lunes, 28 de noviembre de 2016

Díselo a todos

DÍSELO A TODOS, Y QUE CADA UNO SE LO DIGA A SÍ MISMO EN LO MÁS PROFUNDO DE SU CORAZÓN A CADA MINUTO

Cuando soy débil, mi pueblo es débil. 
Cuando soy hipócrita, mi pueblo es hipócrita.
Cuando desfallezco, mi pueblo desfallece. 
Cuando abandono a mi pueblo, me abandono a mi mismo.
Cuando me opongo a mi pueblo, me opongo a mi mismo. 
Perder el coraje y el espíritu de iniciativa, significa perder la vida, 
significa traicionar a su padre y a su madre, 
a sus hijos y a sus nietos. 

No hay más que un medio contra la guerra: ¡la guerra!, 
contra las armas: ¡las armas!, 
Contra la bravura enemiga: ¡Tú propia bravura!, 
y contra la desgracia: El espíritu de sacrificio. 

La debilidad del corazón lo devora todo a su alrededor, 
como la podredumbre, 
como entre los frutos, 
una manzana corrompe a las demás. 
Lo que tu te permites, 
tu vecino se lo permite también. 
Cuanto tu engañas, 
el engaña también. 
Cuanto tu chismorreas, 
el chismorrea sobre ti. 
Y cuando uno de nosotros traiciona, 
en fin, cada uno se traiciona a si mismo. 

Nosotros apelamos a la justicia. 
Hay que merecer también nuestro destino. 
Quien es indigno cosecha indignidad, 
quien es amistoso, el animo, 
los mejores, lo mejor. 
E incluso cuando los Dioses rehúsan su ayuda, 
el hombre integro logra, no obstante, su bendición. 

Toda vida es peligrosa. 
No solo se muere ante el fuego. 
Cada madre arriesga su vida por la sangre de su hijo, 
perpetuando así a su pueblo. 

Para preservar la vida, 
todos arriesgan su existencia, 
unos para si mismos, su hambre, su propia necesidad, 
otros por muchos y uno por todos: 
el héroe en el campo de batalla. 
Da la vida a todos. Vive en ellos.
Por su muerte, 
los laureles eternos coronen su sueño 
y sobrevive la Patria.

Lo que ha sucedido, continua en activo, 
tanto lo bueno como lo malo. 
Que nadie llegue a creer que 
podría disimular algo, 
y hacer secretamente el mal. 

Lo que es sano engendra lo sano, 
lo podrido, la podredumbre. 
Nada puede traicionarnos...
salvo nuestra propia voluntad. 
Nada puede perdernos... 
salvo nuestro propio corazón. 
Nada puede herirnos...
salvo nuestra propia mano. 
Nadie puede liberarnos...
salvo nosotros mismos.

© Wil Vesper - La Orden SS, 1944. Extraído del FB de Parabellum: 
https://vk.com/parabellumspanien


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.