochaca, sigue siendo certera.

Lo que nos hace tan diferentes a los demás es el estilo, una forma característica de ser y estar. La “critica de sofá” también ha tenido algo que decir a este respecto, y ha proclamado muy a menudo que exageramos la cuestión del estilo. Se nos ha tachado de puritanos, de seminaristas, de cursis y con un tono despectivo, dicho precisamente por todos aquellos que carecen del más mínimo de los estilos.

Para los comodones resulta inadmisible que propongamos no fumar, ni beber, ni tatuarse, desrecomedar la caza, evitar los tacos. Nuestro estilo promueve el arte, la música clásica, el amor a los animales, el respeto a sus vidas y lo que representan, a la naturaleza, y muy especialmente a la montaña, por lo bello, duro, sublime y majestuoso de nuestras cimas. Pero todo eso es precisamente lo contrario de lo que en opinión de dicha gente debiera ser un grupo político. Nuestro estilo promueve un buen ambiente cultural frente al primitivismo reinante, un intenso ambiente de trabajo creativo frente a la vacuidad cervecera, auténtica superioridad doctrinal frente al orientalismo y una enmarañada confusión espiritual.

Pero no despreciamos a nadie, sino que ponemos en evidencia a todos aquellos que pretenden justificar la propia inactividad y el propio tedio. Desprecian lo más elevado, porque les hace sentir que son ellos los despreciables.



“EN LOS DUROS TIEMPOS QUE SE AVECINAN, LOS EJEMPLOS SERÁN MÁS IMPORTANTES QUE LOS HOMBRES”.

Efectivamente, el ejemplo de los grandes hombres fue siempre más importante que sus ideas. Y en esta época tan pobre en ejemplos personales estos devienen fundamentales.

Esta es la misión. Sólo es grande aquel que se ha esforzado por dejar una lección de comprensión general, que ha tenido el privilegio y la fuerza moral de servir de guía a sus semejantes. Nuestro actuar debe servir de ejemplo. Ejemplo para todos aquellos jóvenes que todavía quieren descubrir algo nuevo y bello hoy; y mañana a los que miren atrás, escudriñando en la historia para encontrar un ejemplo a seguir.

El ocioso, el ingenioso sin ocupación, es como una jaula donde queda encerrado el espíritu creativo del hombre. El vago, que pese al exceso de trabajo en todos los sectores del frente florece por doquier en nuestras filas, se sentirá siempre insatisfecho y se dejará llevar por cualquier idea absurda. Frente a la teoría oriental de que el estado perfecto es la inacción completa, algo totalmente contrario al espíritu activo del hombre blanco, se opone en nuestra cultura occidental la idea del trabajo creativo y la actividad diligente. El inactivo, el indolente, el vago circunstancial, el “crítico de sofá”, encontrará siempre excusas para continuar siéndolo. “Hay un obstáculo en el camino”, “es difícil“, “me resulta imposible” o bien, “es inútil probarlo, lo he intentado y no ha salido bien, no puedo hacerlo”, son sólo excusas. Para el industrioso, en cambio, resultará inmoral alargar demasiado este estado de inactividad, y se verá invadido además por una sensación de vacuidad de verse obligado a permanecer parado.

Así como el trabajo atrae el trabajo y el bien hacer atrae el bien hacer, nuestro ejemplo y el de todos los jóvenes que con nosotros militan, habrá de traernos el renacimiento de una noble seleccion de personas con una digna forma de ser. ¡Sea!

Extraído de su blog:
https://elcasopedrovarela.wordpress.com/2017/09/24/el-ejemplo-de-los-buenos-ponencia-de-la-conferencia-de-pedro-varela-en-navarra-23-09-2017/

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